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Pov. Athena

-¡BELLA!

Mis gritos de una habitación a otra, llamaban la atención de todos. Todos miraban, todos estaban al pendiente de mi. Muchos me reconocían, otros simplemente me ignoraban. Sin embargo, el recuerdo de aquella noche de año nuevo, se confundía con el presente.

-¿Dónde estás? --mis lágrimas y temblorosas manos sostenían el celular que llamaba constantemente al de Lorraine pero no lograba recibir la llamada.-- Lorraine... --mi llanto, no me permitía hablar del todo bien.

-Última llamada para el tren de las 10:15 p.m. con destino a Londres.

-Por favor...

Subí con la esperanza de ver a Lorraine apareciendo en el último segundo.

-¡Bella, espera! --el segundo grito tampoco funcionó.

-¡No, por favor, no! ¡No cierren las puertas! --rogué al ver cerrar las puertas.

-¡Bella! --el último llamado, captó su atención, pero mi mano detuvo su andar al tomar su desnudo brazo.-- Por favor... No te vayas...

El mundo detuvo su curso sólo para presenciar tal discusión. Las personas miraban igual que aquella noche. Con intriga, otras con desprecio y pocas lo ignoraban.

-¡Suéltame! Si no me sueltas gritaré. --advirtió y la solté pero no permití que se fuera.

-Por favor... Sabía que no sería buena idea venir.

-¿A caso no planeabas decírmelo? --interrogó.

-¡No! --pensé.-- Es decir... Sí, quizá... No lo sé, no lo vi necesario...

-¿Necesario? ¡Claro que era necesario! Athena te perdoné sin saber toda la verdad ¿Qué creías que pasaría cuando me enterase? --las lágrimas de Bella salían en abundancia. ¿Qué hice? ¿Por qué? No soy nadie para causar tales lágrimas.

-Vamos a otro lado, a hablar, por favor... --mi nerviosismo seguía aumentando, la similitud de esta noche con la de año nuevo me causaba tal miedo.

-Padre, por favor, detente.

-¡Mi hija era pura! ¡Tenía un maldito futuro!

-¡Charles, tu hija no tiene 15 años! Es una adulta. --Frank, intentaba esquivar cada golpe de mi padre, pero un marin, es un marin. Acabaría destrozándolo dentro de poco.

-¡Papá detente!

-¡No me llames así! ¡Tú no eres mi hija!

-¡No me voy a ir a ningún lado contigo! ¡Eres una traidora! --Bella, tu no.

Qué similitud. Que parecido. Las dos personas que más amaba me terminaron odiando.

-¡Chicas! --la voz de Elio retumbó en mi cabeza.-- ¡No discutan aquí! ¡Hay reporteros!

Vi como el miedo se apoderó de ella al instante que entendió que la gente prestaba atención. Cómo se escuchaba el chasqueo de las cámaras al tomar fotos y los murmullos provenientes de las personas que pasaban alrededor. Lo único que se me ocurrió es tomarla de la muñeca y correr junto a ella. 

Esta vez, no estaría sola. Esta vez, sí tenía a la persona que amo, para escapar del peligro que nos asecha en momentos tan críticos como este.

La brisa primaveral en las noches, suele ser la mejor, podíamos sentir las pequeñas gotitas de agua que se encontraban gracias a la humedad de ésta. Paso algo increíble, fue como si cada semáforo estuviera al tanto que pasaríamos desprevenidas, ya que por arte de magia, pasamos por dos de éstos y marcaron el rojo, al instante.

Las luces de LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora