Epílogo

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7 años más tarde...

 - En silencio, se tiene que despertar cuando le cantemos el Cumpleaños feliz.

Obviamente me estaba haciendo la dormida. Quería mucho a Martina, pero debía admitir que era tan trasto y tan patosa como yo a su edad, con cuatro añitos. En cambio, Eloi, que solamente tenía un añito y medio, demostraba ser tan ágil y portentoso como su padre.

- ¡Cumpleaños feliz! ¡Cumpleaños feliz! Te deseamos, mami, ¡cumpleaños feliz!

Me incorporé en la cama y vi a mi preciosa familia sonriéndome, con un cupcake con frosting de color rosa y un 33 clavado. Sonreí y soplé las velas, deseando que todo siguiera como estaba, con un marido maravilloso y dos niños guapísimos que me alegraban el día.

Después de nuestra boda y nuestra Luna de Miel, Álvaro y yo volvimos a nuestra rutina. Compramos una casa antigua en Llucmajor y la rehabilitamos. Poco después de todos los cambios decidimos ampliar nuestra familia. Y fue entonces cuando llegó Martina, tres años después de la boda. A Álvaro se le caía la baba con nuestra pequeña, tenía el mismo pelo negro que su padre, pero en la cara se parecía a mí, ¡y menos mal! Y tres años después decidimos tener al pequeño Eloi, con el pelo claro y los ojos oscuros de su padre, ¡era para comérselo!

Al ser el día de mi cumpleaños, Álvaro se encargó de dar el desayuno y de vestir a los niños, mientras yo me duchaba rápidamente. Nuestra vida era un no parar. Nos levantábamos a las siete en punto Álvaro y yo. Él empezaba a las ocho y media en el hospital, y habíamos cogido la costumbre de desayunar juntos, sin los niños. Media hora más tarde se levantaban los peques y la tranquilidad se convertía en un caos de ropas, mochilas y zapatos. A las ocho menos cuarto Álvaro salía de casa, y a las ocho y cuarto dejaba a Eloi en la guardería y me iba al colegio, en el que Martina hacía la educación infantil. Pero aquel caos ya era necesario para mí. Era lo bonito de nuestra vida. Y lo mejor era que lo compartía con Álvaro.

Aquella noche los niños se quedaron a dormir en casa de mis padres, Álvaro y yo celebraríamos mi cumpleaños yendo a cenar a La Tagliatella y pasando la noche juntos, y solos. Era algo echábamos de menos de cuando no teníamos a los niños, poder salir sin ninguna obligación y hacer todo lo tarde que quisiéramos. Esto no significa que no adore a Martina y a Eloi, pero a veces una pareja relativamente joven necesitaba un poquito más de intimidad.

Aquella noche me arreglé un poquito más de lo que hacía en mi día a día. Y Álvaro estaba impresionante, cómo cuando le conocí. En unos meses haría cuarenta y un años, algunas arrugas de expresión empezaban a verse alrededor de sus labios y sus ojos. En su pelo oscuro ya se podían ver algunas canas, al igual que en su barba. Pero seguía siendo tan guapo y tan irresistible como siempre.

Comimos mucho y reímos todavía más. Hablamos de todo lo que nos había ocurrido desde que nos conocíamos. Me dije en un montón de ocasiones que gracias al accidente que había sufrido, ahora todo estaba como está.

Al llegar a casa, todo estaba cómo lo habíamos dejado antes de salir: ordenado. Álvaro me rodeó la cintura por detrás, apoyando su cabeza en mi hombro, y me olió profundamente.

- Hueles exactamente igual que hace dos años.

- Sabes que siempre he utilizado el mismo perfume, me lo has regalado un montón de veces – sonreí.

Se colocó enfrente de mí y cogió mi cara con las manos, para poder besarme.

- ¿Quieres que te regale otro frasco más?

- El mejor regalo fue que volvieras a mí, tal y como me lo prometiste. 

FIN

Volveré, te lo prometo #NikéAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora