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Las prácticas habían terminado y contaba con la tarde libre. Caminó sin rumbo entre los pasadizos de la academia, observando cómo las sombras y las luces rosáceas iban intercalándose en el suelo a medida que avanzaba. Bakugo estaba en su cuarto, haciendo ejercicio o durmiendo o haciendo quién sabe qué, siempre era muy discreto con su actuar. Sin darse cuenta terminó entre las habitaciones de sus amigos menores, Izuku de seguro estaba entrenando de nuevo con su tan misterioso mentor y su mejor amigo de la infancia, lo estaba evitando sin mucho disimulo. No sabía qué pensar, no recordaba haber hecho nada mal, pero tampoco se consideraba el ser más listo de la tierra, así que cualquier detalle se le pudo haber escapado. Se detuvo frente a la puerta del salón de música, perdido entre sus cavilaciones, fue atraído por el dulce sonido de las teclas de piano. Como bien había mencionado, no era un genio, pero esa combinación de notas, el ritmo tan suave y melancólico, eran demasiado conocidos para él como para errar al adivinar quién era el músico.

Desde pequeños llevaron juntos clases de todo tipo, pero sin dudas la que más disfrutaba era la clase de música. Le gustaba la facilidad con la que podía tocar el violín, nunca lograría ser mejor que Mitoku, pero sin dudas era algo en lo que podía considerarse lo suficientemente bueno como para alardear. Y para coronar el pastel, era de las pocas cosas en las que Bakugo no era perfecto. Los instrumentos de cuerdas eran muy delicados y aunque los músicos podían tocar vigorosamente liberando enojo o dolor, la violencia melódica nunca infringía daños en el instrumento, cosa que el rubio explosivo no podía evitar hacer.

–Sólo es cuestión de buscar el instrumento adecuado, ya vimos que es bueno con el triángulo, así que debe ser bueno en percusión. ¿Te gustaría probar con el xilófono Kacchan?

–¿Por qué tocaría algo tan ridículo? –Ya tenía suficiente con que no lo soportaran las cuerdas del violín como para que le sugirieran un instrumento tan simple y con sonidos tan insignificantes e imperceptibles.

–Si lo dices porque la mayoría de las notas tiene un sonido dulzón y suave, te comento que también existen xilófonos con notas más graves, como tocar un contrabajo. –El pelivioleta era el mejor en esa clase y se conocía todo tipo de instrumentos, cada que se enteraba de la existencia de alguno, pedía a su padre que lo adquiriera de inmediato y éste gustoso lo complacía.

–Sigue sin interesarme.

–Déjenlo tranquilo, sólo está frustrado porque encontró algo en lo que no es bueno. –Denki estalló de risa burlándose de su amigo y evadió un par de golpes casi por inercia o por costumbre.

–¡Cállate imbécil! Tocar un instrumento tampoco es tan importante, no te sirve en una pelea.

–Pues, puede ayudarte a relajar tus tensiones y pensar mejor en tus estrategias de ataque o defensa, me parece muy útil. –Observó a su amigo meditar sobre esa posibilidad.

–De todas maneras, no pienso tocar ningún xilófono.

–¿Qué te parece el piano? He visto a muchos chicos tocando el piano entre los talentos de la fundación de mi familia y se ven asombrosos.

–¿Y por qué no lo tocas tú? –Bajó la cabeza de inmediato, no es que no quisiera hacerlo, es más, al enterarse de que su madre era una pianista, se esforzó mucho para poder conectar con ella al menos de esa forma, pero el rechazo fue el mismo. El castigo le llegó muy tarde porque ya se había enamorado del instrumento y solía tocarlo a escondidas, pues ya había recibido una amenaza por parte de su madre.

–Pues lo hace muy bien, ¿nunca lo has escuchado? –La cara de sorpresa de sus amigos le indicó que nadie sabía aquella verdad y la expresión de Mitoku le decía que había cometido otro gran error.

The Both of YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora