Capítulo 09

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P OR el camino, Violette le habló de Gérard a su amiga.

Le contó la escena a la que había asistido.

—Iremos a verlo —dijo Julie, ya interesada.

Cuando llegaron a casa de Violette, en el café reinaba una gran animación. Las dos muchachas se instalaron junto al mostrador para tomar una limonada. Recibieron su ración de frases obscenas. Julie se divirtió respondiendo a ellas con traviesas miradas. Ninon servía sola, pues Rose trabajaba en los Halles y Mathilde se había ido a la habitación del extremo del pasillo. Desde su primera aventura con los dos carniceros, hacía regularmente el amor con ellos, y cada vez más a menudo.

Un poco antes, Ninon le había dicho: —Vete a la habitación. Te prometo una sorpresa.

Mathilde se había desnudado, manteniendo sólo sus medias con un liguero adornado con hermosas blondas. No sólo a causa del calor sino porque sabía que a Raymond y a Lucien les gustaba encontrarla de ese modo. Tendida en la cama, con las piernas abiertas colgando hacia el suelo, se acariciaba los pechos preguntándose cuál de los dos entraría. La mayoría de las veces, en efecto, no quería saberlo para avivar más aún su excitación.

La puerta se abrió. Mathilde se estremeció viendo que Raymond y Lucien entraban en la habitación. ¡Tanto más cuanto les seguía otro hombre! Era Maurice, un chalán que acudía, de vez en cuando, a París para ver a sus clientes. Apenas se atrevió a imaginar lo que iba a suceder.

Raymond le presentó a su amigo mientras se abría la bragueta para sacar la verga. Al igual que Lucien, no tenía por costumbre andarse por las ramas cuando se encontraba con Mathilde.

Ella se sentó al borde de la cama, como él le había pedido. Los tres hombres permanecieron de pie, uno junto a otro, frente a ella. Tanto por efecto del deseo como por cierta inquietud, tembló al ver su sexo medio erguido ante ella. Raymond, en el centro, avanzó hacia ella. Instintivamente, se metió en la boca la verga, cuyo fuerte olor le gustaba. Sin necesidad de que se lo ordenaran, sus manos no permanecieron inactivas. Agarró los otros dos sexos para acariciarlos.

Una emoción que nunca antes había sentido la invadió de pronto, pues era la primera vez que daba placer a tres pollas al mismo tiempo. Con el sexo hundido en la complaciente boca, Raymond magreaba sus pechos sin contemplaciones. Casi le hacía daño cuando pellizcaba los gruesos pezones aunque, de hecho, aquello le gustase. Los tres sexos estaban ahora muy erguidos, entre sus labios y sus dedos.

—¡Conteneos si no queréis perder vuestra leche! —les dijo Raymond a los otros dos.

Mientras seguía dirigiendo las operaciones, soltó su pene diciéndole a Mathilde que detuviera sus caricias. Se tendió en la cama ordenándole que se instalara sobre él. Tras haberla tomado por las caderas, Raymond la empaló en su rígida polla. Inmediatamente después, Mathilde sintió que un sexo se ajustaba en su ano. Era Lucien que se disponía a sodomizarla. ¡Oh!, ciertamente había recibido varias veces aquella verga en su culo, pero nunca aún mientras recibía un sexo en su vagina. No pudo evitar un gemido cuando el glande forzó el prieto anillo.

¡Y no había llegado al cabo de sus emociones! Pues Maurice, el amigo, se había instalado ante ella con la gruesa tranca levantada hacia su rostro. Abrió maquinalmente los labios para metérsela en la boca. Jadeó de nuevo cuando los otros dos se hundieron en sus orificios íntimos. Sus carnes se abrían bajo la presión de los voluminosos sexos. Le pareció incluso que iban a reunirse en sus entrañas.

Los tres hombres la utilizaban sin preocuparse por sus reacciones. Los sexos pistonearon muy pronto al mismo compás. Todo su cuerpo era agitado por unos espasmos cada vez más violentos.

Maurice fue el primero que descargó, en su boca, seguido poco después por Raymond y Lucien. Ella gozó lanzando largos gemidos mientras los hombres soltaban los últimos chorros. Cuando se retiraron, le pareció que su cuerpo estaba por completo lleno de esperma. Permaneció tendida boca abajo, saboreando, casi inconsciente, el placer que seguía irradiando su cuerpo. Nunca hubiera creído que semejante goce fuera posible.

Mathilde olvidaba, incluso, el impúdico espectáculo que estaba ofreciéndoles. Entre sus separados muslos, el esperma de Lucien manaba de su vulva muy abierta. Y su ano, distendido, era mancillado por cremosos churretones. Excitados por lo que veían, los hombres seguían empalmados.

—¡De buena gana le daría por el culo! —dijo groseramente Raymond—. ¡Jódela tú! —añadió dirigiéndose a Maurice.

El cuarteto volvió a formarse de acuerdo con los deseos de Raymond. Pero Lucien, al que estaba mamándosela, retiró la polla antes de eyacular. Miró a sus amigos mientras se vaciaban por segunda vez. En cuanto Raymond sacó la verga, tomó él su lugar en el lubrificado culo. Gozó rápidamente, mezclando su leche con la de los otros dos.

Tendida en la cama, Mathilde volvió lentamente en sí. Los tres hombres se habían marchado. Ninon entró en la alcoba. A Mathilde le molestó de pronto, mostrarse desnuda ante su amiga.

Pero era eso, precisamente, lo que excitaba a Ninon. Se arrodilló en el suelo, justo ante Mathilde. Ninon puso las manos en la articulación de las rodillas, obligando a Mathilde a doblar sus piernas. La vulva, abierta de par en par, exhalaba un fuerte olor a amor. En absoluto asqueada, Ninon colocó el rostro sobre aquel sexo, para lamerlo. La turbó profundamente recoger con la lengua el esperma que acababa de verterse allí.

Metió, al mismo tiempo, un dedo en el ano, empapado también. Caldeada por aquellas caricias, a Mathilde la arrebató, de nuevo, otro orgasmo.

Ninon se sentía, de todos modos, algo frustrada. Mientras su amiga se vestía, le dijo: —La próxima vez haremos el amor juntas con Raymond y Lucien.

Durante ese tiempo, Violette y Julie comían una tortilla de patatas y chicharrones, en el café todavía. Violette se sintió de pronto conmovida viendo a Gérard que pasaba, con Odile, por el corredor. Se lo dijo discretamente a Julie que respondió: —¡Vamos a verlos!

Violette le dijo a su madre que su amiga se quedaba a dormir en su casa.

—¡No hagáis demasiadas tonterías! —les dijo Ninon sonriendo.

Dos Hijas NinfómanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora