Capítulo 9

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Ya había pasado una semana desde la última vez que había visto a Álvaro. Y había sido en mi casa. Después de dejarme con el calentón. No había sabido nada de él: ni una llamada, ni un WhatsApp, ni un mensaje de texto. Nada. Llegué a pensar que le asusté, ¡pero fue él quien empezó con todo!

Durante esa semana no pude dejar de pensar en lo ocurrido ese martes. No pude dejar de recordar los carnosos labios de Álvaro sobre mi cuello y sus traviesas manos acariciando mi piel. Uf… cada vez que rememoraba esos momentos me entraban los calores.

Les conté todo lo ocurrido a Carol y a Mireia, y se quedaron de piedra. No podían creerse que después de una tórrida sesión de besos no hubiera ocurrido nada, que se hubiera ido dejándome más caliente que una plancha. Pero lo que más mosqueó fue su despedida “eres maravillosa, pero esto no irá bien” ¿qué no iba a ir bien? ¿Acostarnos?

Ese martes nueve de julio me desperté como lo había hecho durante la última semana: con ojeras de apenas haber dormido.

Mi móvil parpadeaba con marcha y vi el nombre de mi hermana en la pantalla. Genial, ya habían vuelto de su súper Luna de Miel en Nueva York. Cogí el teléfono y descolgué.

- Hello sisteeeer! – exclamó Aitana escandalosamente – Dios, ¡no sabes cuánto te he echado de menos!

- Hola Aitana, ¿todo bien por Nueva York?

- Estupendo, Blanqui – suspiró sonoramente -. Algún día tendríamos que ir tú y yo juntas.

- Estaría bien – dije sonriente -. Estáis ya en casa, ¿no?

- ¡Sííí! Por eso te llamaba. Quería invitarte esta noche a cenar. No tienes nada qué hacer, ¿verdad?

- Claro que vendré, tengo que recoger mi regalito – bromeé.

- ¡Estupendo! ¿Vendrás sobre las ocho a casa?

- Claro, ¿tengo que traer algo?

- Podrías hacer una de esas tartas de queso tuyas taaan ricas con mermelada de frambuesa.

- Está bien – sonreí -. Sobre las ocho estaré ahí con la tarta de queso. Hasta luego.

- ¡Ciao hermanita! – y colgó.

Suspiré y me vestí rápidamente para ir al súper mercado y comprar los ingredientes necesarios para hacer la tarta de queso.

Cuando llegué a casa con la compra me puse manos a la obra. Piqué con cuidado y paciencia la galleta María, mientras que la mantequilla se derretía lentamente en el fogón. Seguidamente mezclé los dos ingredientes y creé la base de la tarta. Una vez la base estuvo hecha, mezclé el queso quark y la leche condensada, y vertí la mezcla en el molde. Para terminar, metí el proyecto de tarta en el horno.

Cuando la tarta estuvo terminada, me senté en el sofá y me acordé automáticamente de Álvaro. Ains… Cuánto le echaba de menos. Tuve la esperanza de que después de su fuga me dijera algo, aunque fuese mediante WhatsApp. Pero no. No se dignó a decirme nada. Y eso me tenía muy molesta. Huyó despavorido, como si tuviera la Peste o algo.

Eran las ocho menos veinte y me encontraba ya dentro del coche. Como solamente era una cena en casa de mi hermana, me había puesto unos shorts vaqueros y una camiseta azul turquesa de tirantes y sueltecita, y en los pies me calcé con unas abarcas menorquinas de color blanco.

Aitana y Marco vivían en un pueblo a veinte minutos de Palma, ya que a mi cuñado no le gustaba el aire que se respiraba en la ciudad. Aun así, Esporles era un pueblo bonito y tranquilo, y no quedaba demasiado lejos de la capital.

Volveré, te lo prometo #NikéAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora