Capítulo 21

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Lo primero que vi al despertarme aquel 24 de diciembre fue el rostro de Álvaro, que me miraba con una mezcla de ternura y somnolencia.

- Buenos días – dije sonriendo - ¿Llevas mucho rato despierto?

Negó con la cabeza, luego se acercó para darme un dulce beso en los labios.

- Venga dormilona, debemos levantarnos y desayunar, ¡tenemos muchas cosas que hacer hoy!

Álvaro se levantó de la cama con energía y tiró de mi mano. Desayunamos juntos de un café con leche y copos de trigo, después nos duchamos y fuimos rumbo al supermercado para comprar nuestra cena de esa noche.

Ese día Álvaro estaba más guapo que nunca (cosa que era difícil), llevaba unos pantalones chinos negros que le quedaban estupendamente y un jersey de punto de color gris. Íbamos abrazados paseando por el centro comercial, y tengo que decir que fue una de las mejores sensaciones que había sentido en mucho tiempo. Para mí, solamente estábamos nosotros dos, aunque pude ver como varias mujeres se giraban al ver pasar a Álvaro por su lado, observando su potente atractivo.

Fuimos al supermercado y cogimos un carrito pequeño para meter allí la compra de la cena de aquella noche. Anduvimos por los pasillos y por las secciones de carnicería y pescadería, pero no había manera de que eligiéramos el menú de nuestra primera Noche Buena juntos; aunque aquello nos divertía. Al final, después de estar veinte minutos discutiendo qué comer y qué no, decidimos que compraríamos distintos tipos de marisco y que no habría ningún plato principal.

Después de ir a buscar la ropa que me pondría esa noche a mi casa (había olvidado por completo el “modelito”), fuimos al piso de Álvaro, escondimos la compra, me puse un delantal negro muy profesional y empecé a hacer la comida: una tortilla de patatas y ensalada.

A Álvaro mi tortilla le encantó, y me dio mil veces la enhorabuena, con esa sonrisa suya tan bonita que tiene. Estaba completamente pillada por él, hasta las trancas, enamorada perdida… para mí, Álvaro era el hombre que necesitaba a mi lado durante el resto de mi vida. Con él me sentía segura y querida. Sentía que caería bien a toda mi familia, y que era un chico como toca, un perfecto caballero. Cuando me besaba, todo el mundo se paraba a nuestro alrededor. Sí… cuando digo esto parezco una adolescente de quince años, pero era lo que sentía por él, ¡no podía hacer nada más!

Después de comer, entre los dos fregamos los platos, y después nos sentamos en el sofá para ver un rato la televisión antes de empezar a arreglarnos. Ambos estábamos sentados en el sofá, yo con los zapatos quitados y sentada como una india, tapada con una manta de color negra; mientras que Álvaro estaba tumbado, con su cabeza apoyada en mis piernas y tapado con otra de sus mantas. Para mí la televisión no existía en esos momentos, le miraba concienzudamente mientras le acariciaba su pelo azabache con las manos. Era tan guapo… y estaba conmigo, solamente era para mí.

Después de dejar la cena prácticamente lista, había llegado la hora de arreglarnos. Le dije a Álvaro que quería sorprenderle, así que cogí mi ropa y me encerré en el baño con el maquillaje. Me maquillé con unos polvos compactos, un colorete de un tono melocotón y me ahumé los ojos en un tono gris oscuro. Después me vestí con la ropa elegida: una mini falda de lentejuelas doradas (muy llamativa, sí), una camisa holgada banca con las mangas recogidas y me calcé unos peep-toe negros de ante con strass en la plataforma y el tacón. Me recogí mi melena oscura en una coleta alta y algo despeinada, y después de coger aire salí del baño.

Álvaro al verme me sonrió seductoramente, estaba que quitaba la respiración. Solamente de verlo ya me había puesto tonta. Estaba irresistible. Pensé que aunque una chica fuera lesbiana, al verlo de aquella manera, caería rendida a sus pies pidiéndole que fuera el donante de semen para su futuro hijo. Y es que aquella camisa azul cielo le sentaba como un guante.

Se acercó a mí, susurró a mi oído que estaba preciosa y agarrándome por la cintura me estampó un beso de película. Aquella noche prometía, y mucho.

Nos sentamos a la mesa, que habíamos adornado con un mantel en un color crudo y que estaba presidida por dos velas rojas. Álvaro sirvió el vino blanco, y empezamos a cenar. No podíamos evitar la ilusión que nos hacía pasar aquella primera noche de Navidad juntos, cada poco rato nos cogíamos de las manos y nos acariciábamos.

- Nuestra primera Noche Buena juntos – dije, sonriendo alegremente.

- La primera de muchas, cariño – contestó Álvaro, cogiendo mi mano y besándola dulcemente en el dorso.

Sonaba un CD con canciones instrumentales de películas bastante conocidas como Cinema Paradiso y su Love them for Nata. Y a media noche Álvaro y yo decidimos intercambiarnos los regalos. Empecé yo, dándole mis regalos. Cuando vio el perfume sonrió, sonriendo sensualmente y susurrando un me encanta que fue dirigido directamente a mi entrepierna. Y cuando abrió los otros dos regalos, se quedó alucinando.

- ¡Te has acordado de The Cat Empire! – exclamó sonriente – Dios Blanca, hacía años que quería la discografía entera, ¡y también hay el último CD! Y el reloj… es impresionante. Muchas gracias Blanca, eres genial.

Dejó los regalos encima de la mesilla del salón y me besó con ganas y pasión.

- Eres lo mejor que me ha pasado nunca, en serio – dijo encima de mis labios.

Yo sonreí como una tonta, y él se levantó y se dirigió al pequeño despacho que tenía montado y cuando salió llevaba una enorme bolsa de Tous que me dejó de piedra al verla.

- Toma, este es tu regalo – sonrió dulcemente.

Dentro de la bolsa había un paquete bastante grande. Lo cogí y al abrirlo me encontré un precioso bolso de la conocida marca de color negro estilo Brooklyn con el símbolo de la marca de plata. Abrí los ojos como naranjas al ver semejante regalo, ¡se había gastado un dineral! Lo miré sorprendida.

- Me encanta Álvaro – susurré, volviendo a mirar el bolso que tenía entre las manos –. Es precioso, completamente mi estilo.

- La dependienta me ayudó un poquito, la verdad – dijo, sonrojándose -. Pero creo que es el que va más contigo.

Dejé el bolso a un lado y le besé. Le cogí desprevenido, porqué tardó unos segundos en reaccionar; pero luego me apretó contra él, provocando que los besos fueran más profundos. Sentirlo tan cerca, tan pegado a mí, era una de las sensaciones más dulces que había sentido jamás.

Eran las nueve y media de la mañana cuando nos levantamos. Era el día de Navidad, y teníamos que ir a comer a casa de mis padres. Así que después de un desayuno ligero y de una ducha rápida, nos montamos en el coche y fuimos directos a la comida familiar.

La comida de Navidad en mi casa era de aquellas que empezaban bastante pronto y terminaban casi a la hora de cenar, y era así, tal cual. Con su sopa de Nadal, la lechona al horno, los turrones, las ensaimadas, los polvorones,… ¡nunca faltaba de nada! Y salíamos de la casa rodando cuál pelotas de fútbol.

Al llegar, Álvaro estaba un poco nervioso. Y lo entendía, ya que cuando fuéramos a Barcelona yo estaría igual o peor. A pesar de que ya conociera a mis padres, presentarse allí, en una de las comidas más importantes para mí y para mi familia, era dar un paso muy grande en nuestra relación, pero ya no había paso atrás.

Volveré, te lo prometo #NikéAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora