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En la mesa quedaban sólo las tazas de té vacías y frías que recogería en la mañana antes de que su amigo regresara a su oficina. El día fue muy largo y agotador. Se acercó a la ventana y contempló la luna llena con nostalgia.

–El chico logró conectar con todos ustedes antes que tú. ¿Acaso lo ayudaste? –Sonrió. –Si tan sólo tú hubieras logrado saber lo que él, no habrías destruido el templo y tal vez, te tendría aquí conmigo. Como amigos claramente. –Suspiró recordando la hermosa sonrisa que Nana mostraba cuando flotaba en noches de luna tratando de estar siempre al centro. Los regaños de su padre por salir de casa tan tarde para colarse al palacio eran nada a comparación del dolor que sentiría luego al perderla. –¿Sigues ahí? Bailando al centro de la luna, enamorándome sin querer, burlándote de tus guardias y de tu prometido. Deben ser buenas amigas, la luna y tú Nanako, ambas hermosas e inalcanzables.

Cerró los ojos y trató de recordar una vez más, como hacía a menudo, su rostro y todos aquellos momentos que vivieron juntos de niños. Tratando de alejar los malos recuerdos, que lastimosamente eran más. Pronto quedó dormido sobre el sillón del director, sin poder evitar que su subconsciente fuera cruel con él, de nuevo.

Hace más de cincuenta años...

Sus manos temblaban por la fuerza con la que sujetaba las riendas del caballo. Llevaba cabalgando casi una hora a todo galope. La había visto levitar muchas veces antes, sabía que estaba bien y que la vería pronto de acuerdo al plan, pero las imágenes se repetían en su cabeza una y otra vez, viéndola caer desde tan alto. No le importaba haber dejado el título de marqués, sabía que alguno de sus primos se ocuparía. No le importaba haber perdido riquezas, no le importaba nada más que ella estuviera bien y que al reunirse volviera a sonreírle como siempre lo había hecho desde que eran pequeños.

Por fin pudo ver parte de la casa que habían mandado a construir en secreto. Conocía muy bien el lugar, había estado ahí muy a menudo en los últimos meses, planeando todo lo que ahora se estaba llevando a cabo, los pobladores de alrededor ya estaban acostumbrados a sus nuevas identidades y estaban encantados con los Barones Shimura, título que la misma reina otorgó para poder asistir a eventos reales con su nuevo esposo. La casa no estaba muy lejos de la ciudad capital, pues necesitaban estar enterados de los quehaceres del rey y del bienestar del pequeño Enji, a quién el rey mantenía bajo el cuidado de una nodriza después de separarlo cruelmente de su madre.

Saltó del caballo cuando llegó a la mismísima puerta de entrada para no perder más tiempo y abrió las puertas logrando un estruendoso sonido. El aire llenó sus pulmones con lentitud, calmando los latidos de su corazón. Frente a él estaba la reina que todos pensaban muerta, levitando al centro del jardín con su pequeño hijo de cinco años en brazos, ambos rodeados con la luz de luna, como si se tratase de algún cuadro hermoso. Cerró la puerta con mucha más calma y se detuvo a observarlos jugar mostrando ambos esa sonrisa tan dulce y sincera que lo había embelesado.


–No quiero que él tenga la misma carga que yo... -Observó el rostro decaído de su falsa esposa, a quién amaba como a nadie. Entendía su sufrimiento, acababa de regresar de su duelo con el príncipe del reino norte, victoriosa, pero con las manos manchadas. Entendía que era necesario que su voluntad siguiera ganando para mantener la paz que ahora vivían. No se podían evitar las guerras, como la que su mismo esposo quiso promover cuando supo de sus poderes, pero sí se podía evitar la desgracia que casi los llevó a la extinción.

–Podemos buscar a alguien más. –La morena lo observó con severidad.

–Sabes que no se puede. Todos los portadores anteriores fueron de mi familia, no puedo probar suerte y arruinarlo todo. Fue suficiente experimentación el tratar de destruir el templo. –Gracias a su imprudencia, parte del poder del All for One se había liberado y tomado forma gracias a la sangre de su portador. No sabía si había logrado sobrevivir después de atacarlo, ni siquiera si había logrado hacerlo, cuando su puño llegó al lugar donde se suponía estaba el hermano mayor, no sintió nada, fue como golpear al aire; sin embargo, logró escuchar su espeluznante sonrisa a medida que se alejaba del lugar.

The Both of YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora