Capítulo IV

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Pov. Athena

El pasado nunca desaparece, el presente se convierte en pasado en algún momento y el futuro que planeo ahora, será pasado en algún momento de mi vida. Por lo tanto, el pasado nunca desaparece. Es como la maldición de todo ser humano. Todos los errores que cometiste, los recordarás por el resto de tu vida, ya sea por terceros o algo en ti mismo, como una cicatriz, quizá una mancha en el techo de tu casa que te costó toda una tarde intentando sacarla, o quizá un vidrio roto por alguna tontería que hiciste.

Por mi parte no fue un error, más bien fue una herida que nunca cerré, porque no le tomé la importancia necesaria, ya que quizá era algo que nunca quise enfrentar, por un miedo absurdo de mi inmadurez. Quizá pensé en ese entonces que fue la mejor decisión que pude tomar, pero ahora mismo, les digo sinceramente que fue la peor decisión que tomé en mi vida. 

Menciono esto porque ahora mismo la relación que llevo con mi padre es demasiado incómoda, por haber escapado y no haber confrontado lo que soy con él. Es mi padre y merecía sber la verdad y mi miedo solo me hizo más cobarde. 

Eso es algo que me arrepiento mucho, pero algo que no me deja en paz, también es la culpa de no haber hablado con Lorraine formalmente, hablar de si lo nuestro terminó o no. Yo lo tomé como que había acabado cuando me fui en ese tren sola. Por esa culpa de nunca haber acabado la relación como tal, siento que le debo algo a ella, por eso no puedo negarle ayuda a Lorraine.

-Athena, tengo miedo. No creo ser lo suficientemente fuerte para hacerlo. Voy a tener un hijo.

Esas palabras hicieron que todo lo que el rencor que le tenía desapareciera, siempre fue ella la que me cuidó, la que me apoyó, la que estuvo para cuando nadie estaba y yo no podía huir esta vez.

-No entiendo, qué esperas que haga. ¿Felicidades? --dije confundida.-- O sea, te vas a casar, con un hombre exitoso y de renombre, ¿Qué quiere de mi?

-Estoy asustada, porque él no quiere tenerlo y no sé que hacer mis padres no quieren que lo deje, pero yo no quiero...--empezó a hiperventilarse y decir cosas al azar y decidí tranquilizarla con un abrazo.

-Vamos a mi carro, está muy frío para hablar aquí a fuera. --la lleve hasta el carro y encendí la calefacción.-- Escúchame. Yo no puedo ayudarte en esto. Sólo habla con tus padres sobre lo que pasa, quizá te entiendan mejor.

-Ya se los dije... Pero tienen la idea de que lo dé en adopción cuando nazca. No quiero hacerlo. --dijo secándose las lágrimas.-- Lo voy a dejar.

-Espera, no... No tomes decisiones por impulso... Te arrepentirás. --dije intentando evitar una desgracia.-- Sólo espera, quizá cuando nazca cambie de opinión...

-Athena, ¡No lo hará! --exclamó.-- Lo conozco... Él... Él quiere que aborte.--dijo soltando un par de lágrimas.

-Lorraine, ¿Tu te sientes preparada para tener un hijo? 

-Sí... Lo estoy. --aseguró.-- Pero Stephen es un imbécil. Él dice que no lo quiere. Qué está en el mejor momento de su vida y un niño no lo va a arruinar.

-¿Qué harás cuando lo dejes? ¿Tienes a donde ir? --pregunté inocentemente.

-Buscaré un pequeño departamento, pero... quiero hacerlo lo más antes posible, y quería preguntarte...--volvió a la normalidad.--  Si... es posible que pueda quedarme contigo por mientras.

-Lorraine...

-Athena, enserio, no seré un estorbo, tengo un trabajo muy buen posicionado y puedo conseguir el departamento pronto, sólo déjame quedarme contigo unos días. --insistió. Sentía que le debía algo y creo que este favor hará que todo esté saldado.

Las luces de LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora