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Escuchaba a lo lejos unos sonidos fuertes que poco a poco se iban acercando. Podría ser madera y algunas voces. Reconoció una de ellas, era de su amigo Izuku, se escuchaba preocupado. Al instante pudo reconocer la voz de su delegado y, aunque no hablara, supuso que el bicolor también estaba afuera de su puerta.

–Adelante. –Se sentía perezoso, había dormido mejor de lo que esperaba, tomando en cuenta que el día anterior se estaba muriendo de dolor.

¿Dijo que pasemos? –Sonrió al escuchar la voz nerviosa de su amigo detrás de la puerta, él nunca haría algo indebido y pequeñas situaciones tan sencillas como esas lograban ponerlo así. Repitió el permiso un poco más fuerte y los vio entrar. –Mi... Mitoku... ¿Estás bien? –El pelivioleta asintió. –Es que ya es casi medio día y no viniste a las lecciones de la mañana, Aizawa estuvo un poco molesto. –Desvió un poco la mirada y continuó. –Kacch... Bakugo dijo que tuviste un accidente y por eso no vino a sacarte de tu cuarto él mismo.

–Lo siento chicos, ayer tuve un problema con tres idiotas, no pensé que terminaría tan mal. Me uniré a ustedes para el almuerzo en un momento y luego me acercaré con Nezu para presentar una queja sobre lo que dijo Bakugo.

–Ya veo... Por si acaso, ¿sabes en dónde está Kaminari? Lo han estado buscando sus compañeros, le tocaban lecciones con All Might, así que no creo que tenga problemas, pero están preocupados porque no aparece desde ayer en la tarde, dicen que estaba herido. –La cara del pelivioleta palideció y Midoriya lo atribuyó a la preocupación por su mejor amigo.

–Estuvo aquí conmigo un momento en la tarde, pero se fue al anochecer. Seguro está bien, es Denki después de todo. –El peliverde asintió no muy convencido. –Ahora... si me permiten, voy a cambiarme.

–Claro, te esperamos en el comedor. Tenemos la tarde libre, practicaremos esgrima, creo que estamos listos para el Horseball, pero nos olvidamos de lo demás.

–Creo que podremos con eso. –Mostró una sonrisa genuina que el peliverde entendió a la perfección. Estaba muy seguro de sus habilidades, con su tutoría estarían listos en menos de tres días. Cerraron la puerta y Mitoku los escuchó alejarse lo suficiente. Dio un suspiro y levantó su ropa de cama para encontrar a un rubio abrazado a su cintura. Topó su rostro que estaba caliente, pero parecía estar bien. –¿Cómo no te ahogaste? –Sabía que el rubio era friolento y solía cubrirse por completo para reunir calor, él lo intentó una vez y no aguantó más de un minuto. –Debe ser cosa de idiotas. –Sonrió enternecido al verlo dormir tan cómodamente. El que durmiera en esa posición le había ayudado mucho, pues cumplió el papel de los almohadones que Griselda calentaba para que él los abrazara y su dolor fuera tolerable. –Hey Denki, despierta. –Movió su cabeza con suavidad esperando a que reaccionara, pero sólo se enroscó más y buscó a tientas la frazada para intentar cubrirse nuevamente. El pelivioleta lo movió con un poco más de fuerza y éste levantó la cabeza con los ojos aún cerrados. El frío en su vientre se hizo notorio al instante, pero ya no dolía. Lo vio abrir un solo ojo primero y revisar el lugar. –Tonto, ¿qué haces? –Giró asustado al escuchar su voz y cuando lo vio se acercó a abrazarlo y depositar un pequeño beso en sus labios que dejó al hijo del duque completamente sonrojado.

–Pensé que estaba soñando. –Lo jaló hacia la cama colocándolo sobre su pecho sin despegar el abrazo. –Buenos días Mitoku.

–No te duermas Denki. –El rubio negó con la cabeza, aunque estaba cerrando los ojos de nuevo. –Hablo en serio, tus compañeros te han estado buscando, nos perdimos las primeras lecciones, pronto será hora de almuerzo. –El rubio abrió los ojos de inmediato y se sentó con mucha fuerza, pues tuvo que sostener su costado que aún dolía. –¿Estás bien?

–Sí, solo que si Bakugo piensa que... no importa, tengo que irme o va a matarme. –Se levantó de prisa y observó la mancha en la cama. –Mitoku, sabes que estoy aquí para ti, esto que te sucede, en verdad no es normal. Ni siquiera sé de dónde sale tanta sangre y si te digo lo que pienso vas a golpearme mucho, pero en verdad estoy preocupado. Si algún día pudieras, me encantaría saber un poco más de ti y de todo esto, así sabría cómo cuidarte mejor. –Se agachó a dejar un beso en su frente y aprovechó para tomar un beso más de sus labios. Parecía ilógico, pero cada vez los quería más, como si en lugar de saciarse, sólo aumentara su sed. –Te quiero. –Sonrió con un brillo aún más segador que el de siempre y salió sin dejar que el pelivioleta siquiera procesara lo que acababa de suceder.

The Both of YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora