Capítulo 17

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No me di cuenta, pero el fin de semana pasó mucho más rápido de lo que Álvaro y yo hubiéramos querido. Ya nos encontrábamos a sábado por la noche, y el lunes por la mañana Álvaro se volvía a África, esta vez sí, hasta Navidades.

La noche del viernes la pasamos en su casa, cenando de comida mexicana y viendo películas mientras estábamos abrazados en el sofá, como una pareja. Apenas estuvimos pendientes de la película, Álvaro me habló de sus compañeros y de Helia, una pediatra que hacía un año y medio que se encontraba en el campamento base. Me contó de ella que era una chica muy guapa y muy dulce, una profesional como la copa de un pino. Aquello no me agradó demasiado, ¿y si Helia iba a por él? ¿Y si Álvaro se sentía atraído por ella y no volvía nunca más a mi lado? En esos momentos me preguntaba tantas cosas… pero había una que necesitaba su respuesta en ese mismo momento.

- Álvaro… Sé que no viene a cuento, pero ¿qué somos tú y yo exactamente? – solté de repente, a bocajarro.

Él me observó con estupefacción. Muy bien Blanca, tú liándola parda desde tiempos inmemoriales me dije a mi misma. Quizás Álvaro tampoco supiera que era lo que había entre nosotros dos, o tal vez lo daba ya por hecho. ¡Pero es que yo para estas cosas soy muy tonta! Nunca me doy cuenta de nada, y ese era uno de los momentos.

- Yo también quería preguntarte lo mismo, Blanca – dijo, sonrojándose un poquito.

¡Ay que me lo comía! ¿Cómo podía haber un hombre tan dulce y guapo como era Álvaro? Él tampoco sabía que éramos, así que era el momento de aclarar las dudas que ambos teníamos.

- Yo tengo claro que te esperaré, Álvaro. Estoy empezando a sentir cosas por ti, y quiero que esto sea más serio… Pero también quiero que tú estés seguro, y que tú también puedas esperar a volver para… ya sabes – me sonrojé. Sí, me estaba refiriendo a relaciones sexuales.

Álvaro también se sonrojó y quedó callado. Después de todo lo que habíamos hecho, y ahora nos sonrojábamos… ¡parecíamos dos críos!

- Yo… yo solamente quiero estar contigo Blanca, y por mí esto puede ir más en serio – dijo, dibujando una leve sonrisa y acariciándome la mano.

Sin pensármelo dos veces, me abalancé sobre él y le besé con dulzura y ganas. Al fin sabía por dónde encaminar esa relación. Al fin tenía la oportunidad de ser feliz.

El fin de semana, desgraciadamente, había terminado, y era hora de volver a la rutina e intentar dejar en el recuerdo los maravillosos días que había pasado con Álvaro.

Pero enfrenté esa semana de trabajo con muchas ganas y feliz, feliz de que todo me fuera bien. Y con muchas ganas de que llegaran las Navidades para volver a estar juntos y no volver a separarnos más. Llegué al colegio ataviada con un suéter de punto de color verde botella, unos vaqueros oscuros y unos botines planos marrones. Empezaba a hacer frío de verdad, y los niños llegaban al colegio abrigadísimos con sus nuevos chaquetones y con sus graciosas naricitas rojas a causa del frío.

El día pasó sin más, tranquilo y relajado. No nos dábamos cuenta, pero el curso iba pasando rápidamente, y parecía que solamente habían pasado dos días desde el inicio del curso. En menos de un mes llegaría el puente de la Constitución, y seguidamente llegarían las Navidades: preparar el concurso de dibujos navideños, el festival de villancicos,… ¡menuda nos esperaba!

Al terminar la jornada escolar, estuve un rato más en la clase. Coloqué las pequeñas mesas y sillas de manera correcta, y adelanté trabajo de la siguiente semana, para ir más tranquila y relajada. Después me dirigí a la sala de profesores para despedirme de mis compañeros, pero allí solamente estaba Pablo.

- Pensaba que habría alguien más – dije sonriente.

- Pues ya ves que no – contestó, sin dejar de mirar la pantalla del ordenador portátil. Parecía enfurruñado.

- ¿Ha pasado algo? – me acerqué a él, dejando todas mis cosas a la gran mesa que presidía la sala.

- No – soltó cortante.

¿Qué le pasaba? Creía que no había hecho nada malo… Entonces rebobiné: apenas me había despedido de él cuando me acompañó a casa el viernes anterior.

- Lo siento – dije, cogiendo una silla y sentándome a su lado -. Fui una desagradecida, no quiero que dejes de hablarme – dije, haciendo un puchero.

Pablo me miró, y sonrió dulcemente. Ya se le había pasado el enfado, y estaba mucho más relajado.

- Perdóname tú también por haber sido tan borde, no te lo merecías – dijo al fin - ¿Qué tal con Álvaro? ¿Habéis salido de tu casa en algún momento u os habéis dedicado a fornicar como animales? – añadió bromista.

- ¡¿Serás guarro?! – exclamé sonriente, mientras le pegaba una palmada suave en el brazo – Yo pura y casta hasta el matrimonio – bromeé.

- Sí, claro –dijo, sonriendo pícaramente.

- Y dime, ¿qué tal tu fin de semana? – dije, cambiando de tema.

- Te invito a comer y te lo cuento – se levantó de la mesa y empezó a recoger sus cosas, eso significaba que tenía que contarme muuuchas cosas.

Ese mediodía Pablo se sinceró conmigo cómo no lo había hecho jamás con nadie. El plan de ese fin de semana había sido empaquetar todas sus cosas y llevarlas a un nuevo apartamento. Sí, había roto con su novia de hacía años y se había ido a vivir solo. Pero no estaba afectado, ni mal: se sentía liberado, tranquil.

Me contó que hacía casi un año que las cosas no estaban bien: apenas tenían comunicación, y habían pasado de tener una vida sexual que más quisiera un actor del cine porno a, apenas, rozarse cuando se iban a dormir. Le pregunté porque esperó tanto tiempo, y me dijo que alguien había aparecido en su vida, alguien que le había hecho ver que lo bueno está en los pequeños detalles, pero esa mujer no se había dado cuenta del cambio que había hecho él. Entonces, ¿te has vuelto a enamorar? pregunté, a lo que él contestó Más bien diría que me he enchochado, todavía no llega a enamoramiento.

Al llegar a casa pensé en Pablo y en el cambio que había hecho su vida. Cuando llegó al colegio era un borde amargado mal-follado, que no le aguantaba nadie. Pero de repente se suavizó, dejando ver que era una persona muy agradable, aunque fuera serio.

Era tan diferente a Álvaro… Él siempre tenía una bonita sonrisa en los labios, siempre tenía una palabra amable para todos. Pablo era muy buena persona, pero no te dabas cuentas de eso hasta que lo conocías; en cambio Álvaro se notaba que era bueno, lo veías por la calle y ya sabías que era una persona de fiar, una persona en que podías confiar.

Y con esos pensamientos me pasé la tarde limpiando y arreglando la casa, que parecía que había sido arrasada por un huracán.

Después, sobre las ocho de la tarde cogí al coche y me dirigí a una famosa cadena de hipermercados a hacer la compra, ya que la nevera estaba vacía. El carrito estaba lleno de cosas para la cocina y la casa: pan de molde, embutidos, barras de pan, patatas, verduras de todo tipo, carne, productos de limpieza…

Al llegar a casa decidí hacerme una tortilla francesa con calabacín y berenjenas a la plancha, una comida sana, sencilla y rica.

Y así terminó el día, un día largo y lleno de cosas con las que reflexionar. Pero fue meterme en la cama y caer rendida, soñando con los brazos y los labios de Álvaro…

Volveré, te lo prometo #NikéAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora