Capítulo 5

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Mi semana de vacaciones en la Toscana había terminado. Ese domingo tenía que coger el avión de retorno a mi querida isla y a mi rutina de verano.

Desde que nos habíamos ido a dormir no volví a ver a Álvaro. Todo lo ocurrido hacía tan solo unas horas había sido muy extraño. ¿Él me veía de esa manera? Iba algo borracho, así que seguramente no pensaba en mí de esa manera.

Paloma se había despertado con una resaca digna de los protagonistas de Resacón en las Vegas y pidiéndome disculpas una y otra vez por haber hecho el ridículo. Le dije que no pasaba nada, que no se preocupara por mí... Más bien por el causante de su larga noche de fiesta, Álvaro.

Eran las tres del mediodía y en media hora la madre de Marco nos acompañaría a mí, a Valeria y a Paloma al aeropuerto; pues resultaba que mis padres se habían hecho íntimos de sus consuegros e iban a quedarse unos días más en Italia.

Ya estábamos en el recibidor, cuando vi que no nos íbamos solas... Álvaro también cogía el mismo avión que nosotras, ¡Vámonos de fiesta! pensé irónicamente.

Paloma se sentó en el asiento de copiloto para evitar cruzar alguna palabra o mirada con el chico, mientras que el resto nos sentábamos detrás, poniéndome yo entre Valeria y Álvaro.

En todo el trayecto nadie dijo nada, estábamos muy cansados ya que la noche anterior había sido la boda, y había sido muy larga. Valeria y Paloma aprovecharon para echar una mini-siesta, pero yo no pude.

Al llegar al aeropuerto los cuatro nos despedimos de Claudia, y fuimos hacia facturación. Pero Álvaro no dejó que fuera detrás de las chicas, cogiéndome desprevenida.

- Blanca... Siento lo ocurrido anoche, normalmente no soy así – dijo tímidamente.

- Ah... Bueno, no te preocupes, ya está olvidado – Já, eso no te lo crees ni tú, guapita dijo mi Pepito Grillo.

Él sonrió agradecido, y emprendió el camino hacia nuestras acompañantes. Yo le seguí de cerca con miles de preguntas en mi mente. Y una de ellas verdaderamente me inquietaba, ¿por qué la noche anterior reaccionó de aquella manera? ¿Era verdad que se sentía atraído por mí? A penas le conocía de poco más de una semana, y nos habíamos hecho buenos amigos, nada más.

Pero su comportamiento conmigo me inquietaba soberanamente. Durante la semana habíamos pasado muchos momentos juntos, como buenos amigos que éramos. Pero cuando bailamos juntos la noche anterior había sido muy distinto... No podría describirlo, pero ese hecho hizo que algo cambiara entre nosotros, o eso pensaba yo. Habían sido unos instantes tan íntimos...

Mientras esperábamos a subir al avión, pude ver como la mayoría de féminas, mayores o jóvenes, no podían quitar sus ojos de nuestro acompañante masculino. Paloma no dirigió palabra alguna a Álvaro, y Valeria intentaba relajar el ambiente con chistes y comentarios graciosos. Pero el ambiente estaba demasiado tenso entre ellos dos, y no podíamos hacer nada más.

Después de un vuelo de tres horas, llegamos al aeropuerto de Palma.

Durante el trayecto, tuve la suerte de sentarme con las chicas, y eso hizo que me relajara un poco. Álvaro se sentó junto a dos graciosas ancianas que no paraban de dar conversación al chico y decirle que era muy buen mozo, fue bastante gracioso.

Al llegar, Paloma y Valeria se despidieron cortésmente y, seguidamente, cogieron un taxi y volvieron a sus respectivas casas, mientras que Álvaro y yo nos quedamos parados sin saber qué hacer.

- ¿Cómo vuelves a casa? – preguntó él, después de estar unos dos minutos en silencio.

- Pues... Quería coger un taxi para volver.

- Yo dejé el coche en Park&Fly y ahora me van a venir a buscar para recoger el coche, si quieres te acompaño a casa – dijo, como quien no quiere la cosa.

- Eh... No quiero molestarte...

- No es molestia – dijo sonriente -. Espera un momento, que llamo para que nos vengan a buscar.

Mientras hablaba por el móvil no pude evitar observarle detenidamente. Tenía la mano libre metida en el bolsillo del pantalón vaquero, mientras que su voz sonaba potente y segura. Álvaro era un hombre atractivo y destilaba masculinidad por todos los poros de su piel. Entonces colgó, y yo volví la mirada hacia la maleta, sintiéndome culpable por haberle estado observando sin que él se diera cuenta.

- Tenemos que ir hasta la salida, ya nos están esperando – volvió a sonreír.

- En serio... No quiero molestarte, quizás dónde vivo no te viene de paso – dije para evitar pasar más momentos incómodos con él.

- Anda, no seas tonta – dijo él, mientras se dirigía a la salida.

Suspiré por milésima vez ese día, y fui tras él.

Después de cuarenta minutos, llegamos en frente de mi bloque de apartamentos. Sonreí al ver el portal, ¡cuánto había echado de menos mi casa!

- Ya hemos llegado – dijo Álvaro, observando por la ventana el edificio.

- Sí, al fin he llegado a mi hogar – dije, no pudiendo evitar sonreír.

Los dos nos miramos y nos quedamos en silencio. Había llegado el momento de la despedida, ¿cuándo nos volveríamos a ver? Tal vez esa fuera la última vez que nos veríamos...

- Bueno... Muchas gracias por acompañarme – dije, mientras me disponía a bajar del coche.

- Blanca – la voz de Álvaro sonó suave -. Podríamos quedar alguna vez para salir, ¿no?

Me quedé parada, sin saber qué decir. No seas tonta, ¡acepta! dijo mi consciencia.

- Eh... Sí, me parece bien – sonreí.

Nos intercambiamos los números de móvil y, después de una despedida cordial, bajé del coche mi equipaje y me dispuse a subir a mi querida morada.

Después de entrar a mi pequeña casa, conecté la electricidad y encendí el gas. Cuánto había echado de menos mi pequeño apartamento y la tranquilidad que éste me daba. Seguidamente vacié la maleta e hice la colada.

Y después me pasé la tarde sentada en el sofá con el ordenador portátil encima de las piernas. Había estado hablando con Carol y Mireia por Facebook, y les conté un poco por encima que tal habían estado mis vacaciones en Italia y cómo había ido la preciosa boda de mi hermana. Las dos me convencieron para que esa noche saliéramos a cenar y así terminar de contarles mi experiencia.

Aunque no tenía muchas ganas de salir esa noche, sí que me apetecía ver a mis amigas y estar un rato con ellas de tranquis.

A eso de las ocho y media de la tarde me metí en la ducha con el objetivo de relajarme un poco antes de salir de casa.

Después de la ducha, me vestí con unos shorts vaqueros y una camisa de color azul pastel. Cogí el bolso y las llaves de casa y del coche, y salí de mi apartamento.

Y a las nueve y media estaba en frente del restaurante esperando a mis amigas. Era una noche calurosa de verano, y el aire era jodidamente húmedo. Me alegré de haberme puesto el conjunto elegido, al menos no pasaba tanto calor.

Entonces vi a dos chicas que se acercaban con paso ligero hacia dónde estaba yo, ¡eran mis amigas! Fui corriendo hacia ellas y nos abrazamos, las había echado muuucho de menos.

- Estás muy morena, Blanca – dijo Carol, mirándome sonriente.

- Y muy guapa, La Toscana te ha sentado bien – añadió Mireia, sonriendo dulcemente.

Agradecí sus cumplidos, y entramos las tres en el restaurante. Pero no me pude creer lo que vi: allí estaba Álvaro, cenando con tres chicos más. Un gritito salió de mis labios, y el chico se giró para observar quién había entrado en el restaurante. Al verme, sonrió.

Volveré, te lo prometo #NikéAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora