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Pov. Bella

Faltan pocos días para navidad y empecé a tener una especie de melancolía y nostalgia. Hace un año estaba en Milán con la chica que... que rompió mi corazón. Aquella que decía amarme y cuando tuvo oportunidad se fue con la chica que me generaba tantas inseguridades.

Todas las veces que Athena dejaba mi departamento para regresar al suyo y encontrarse con Lorraine era un infierno para mi.

-¿Ya te vas?--pregunté con voz apagada a la Athena que solía mimarme todo el tiempo. Ella me miró y sonrió como siempre solía hacerlo para levantarme el ánimo pues ella sabía lo mucho que me enloquecía su sonrisa.

-Tengo que ir a trabajar, Bella...--dijo mientras se abrochaba el pantalón y buscaba su camiseta.

-Regresa cuando acabes tu turno, por favor...--pedí.

-Eso quisiera, pero debo volver a mi depa, tengo que ver si Lorraine tiene todo en orden.--me dio un beso en la frente en señal de despedida.

Hice un gesto de frustración y ella se dio cuenta antes de salir de mi habitación, y no sabía que hacer sólo me dio un abrazo.

-No va a pasar nada, te lo prometo.

Siempre tengo presente ese recuerdo pues fue aquel que me hizo confiar en Athena. Semanas después se cumplió lo que me hacía sentir insegura y eso sólo me hizo darme cuenta que siempre debo confiar en mi intuición. Siempre debo hacerle caso por más tonto que suene.

Después de esa tarde que vino no volvió a aparecerse ni por mi casa, trabajo o algún sitio que suelo frecuentar y tampoco es como si quisiera verla cerca mío, dejando su perfume tan... dulce y suave que suele echarse por todo el lugar. No quiero ver esa mirada que hace que me dé cuenta de que realmente haría todo por mí, o dejar esa impresión pues... Sé perfectamente que no lo hizo en su momento y es muy tarde si pretende hacerlo ahora.

-Bella, mira lo que haces.--mi supervisora me llamó la atención pues estaba a punto de hacer caer un adorno muy valioso.-- ¿Qué pasa contigo, niña? Estabas haciéndolo muy bien.

Mi supervisora tiene alrededor de 55 años y ella siempre me trata como si fuera su hija, me ayudó muchísimo al momento de encontrar el trabajo, me dio muchas facilidades.

-No pasa nada, sólo me quedé pensando. Ahora mismo hago lo que me pidió.--intenté evadirla y seguir con lo mío pero ella me tomó del hombro y quiso hablar conmigo, así que me llevó detrás de la tienda para hablar con más tranquilidad.

-A ver, Bella... ¿Qué sucede?--preguntó con una sonrisa tierna.-- Esta semana te he notado muy distraída y casi rompes la bola de cristal que es lo más caro del local. ¿Te sientes bien? ¿Estás enferma?

-Sí, sólo tuve una discusión con alguien cercano, es todo.--intenté cortar el tema.

-¿Es con ese chico que siempre te viene a buscar?--intentó sacarme información y reí por su interés en mi vida personal, ya que normalmente los jefes no son así de amables.

-No, alguien más... No se preocupe, voy a dar lo mejor de mí. Enserio no quiero hablar de esto, es un tema sin importancia.--le regalé una sonrisa pero aún así no me dejó ir.

-No creo que no tenga importancia si te afecta tanto. --ella puso su mano en mi hombro en señal de comprensión.-- Arregla las cosas con esa persona que hace que interfiera en tu diario vivir y vuelve con la misma chispa que los meses anteriores. Tómate el día libre.

Así fue. Me tomé el día y regresé a casa, pero me encontré con la sorpresa de que alguien me esperaba en la puerta. Así que mi día no iba a estar del todo libre.

Las luces de LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora