Por Blanca:
Mis queridas vacaciones de Navidad habían llegado a su fin y la rutina volvía a mi vida.
Y también había llegado el momento de hacer frente a Pablo y a su confesión. Me había obligado a olvidar todo lo ocurrido el día del festival de Navidad del colegio por mi propio bien. Pero algún día tenía que coger fuerzas y enfrentarme a la realidad.
Aquel martes 7 de enero hacía un frío horroroso. Iba enrollada en la parka verde militar y con el bolso petadísimo colgando del hombro. La verdad es que tenía ganas de volver a ver a mis pequeñines, pero no estaba psicológicamente preparada para encontrarme de nuevo con Pablo y sus ojazos.
Llegué a la escuela veinte minutos antes de que tocara el timbre de entrada. Mis compañeros me saludaron del mismo modo que hacían siempre y preguntaron por mis vacaciones y al responder vi como Pablo entraba por la puerta de la sala de profesores. Sus ojos azules se clavaron en mí y dibujó una sonrisa cordial en sus labios finos. Yo también le sonreí, no quería que pensara que no quería saber nada de él.
El día transcurrió sin ningún contratiempo. Les pregunté a mis alumnos si Papá Noel y los Reyes Magos les habían traído muchos regalos. Me contestaron entusiasmados que les habían traído un montón de juguetes: los que más éxito había tenido entre las niñas fueron las extrañas Monter High y sus complementos; y entre los niños los superhéroes como Spiderman o Batman.
Pero también las clases pasaron demasiado rápido para mi gusto, y desgraciadamente había llegado la hora de hablar con Pablo. Me planté en su despacho y, sin ni tan siquiera tocar la puerta, entré. Levantó la mirada de su ordenador portátil y me miró con sus profundos ojos azules, tragué saliva y me senté en la silla que había justo enfrente de su mesa.
- Creo que debemos aclarar algunas cosas – dije, sin andarme con rodeos.
Cerró su ordenador y fijó sus ojos en los míos.
- Creo que no es necesario, las cosas quedaron muy claras – añadió Pablo.
- Oh, pues yo creo que sí. No sé... no sé cómo has podido fijarte en mí ¿qué tengo yo que no tenga otra chica? A parte, creo que tampoco he hecho nada especial... ¿no?
Pablo bufó desesperado, se notaba que estaba acostumbrado a manejar aquel tipo de situaciones. Y aquella se le estaba yendo de las manos.
- Blanca... por favor, no me tortures más – dijo echándose el pelo para atrás.
Después de decirme aquello (que, en realidad, no me había dicho nada) me levanté de la silla en la que estaba sentada muy dignamente. Le dije que cuando estuviera preparado teníamos que hablar de lo ocurrido antes de las vacaciones de Navidad, y que no estaba dispuesta a no hablarlo y dejarlo olvidado.
Después de salir del trabajo, quedé con Carol y Mireia para ir a comer juntas. Fuimos, como siempre, a nuestro restaurante preferido desde hacía varios años, el + Natural. Desde antes de las vacaciones no habíamos quedado para comer o cenar juntas, y ya había llegado el momento. Les conté todo lo ocurrido el día del festival de Navidad en casa de Pablo, lo de Helia, nuestro viaje a Barcelona, mi reencuentro con Lucas y lo que había pasado aquella mañana en el despacho de Pablo. La verdad es que dos semanas daban para mucho, y no solamente en mi vida, sino también en la de Mireia.
- Ya era hora de quedar juntas, porque yo también tengo algo que contaros – Carol y yo la miramos sorprendidas -. Estoy conociendo a alguien.
- ¡¿Cómo?! – exclamamos Carol y yo al unísono.
- Se llama Adrián, nos conocimos en la fiesta de Noche Vieja a la que fui con los primos solteros de la familia. Mi primo Isaac me lo presentó, ya que son amigos, y en seguida supe que era el chico perfecto para mí – dijo Mireia mientras se sonrojaba.
Nos explicó que Adrián era profesor de Historia en un instituto y que tenía treinta años. Y que era muy muy guapo, para reafirmarse nos enseñó una foto suya que se había descargado al móvil mediante Facebook. Carol y yo silbamos estupefactas, ¡era guapísimo! Mireia nos dijo que durante las vacaciones de Navidad habían quedado en diversas vacaciones para ir al cine o a cenar, pero que no habían pasado más allá de algunos besos.
Eran las cinco de la tarde cuando entraba en casa agotada después de un día de lo más raro. Me puse unas mallas negras, una sudadera vieja y enorme de color rojo y las zapatillas de andar por casa, me senté en el sofá con el portátil y empecé a programar las próximas semanas de clase. Aquel día Álvaro trabajaba durante la tarda y parte de la noche, así que hasta el próximo día no nos veríamos. Así que decidí un mensaje vía WhatsApp
Por Álvaro:
"¡Ya estoy en casa! Espero que la jornada te esté siendo leve, a mí me quedan unas hora de programación, cenaré e iré a dormir. Hace menos de 24 horas que nos despedimos y ya te echo de menos. ¡Te quiero amor!"
Miré el móvil y sonreí, le contesté rápidamente, ya que el busca sonó devolviéndome al trabajo. Corrí por los pasillos, ya que las urgencias en ginecología la mayoría de veces no eran tonterías.
Al llegar a la consulta de urgencias, mi enfermera me hizo llegar el historial de la paciente: mujer de 30 años y embarazada de cuatro meses que presentaba sangrado. Tragué saliva, aquellos momentos eran duros y para nada agradables. Hice pasar a la paciente y cuando vi quien era quise que la Tierra me tragase. Se trataba de Laura, mi expareja, que al mes de dejar nuestra relación que había durado 4 años empezó a salir con otro. Como pude me recompuse y retomé el rol de médico profesional. Ella al verme tampoco supo dónde ponerse; hacía 2 años que no nos veíamos y, por lo visto, había visto cumplido su sueño de ser madre.
- Buenas tardes. Laura, explícame que ocurre – dije, intentando sonar amable.
Laura me explicó todo lo que le ocurría y qué tal le había ido el embarazo hasta aquel momento. Después de explicarle brevemente todas las pruebas que le haríamos, pasamos a la realización de estas. Por suerte, las pruebas habían salido bien, pero debía tener cuidado y hacer reposo absoluto, pues se encontraba en un embarazo de riesgo; así que le aconsejé que se diera de baja hasta haber pasado los cuatro meses después de haber dado a luz.
Antes de salir de abrir la puerta de la consulta, Laura se giró y me miró.
- Muchas gracias por todo, Álvaro. Pensaba que después de haberlo dejado habrías cambiado, pero sigues siendo tan bueno como siempre – dijo, sonriendo -. Espero que otra chica pueda darte lo que yo no fui capaz.
Le sonreí amablemente y le deseé suerte. De acuerdo que lo había pasado mal tras nuestra ruptura, pero ella no era mala persona, estaba seguro de que sería una gran madre.
Llegué a casa ya entrada la madrugada, a eso de la una de la noche. Lo primero que hice al llegar fue calentarme un vaso de leche en el microondas, mientras revisaba el WhatsApp y otras redes sociales. Pero no podía quitarme de la cabeza mi reencuentro con Laura y de todo de lo que había descubierto. Pero la verdad es que estuve contento de verla, así pude darme cuenta de que realmente Laura era mi pasado, no mi presente.
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Volveré, te lo prometo #NikéAwards
RomanceSticker de Bronce en el concurso Niké Awards en la Categoría de Romance. Una historia que demuestra que en un solo instante todo puede cambiar. Blanca, una maestra que adora su trabajo, que tiene una familia a la que adora y unas grandes amigas. Pe...