Por Álvaro:
Viernes, 20 de septiembre del 2013.
Querida Blanca:
Hacía dos semanas que no te escribía, y ya tenía la necesidad de que supieras las aventuras de estas dos semanas y todo lo que hago en Nigeria. Ahora mismo son las ocho y media de la tarde, y Álex, uno de mis compañeros, está preparando la cena. Creo que hoy toca tortilla de patatas, aunque no sé si le saldrá buena o no.
Hemos tenido unas semanas algo complicadas. Hemos estado conviviendo con una de las tribus donde la infibulación todavía es una práctica muy común. Hemos discutido muchísimo con los jefes de la tribu y con los padres de familia, pero no sé si los hemos convencido de que esa práctica es mucho más peligrosa de lo que se piensan, vamos, que es peor el remedio que la enfermedad. Algo bueno que hemos sacado de esto es que se han cancelado dos infibulaciones a niñas de 2 y 3 años, al menos algo nos ha salido bien. También he hecho revisiones a todas esas chicas y mujeres que fueron víctimas de la infibulación, y la situación estaba peor de lo que me pensaba. La verdad es que estamos muy cansados, así que después de cenar nos iremos a dormir y aprovecharemos el fin de semana para descansar.
La experiencia está resultando ser muy enriquecedora, no solamente por el trabajo desarrollado, sino que estoy conociendo a muy buena gente y a una cultura de la que se tienen muchos prejuicios y estos no dejan que sepamos cómo es la cultura realmente..
Y a ti, ¿qué tal todo? Esta semana han empezado las clases, ya me dirás que tal han ido, aunque sé que habrá ido genial, ya que eres una maestra excepcional con un corazón que no te cabe en el pecho. También quería preguntarte que tal el concierto de Celtas Cortos, supongo que fue una pasada y que disfrutaste por ti y por mí, y que cantaste 20 de abril a pleno pulmón ¡qué envidia!
Quiero que sepas que te echo muchísimo de menos. La espera se está haciendo larga, pero ya han pasado dos meses. Solamente cuatro meses más y estaré allí, contigo. No puedo imaginarme el día de mi llegada y verte allí, en el aeropuerto y sonriéndome de esa manera que solamente puedes hacer tú. Tengo muchas gana de oír tu voz, tu risa y de que me beses y que me abraces, de tenerte entre mis brazos y no soltarte jamás, e ir juntos al cine o al teatro. Necesito oír cómo te ríes con mis chistes malos y ver cómo te sonrojas cuando te digo lo guapa que eres y que tienes un cuerpo de escándalo que puede hacer perder la cabeza a cualquier hombre.
Empiezo a despedirme, querida Blanca. La tortilla ya está hecha, y quiero comerla antes de que se enfríe. Te lo vuelvo a repetir: te echo de menos, y ya falta poco para que estemos juntos de nuevo. Volveré, te lo prometo.
Con cariño:
Álvaro.
Metí la carta en el sobre, puse la dirección y pegué el sello. Sonreí al pensar que pronto esa carta estaría entre sus manos; esas manos que, cuando me acariciaban, me volvían loco y hacían que perdiera el sentido.
Después de dejar la carta encima de la mesa, me dirigí hacia el comedor de la casa donde estábamos, y vi a mis compañeros ya sentados en la mesa. También estaba Helia, que me miraba con una sonrisa arrebatadora. Ella era la pediatra de la zona, nuestra compadre y compañera, y única chica. Era muy guapa, aunque no tanto como Blanca, en mi opinión. Tenía los ojos verdes, grandes y expresivos; unos labios carnosos y sexis, decorados con un bonito lunar en la parte superior a la izquierda de los labios; era rubia, y llevaba el pelo corto, a lo garçon, un corte que le sentaba de maravilla a sus facciones dulces y delicadas. Quisiera o no, llamaba mucho la atención.
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Volveré, te lo prometo #NikéAwards
RomantikSticker de Bronce en el concurso Niké Awards en la Categoría de Romance. Una historia que demuestra que en un solo instante todo puede cambiar. Blanca, una maestra que adora su trabajo, que tiene una familia a la que adora y unas grandes amigas. Pe...