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El camino se había vuelto incómodamente silencioso, el resonar de sus pasos era lo único que podía asegurar que estaban juntos, a pesar, de que las palabras no estuvieran dispuestas a salir.

El recorrido comenzó a hacerse más amplio conforme iban llegando al centro del castillo. Extrañamente no se habían topado con otros guardias o sirvientes del rey, lo cual no podía predecirse si era algo a favor o en contra para ellos.

Los pasos de la chica fueron los únicos que resonaron por un par de segundos, percatándose de ese detalle devolvió la mirada encontrando a Eren de pie frente a un largo pasillo el cual había ignorado por completo.

- ¿Eren? -se aproximó, pero frenó al momento en que él alzo la mano- ¿Qué sucede?

-Quédate, iré a dar un vistazo – pudo ver el miedo arribando en los ojos de la azabache – regresare enseguida, no te preocupes – le dedico una sonrisa para calmarla-

-Déjame ir contigo -se aproximó- estamos juntos en esto, no quieras excluirme otra vez.

-No, Mikasa -la detuvo- si algo sucede, necesito que te vayas lo más rápido. No estoy seguro, pero en los mapas que posee el capitán este pasillo debe conducir a otro lado del castillo, si es así iremos sino, regresaremos.

-Con mayor razón debo ir contigo....

-No -dijo con dureza- no quiero que nada malo te suceda Miky -acuno sus mejillas entre sus grandes manos- quédate, por favor. Si algo sucede te irás en busca de él.

La azabache hizo una mueca molesta, pero termino aceptando de mala gana.

Sin más que decir, se encamino hacia el largo pasillo desapareciendo entre las sombras de la misma producto de la escasa iluminación de los faroles. Se sintió sola, literalmente sola, el silencio sepulcral le hacía sentir escalofríos por todo el cuerpo al mismo tiempo que sentía ojos en todas las direcciones observándola en aquel espacio tan grande. ¿Podría ser si quiera eso posible?

Donde se encontraba actualmente estaba iluminado por una serie de grandes ventanales que dejaban entrar la luz de la luna. Un manto blanquecino flameaba a mitad del lugar, al igual que el silbido del viento entrar por lo que parecía una ventaba a abierta; el baile que ejercía le invitaba a acercarse, la curiosidad la llamaba.

Mikasa se acercó cautelosamente poniendo sus sentidos alertas a cualquier movimiento a su alrededor o a distancia. El velo golpeo su rostro provocándole un estornudo al inhalar el polvo que desprendía de él.

- ¿Acaso no saben cómo lavar? -dijo sobándose la nariz- quizás no suelen ocupar este lugar...

Sus labios se entreabrieron levemente dejando escapar el aire de sus pulmones, sus ojos brillaban deleitándose con aquello que veían. Mikasa no se molestó en que la tela golpeara nuevamente su rostro al atravesar el ventanal, aquello era demasiado hermoso para simplemente mantenerse lejos.

La luna se encontraba en su apogeo máximo, brillando intensamente y en su totalidad otorgando una clara vista del paisaje. Mikasa se espantó por un momento al ver personas en distintos puntos, pero rápidamente se percató que se trataban de esculturas bien talladas, rodeadas por pequeños arbustos situados en medio de un campo de flores.

Mikasa se adentró aún más observando que estaba rodeado de varios ventanales, todos ellos cerrados a excepción de uno. Las hojas crujían bajo sus pies, deslizo la mano sobre una mujer sosteniendo un bebe envuelto en un único velo tallado en piedra, el polvo se aglomero en sus yemas.

Alzo la vista contemplando el cielo nocturno, perdiéndose en su inmensidad.

Se mantuvo cautivada por aquella sensación de paz que otorgaba el ambiente. Un sonido entre los arbustos más allá de donde se encontraba le hizo recobrar la postura colocando sus sentidos alerta. Se acerco con cuidado, cautelosa de no pisar las hojas secas que había bajo sus pies; la luz reflectaba un color dorado cerca de varias esculturas.

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