Capítulo 18

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 En el camino de regreso, Violette le habló de Julien a su amiga. Ésta le respondió enseguida que le gustaría conocerle. Violette añadió que sin duda no tenía amiguita.

—Pues está muy bien. ¡Le despabilaremos! —respondió Julie riendo.

Cuando llegaron a casa de Violette, su madre le recordó que su prima Clarisse estaría allí hasta el día siguiente. Echaron una notita por debajo de la puerta de Julien y se reunieron con Clarisse en su habitación.

Conmovida todavía por su desfloración, la muchacha estaba tendida en la cama sumida sencillamente en sus ensoñaciones y paseando una mano por su vulva. Violette hizo unas rápidas presentaciones y propuso a Clarisse que fueran a dar una vuelta. Ésta aceptó rápidamente creyendo que eso le cambiaría un poco las ideas.

Tras haber avisado a Ninon, salieron para caminar, dirigiéndose hacia el Sena. Puesto que hacía buen tiempo, numerosos paseantes deambulaban por los bulevares.

Clarisse se sintió de pronto muy molesta cuando Violette le preguntó qué había hecho por la tarde. Julie, que había adivinado su conmoción, le dijo riendo: —¡Has visto a un chico! Todavía llevas encima el olor a hombre. ¡Ya me está excitando!

A Violette seguía impresionándole el descaro de su joven amiga. Prosiguiendo su camino, las tres comenzaron a caldearse. Julie no se privaba de dirigir miradas incitantes a los hombres con los que se cruzaba, aunque fueran acompañados por una mujer.

—Uno de esos días —le dijo a Violette— nos divertiremos llevando uno o dos a casa de Thérèse.

Ya de regreso, se detuvieron en la sala del café para beber una naranjada. Luego subieron a la habitación de Violette.

Cuando llegó a la suya, a Julien le sorprendió descubrir la nota que le había dejado Violette. ¡Tras la madre y la hija mayor, ahora le invitaba también la más joven! Tenía trabajo, pero su excitación era tal que le fue imposible sentarse a su mesa, a la espera de reunirse con Violette.

Julie se había acercado a Clarisse. Siempre tan bribona, le puso las manos en los hombros. Clarisse se estremeció, sin atreverse a decir la menor palabra, cuando Julie desabrochó la parte alta de su vestido.

—Tenía ganas de verte los pechos.

Clarisse la dejó hacer cuando Julie comenzó a acariciarle el seno, aprisionado todavía por el corsé. Enardecida por la actitud de su amiga, Violette se acercó a su prima. Le acarició las nalgas mientras Julie seguía magreándole los pechos. Clarisse apenas advertía que, ahora, estaba medio desnuda. En efecto, el vestido había caído a sus pies.

Con gesto tierno pero decidido, Julie metió una mano en la entrepierna de sus calzones. Hurgó unos instantes en el enmarañado vello antes de palpar la húmeda vulva. Clarisse temblaba por efecto del placer que nacía en su vientre. Violette la llevó a la cama. Clarisse se encontró tendida sobre el cobertor.

Julien llamó a la puerta cuando Julie estaba haciendo resbalar los calzones por las piernas, para quitarlos por completo. Esperaba encontrar sólo a Violette y quedó pasmado ante el espectáculo que se le ofrecía: una muchacha desconocida, tendida en la cama, con las piernas dobladas, y otra, desconocida también, que estaba acariciándola.

Mientras seguía mimando el sexo de Clarisse, Julie le dijo al muchacho que se acercara. Sin más preliminares, acercó su mano libre a la verga tensa bajo los pantalones. Luego, le dijo a Violette que se encargara de él.

Sentada al borde de la cama, Violette sacó la polla de la bragueta para manipularla con timidez. De hecho, era sólo la segunda vez que tocaba un sexo masculino.

Dos Hijas NinfómanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora