~ 15 ~

59 10 0
                                    

Se escuchó un chillido agudo en la penumbra del bosque. La sangre del pequeño animalejo chorreaba sobre una pieza de oro fino que no lograba distinguirse bien entre el líquido rojo. El marqués Shigaraki recogió un atado de diversas hierbas y empezó a masticarlas lentamente. Poco a poco fue sintiendo los efectos y se arrodilló frente al medallón.

–Maestro... maestro... necesito de su guía. –Se mantuvo en silencio un momento mientras sus latidos aumentaban frenéticamente. –No me abandone ahora mi señor... He hecho todo lo que ha pedido. Déjeme oírlo una vez más.

Has hecho bien, pero no es suficiente, no puedo sentirlo en él.

–¿Qué más necesita? Tiene la esencia de quinientas personas en su cuerpo, ya debería haber despertado...

–Algo no está bien... investiga a sus hermanos... el segundo hijo...

–No, el segundo no tiene ambiciones, no tiene virtudes.

–Entonces el tercero o la hija tal vez, pero tienen que ser ellos, sólo a la familia real se le permite. Debes apresurarte, queda solamente un año Tomura, sólo uno... Ella te ayudará...

–Maestro... -No obtuvo más respuestas. –¿Quién maestro? ¿Quién?

Los dos guardaespaldas de su organización estaban acostumbrados a verlo hablar sólo en el bosque. Lo vieron sangrar por la nariz y a temblar frenéticamente. Uno de ellos se acercó e inyectó una sustancia oscura en su cuello, dejándolo completamente quieto.

Se disponían a marcharse cuando apareció entre los árboles una figura no muy alta. Apuntaron hacia su dirección con sus arpones, dispuestos a matar, sin dar previo aviso.

–Qué mala bienvenida le dan a su humilde servidora. –Uno de ellos disparó, no como un aviso, sino a matar. Sin embargo, se sorprendió al ver que la joven logró esquivar la flecha. Levantó la mano izquierda y mostró con la poca luz que brindaba la luna la marca que todos tenían. –Nos vamos a llevar muy bien, ¡yo también adoro la sangre! –La capa que la cubría cayó, mostrando una cabellera rubia atada en dos moños. Su vestido dorado tenía manchas de sangre por todas partes, al igual que las manos de la joven y su boca. –Vamos a jugar.

–¡Hey! ¿A dónde vamos? –Kaminari estaba cansado de que las ramas de los árboles lo golpearan y podría jurar que sus botas estaban llenas de barro. Unos jóvenes de su año habían ofrecido llevarlos a divertirse a cierto lugar. A pesar de que la propuesta les parecía dudosa, lograron convencerlos cuando les hicieron probar un licor mu agradable que supuestamente sólo se servía en ese sitio. Accedieron tomando en cuenta que el día siguiente era día de descanso, así que no tendrían problemas con sus instructores si dormían demás. Lo único que debían hacer era estar presentes para el desayuno o el almuerzo, pues para retirarse a sus hogares necesitaban de un permiso especial.

–Yo digo que nos demos la vuelta y regresemos ahora. –El pelirrojo nunca estuvo seguro del todo, pero no quería dejar a sus amigos solos.

–Si iban a acobardarse a éste punto, mejor hubieran dejado sus traseros tranquilos en donde debieron quedarse. Imbéciles. –El que menos esperaban que los acompañase era Katsuki Bakugo, quién probablemente se había unido para cuidar al pelirrojo.

–La verdad estoy muy animado a regresar, pero no creo poder reconocer el camino con ésta oscuridad y ya que Bakugo no ha propuesto ser el guía, debo suponer que él tampoco. –Sero se agachó por inercia, esquivando uno de los golpes del rubio; sin embargo, no pudo esquivar la patada que sintió en la cabeza.

–Lo siento Sero, sólo puedo agarrarle los brazos. –Se excusó el pelirrojo.

–¡Ya puedo ver luces! Y también puedo ver algo más. –Se escuchó una risa enfermiza que los alteró aún más, pues cualquier cosa que pudiera agradarle a Mineta debía ser muy malo.

The Both of YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora