Miré con recelo al tipo rubio y también tendí mi mano.
Todo aquello era muy raro, ¿cómo podían echar a Diana del colegio? ¡Si era una de las mejores directoras que podía haber! Mireia y Carol observaban la escena, y la exdirectora empezaba a calmarse.
- Yo soy Blanca, la tutora de segundo de primaria – dije secamente, mientras el resto de profesores venían a mi lado.
Pablo nos miraba de manera desafiante, todavía no podía entender por qué Diana tenía que irse.
Todos los allí presentes entramos en la sala de profesores, y yo me senté junto a Carol y Mireia, mirando al nuevo director con enfado, que estaba sentado en el lugar presidencial de la mesa, al lado de Diana. Estaba a punto de ocurrir el momento más esperado.
- Buena tardes – dijo nuestra ya excompañera, con la voz rota -. Como ya os he informado hace unos minutos, dejo de ser la directora y maestra de este centro – tragó saliva -. Cómo ya sabéis, desde principios de este curso hemos tenido un llaç* con la cuatribarrada, reivindicando el derecho de ejercer la docencia en catalán. Sabéis que ni el Consell ni el Govern no está de acuerdo con esta iniciativa de la que son partícipes la mayoría de centros públicos de las Islas. Y por eso, y por qué planté cara al presidente del Govern, he sido despedida de este colegio, y con un expediente abierto.
Me quedé fría al oír sus palabras. Era verdad que había oído rumores sobre el posible despido de los profesores y directores que impartieran las clases con los llaços o con las camisetas verdes, pero nunca creí que llegarían hasta tal punto. Notaba como la rabia me inundaba y tenía ganas de golpear la mesa y al rubio que observaba la sala con alerta.
- ¿Y solamente por eso te echan, Diana? Y usted, Pablo ¿no comparte nuestras ideas? ¿o defiende las medidas del Govern? – preguntó Llorenç, uno de los profesores más antiguos del centro.
- Somos docentes, no tenemos el por qué dar a conocer nuestros ideales políticos o nuestras preferencias – espetó Pablo de repente, clavando sus ojos azules en el profesor.
- Pero tampoco tenemos por qué callarnos delante de las injusticias – dije, enfrentándome a él -. Aunque seamos docentes, nosotros también tenemos derecho a expresarnos y dar a conocer que no estamos de acuerdo con las medidas que están llevando a cabo Bauzá y compañía. A parte, tanto nosotros como tú estamos de acuerdo en que el sistema educativo español deja mucho que desear.
- Deberías callarte, acabas de salir de la universidad y no sabes nada del mundo real y laboral – masculló Pablo, mirándome con desprecio.
¡Uh, lo que me había dicho! ¡Me acababa de llamar niñata! ¿Pero que se creía? Estaba a punto de levantarme y saltar encima del borde ese como una leona dispuesta a despedazar a su presa, pero alguien empezó a defenderme.
- Y usted tampoco debería hablar así a Blanca – saltó Llorenç -. Puede que sea más joven, pero es una profesional como la copa de un pino y será el segundo año que trabaja aquí. A parte, los niños la adoran y, sé cierto, que muchos colegios la querrían como maestra.
Me emocioné al oír a Llorenç, ¡qué gran hombre! El "señor director" me miró con odio. Entonces supe que nunca nos llevaríamos bien.
Salí hecha una furia del colegio, con Mireia y Carol siguiéndome. Me cagaba en toda la estirpe de Pablo y en su carácter altivo y borde, ¿pero que se creía? Cada uno tiene sus opiniones y sentimientos, pero se veía que él esto no lo entendía.
- Blanca, tranquilízate – decía Mireia mientras me alcanzaba.
- Mireia, que en pocas palabras me ha llamado niñata – dije, mientras apretaba el mando automático y las luces del coche parpadeaban.
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Volveré, te lo prometo #NikéAwards
RomansaSticker de Bronce en el concurso Niké Awards en la Categoría de Romance. Una historia que demuestra que en un solo instante todo puede cambiar. Blanca, una maestra que adora su trabajo, que tiene una familia a la que adora y unas grandes amigas. Pe...