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Se despertó sudoroso en medio de la noche, nuevamente vinieron a él los mismos recuerdos, ambos bailando al centro de un gran salón, solos ellos dos. A medida que la música sonaba lentamente sus cuerpos se acercaban entre sí, sus manos suaves tocaban su rostro y su pecho mientras lo acercaban lentamente a sus labios. Recordaba claramente la gran resistencia que opuso las primeras veces que la imagen apareció en sus sueños. No era correcto, ambos eran amigos, ambos eran varones. Con el tiempo las excusas se iban gastando y él iba cediendo. No importaba nada, cuando miraba sus ojos y sentía su piel suave no le importaba nada más. Se alejó lentamente estrujándole el corazón con su lejanía y de pronto sus ropas cayeron como si fueran pétalos de cerezo mostrando su figura delgada, su cintura tan ceñida y piel aún más nívea pues siempre estaba protegida del sol. ¿Cuántas veces había besado a su amigo en sus sueños? No podía contar, ¿cuántas veces lo había visto desnudarse frente a él? Tampoco podía contarlo. No habían llegado a más, el sueño se detenía en ese preciso instante y él no sabía si se debía a su inexperiencia o al hecho de que era imposible dar un paso más. La naturaleza misma le estaba negando abiertamente la posibilidad de intimar con alguien de su mismo género.

Sacudió un poco su cabellera rubia y quiso recostarse de nuevo cuando se percató del problema que debía solucionar entre sus piernas. Las primeras veces resultó una ser una experiencia muy agradable y casi banal, no necesitaba pensar mucho ni poner mucho empeño, sólo aplicar un poco de fuerza y velocidad, así como en clase de ciencias. La primera vez a los diez años fue más por curiosidad que por necesidad, pero desde hace dos años, cada que lo intentaba, aparecía un rostro en específico frente a él. Conocía ya varias mujeres, niñas, mayores y contemporáneas, incluso tenía una mejor amiga que era muy alocada y poco convencional a pesar de ser la hija del conde Ashido. Sin embargo, el rostro que llegaba a su mente mientras se complacía, no era de ninguna de ellas. Había escuchado alguna vez sobre los "afeminados" pero la descripción no cuadraba con él, no le gustaban los varones, le gustaban los pechos, le gustaban las cinturas delgadas, le gustaban los labios rojos y la piel suave, le gustaban los rostros hermosos. Justamente en esa última categoría entraba su amigo pelivioleta, su piel era tan clara como suave, sus ojos brillaban con tanta intensidad y sus labios tenían un tono rosa muy particular. Ni qué decir de su personalidad, era tan alegre como atrevido, valiente, justo y cuantas virtudes se pudieran atribuir.

Terminó con su pequeña tarea y se tiró a la cama con fastidio, ¿qué pensaría Mitoku si supiera lo que acababa de pasar? Lo rechazaría por su puesto. Tal vez, ni siquiera podrían ser amigos de nuevo. Es más, no podía estar seguro de que aún fueran tan buenos amigos, pues hace un año que él había ingresado a la academia y había perdido todo contacto con él, o quizás desde hace dos años, cuando su padre aumentó la intensidad de sus lecciones y la frecuencia de sus viajes para conocer sus territorios, pues debía dejar todo en orden antes de ingresar a la academia.

Y si había dejado de verlo tan seguido, entonces ¿por qué le pasaba algo así con él? No quería pensar más, se levantó a asearse con la pequeña tina de agua que tenía en medio de su cuarto y se tendió en el suelo para empezar a hacer planchas y luego cualquier otro tipo de ejercicio, de los que había aprendido en la academia el último año. Se cansaría tanto como pudiera hasta poder conciliar el sueño de nuevo y despertar como era debido, con los rayos del sol por su ventana y muchas ganas de comprometerse con alguna hermosa señorita, como su madre querría y claro, él también. Se dirigió hacia la pequeña mesa de centro, dispuesto a levantarla con todo lo que tenía encima para que le sirviera de pesa, incluido el florero, cuando se abrió abruptamente la ventana que daba al jardín trasero.

–¡Hey! ¡Denki! –Se escuchó un pequeño chillido por parte del rubio. –Oh, Estabas despierto, ¿Dónde estás? –El mencionado volteó a ver alrededor un momento, tratando de discernir entre la realidad y un sueño. No recordaba haberse recostado de nuevo. Mientras tanto Mitoku concentraba todo su poder visual sobre la cama de su amigo, hacia donde había hablado hace unos momentos, pues juraba que ahí se encontraría su amigo.

The Both of YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora