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Caminaba de un lado a otro sin poder contener el temblor de sus manos. Estaba acostumbrado a colarse en la residencia de la princesa desde hace un buen par de años, pero ese día en específico estaba más nervioso de lo normal, pues era la primera vez que la princesa pasaba más de un día con su hermano.

–Príncipe Natsuo, debería marcharse, estaremos en problemas si se enteran que está aquí. –Una voz temblorosa decidió hablar en representación de todas las doncellas, todas menos una.

–Si desean pueden retirarse y decir que no vieron nada. –La voz de Ana empeoró la situación, era la más rebelde de las sirvientas y eso que llevaba tan sólo un par de semanas con la princesa. –¿Qué esperan? –Obedecieron de inmediato y la dejaron sola en la habitación de la princesa.

–Muchas gracias señorita, pero tal vez tengan razón. –Se sentó en uno de los muebles del lugar y suspiró con mucho pesar.

–Para ser un príncipe, usted es bastante peculiar. –Sonrió amena tratando de relajarlo. –Usted, es una bendición para la señorita y para nosotros también. –No eran halagos sueltos, en realidad lo pensaba así, pues gracias a él había podido llevar información de calidad para su amo y gracias a él, la princesa podía recibir el tratamiento que necesitaba, pues los demás médicos parecían no estar interesados en la supervivencia de la joven. Además, en el poco tiempo que lo había conocido, pudo saber que lo único que le faltaba al joven era un poco de coraje y fe en sí mismo.

–No trate de engañarme, yo sé lo que valgo y el título de príncipe es abrumador para alguien como yo. –La castaña suspiró y se acercó a él con un plato lleno de galletas que el peliblanco no pudo resistir.

–No lo hago, es la verdad. La princesa no habría resistido tanto tiempo sin su apoyo y ahora tiene que esforzarse un poco más para recuperarla, ya no está solo, podremos salvarla. –El temblor de sus manos paró y por primera vez pudo esbozar una pequeña sonrisa.

No podía recordar la primera vez que vio a la princesa, pues ella estuvo desde siempre en el palacio. Cuando joven, ella solía pasearse libremente por todo el palacio y pronto se convirtió en su compañera de juegos, pues tenían casi la misma edad. Ella siempre lo cuidó y apañó en sus travesuras. Aprendió gracias a un libro de biología a hacer emplastos para disimular los moretones del segundo príncipe, pues sabía lo mucho que le asustaba dar explicaciones a su padre. Fue gracias a ella que él terminó interesándose en el campo médico y sólo ahora sabía cuan agradecido estaba de haber trasnochado leyendo libros y libros sobre medicina a escondidas de su padre, pues todo lo que sabía lo podía aplicar ahora para ayudarla.

Lo más notorio era el cuadro de anemia, su piel blanca y los mareos eran la señal más clara. Eso conllevaba a otros problemas como el que estuviera tan deshidratada y el que no tolerara alimentos fuertes. Aunque se forzara a tragarlos, los regresaba a los minutos, pues su cuerpo, tan débil como estaba, no podía procesarlos. Eso desencadenó un cuadro de bulimia que con ayuda del príncipe estaba logrando superar. Pero no era suficiente, nunca era suficiente, pues ni bien mejoraba un poco, su hermano la mandaba a llamar y regresaba aún peor.

Estaba desesperado, no tenía libertad para decidir sus actividades y casi siempre lo mandaban lejos de casa por lo que no podía verla tan seguido como quisiera y sus doncellas nunca hacían nada de lo que él decía por temor a su hermano mayor. Sin embargo, desde que llegó la enviada de la casa de Jiro pudo sentirse más animado, pues ahora tenía una aliada muy valiosa.

Se escucharon pasos y Ana salió de inmediato a verificar de quién se trataba. Hizo un par de señas que el peliblanco entendió al instante y se escondió en el lugar de siempre, detrás de uno de los armarios.

–Mi lady. –Ana hizo una reverencia y tendió un brazo para recibirla. –Muchas gracias marqués, por escoltarla hasta aquí. –El peliplateado sólo asintió y se marchó, se veía disgustado. –Camine con cuidado princesa, ya estamos cerca de la cama. –La recostó y corrió a poner seguro a la puerta. Hizo una señal y salió el joven de su lugar.

The Both of YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora