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Mikasa contuvo la respiración atrapando el aire en su pecho al tiempo en que se movía velozmente entre los polizones que habían abordado el barco de Jem. Una, dos, tres gargantas cortadas con poca diferencia de segundos entre sí. Nada más existía en ese momento solo ella y ambos cuchillos, uno en cada mano. Miro a su alrededor fugazmente, observando a sus compañeros contandolos con una rápidez que hasta ella misma quedo asombrada.

Y finalmente exhalo el aire comprimido en sus pulmones. Aquello se habia vuelto casi un ritual, porque no le encontraba pleno sentido luchar para salvar a los que amaba si no había a quien proteger.  Connie y Sasha soltaron varias lágrimas al mover los cuerpos cerca del costado de estribor para arrojar los cuerpos al mar; después de varias disputas se estimó que era lo mejor para ellos y para el transcurso del viaje, ya que en dos días los cuerpos comenzarían a descomponerse poco a poco.

Varias horas han transcurrido y Mikasa camino hacia la cubierta principal, encontrandose con un hermoso paisaje. El cielo estaba despejado con el sol bañandolos a su costado y la brisa marina revolotenado su rostro. Al otro lado diviso a Connie y Eren, quien se encontraba apoyado sobre el barandal con ambos brazos y su cuerpo levemente relajado sobre él; sus piernas se mantuvieron estaticas, mientras su único deseo era situarse a su lado.

—Mikasa.

La voz suave cabalgando a través del viento le hizo entender, que aquello era lo que la detenía en avanzar.

—Jem ¿esta todo bien?— preguntó impasible—.

—Sí...solo necesitaba verte —su cabello blanquecino se alborotaba en el aire—. Temía que estuvieras herida, ya sabes —se encogio de hombros sutilmente—. No queremos que se preocupen cuando te vean llegar y tampoco se me perdonaría si algo te sucediese...yo tampoco me lo perdonaría a mi mismo.

—Entiendo que estes preoucupado por mí, pero nada me sucederá. Y quería agradecerte por permitir que vinieran y traerlos conmigo ellos son lo único que me queda, no podría seguir sin asegurarme que esten bien.

Jem escaneo su rostro lentamente, alternando la mirada entre varios puntos de él y acerco el dorso de su mano derecha hacia la mejilla de la azabache.

—Dedo ser honesto Mikasa, más allá del trato que hayamos hecho y del cual ambos nos  beneficiamos ambos...también lo hago por ti, por la increíble chica que he conocido. Sin duda me encargaré de que tu vida este muy bien atendida, no temas por eso.

Aquello que debió confortarla —en algún sentido—solo permitió que la inseguridad y ansiedad se abrierán paso en su interior. 

A diferencia de todo lo sucedido anteriormente, ahora se encontraban a salvo, sobre un buque recorriendo cientos de kilometros en el mar hacia el rumbo de lo que sería su nuevo hogar. Pero cada golpe obtenido en estos días estaba ganando peso en sus corazones. Cada uno de los ex cadetes de la legión de reconocimiento, se encontraban separados tratando de procesar sus emociones y controlar sus pensamientos. Mientras que el día iba cayendo poco a poco, hasta la apuesta del sol sobre el limbo del oceáno.

Mikasa llevaba un par de toallas hacia la habitación de Jean, cuando repentinamente sus piernas se balancearon hacia el costado izquierdo llevando todo su cuerpo a golpearse contra la pared y el barandal a mitad de el. Un quejido involuntario escapo de sus labios y fue imposible no retorcerse en sí, siguio caminando con dificultad y manteniendo la estabilidad a los movimientos del barco. Una vez adentro de la habitación, se apresuro a dejarlo a un costado de la cama.

—¿Como se encuentra? 

—La herida ha comenzado a cicatrizar lentamente, pero es un buen avance. No tendrá mayores complicaciones hasta llegar a puerto, ahí podremos llevarlo hasta las atenciones de salud.

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