Capítulo IX: Cambio de estación

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Pov. Elio

Qué extraña sensación, siento que he vivido esto antes. Hay personas que lo llaman Deja Vú; sentirte familiarizado con un momento en especifico, o tener la sensación de haber pasado por algo exactamente igual.

No creí que volvería a pasar, mucho menos que me daría cuenta de la posible enfermedad de mi mejor amiga.

-Athena, ya estoy afuera de tu casa. --avisé por llamada telefónica a mi mejor amiga.

-Ya bajo. --estaba riéndose y no entendía porque.-- Las escaleras se ven muy largas. No cuelgues, ya salgo. --siguió riéndose y cuando llegó a la puerta aún seguía con el teléfono en la mano.-- Aquí estoy, ya puedes entrar. --se rió y yo colgué la llamada.

-¿Te pasa algo? Estas como rara. --comenté mientras pasaba a su casa.

-Pues sí y no.

Apestaba a alcohol.

-¿Puedes creer que soy la única chica de 16 que no había probado una gota de alcohol en su vida, hasta ahora?

Al entrar noté que había una botella de vino vacía en el piso y una copa rota. Ella no estaba bien, nunca hace esto.

-Athena, ¿Por qué estás bebiendo? --pregunté preocupado, por su padre o que sus hermanos la vean así, y me puse a recoger todo el desastre.

-Es curioso queridísimo amigo que se emborracha cada fin de semana. --al notar lo que hacía me quizo detener. -- Hey, hey, no, no, no, detente, relájate y bebe un poco conmigo.

-Athena, basta, me estás asustando, esta no eres tú. ¿Qué te sucede? --pregunté mientras intentaba que se sentara y me dejara limpiar.

-Me sucede que, la vida es una mierda... Que las emociones no son tan fáciles de resolver como un problema de matemáticas.--rió.-- Es más, no creí que habría algo más complicado que esa mierda.--intentó abrir la botella de ron que estaba cerca suyo, pero se la arrebaté.

-¡Basta! No sigas tomando. --la regañé.

-¿¡Por qué!? --me gritó.-- ¡Si tu siempre estás tomando y divirtiéndote con tus amigotes! --tomó la botella y bebió un poco.-- ¡Te llamé para que me acompañaras, no para que me juzgaras! Si eso vas a hacer entonces vete.

Volví a quitarle la botella y la tomé del brazo para levantarla del sofá.

-Athena, mírame. ¡Mírame! --Pedí.-- ¿Qué mierda te pasa?¿Estás orgullosa de lo que haces? ¿Qué van a pensar tus hermanos al ver esto? ¿No te da vergüenza?--se soltó.

-No me toques.

-¡Entonces contrólate!

-¡Deja de gritarme! --empezó a llorar y me empujó.

-¿Qué? ¿Ahora te quejas?

-Déjame en paz. --se sentó nuevamente

-¿Qué rayos te pasa? --pregunté más calmado y me senté a su costado para consolarla.

-Estoy cansada, Elio... Estoy cansada de fingir... De no ser yo. --lloró más.

-¿De qué hablas? --pregunté curioso.

-Me gusta una chica.--me miró esperando algo de mi.-- Me gusta Lorraine. Y no puedo sacármela de la cabeza. Es como si fuera parte de mi, ¿Entiendes? Eso no puede ser, mi papá me mataría, ¿Puedes entender la gravedad del asunto?

Ese fue el día en que dejé de pensar en mi mismo. En entender que no era el único que sufría. Que no era el único que sufría por la misma mujer, pero que sabía que si intentaba algo con ella, heriría a Athena, pero ella es mi mejor amiga y la ha pasado demasiado duro ya, como para que yo le hiciera daño.

Las luces de LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora