Me estaba mordiendo las uñas de manera desesperada. El aeropuerto estaba muy concurrido, y era normal. Las familias aprovechaban las Navidades para reunirse, aunque vivieran a miles de kilómetros. Y eso era lo que ocurría con Álvaro, pero él volvía para siempre.
Entonces vi que el vuelo procedente de Madrid ya estaba en tierra. Sonreí y fui corriendo rápidamente hasta la puerta por dónde saldrían los viajeros. Y en quince minutos lo vi salir por la puerta. Estaba más delgado que cuando lo vi la última vez a principios de noviembre, y su pelo azabache estaba algo más largo,… pero seguía teniendo esa mirada y esa sonrisa que me conquistaron.
No me lo pensé dos veces: salté la valla de seguridad y me abalancé a Álvaro, que al verme corriendo dejó de lado la maleta para sujetarme. Me había cogido en brazos y mis piernas rodeaban sus estrechas caderas; mientras que nuestros labios se unían una y otra vez ¡cuánto había echado de menos esos besos! Al fin lo tenía para mí, y esta vez no se iría de mi lado.
- Vaya recibimiento – dijo, sonriendo de socarronamente.
- Te he echado mucho de menos – dije, besándole de nuevo.
Después de pararnos a un supermercado, nos dirigimos directamente hasta su apartamento. Allí Álvaro deshizo la maleta y preparó la lavadora para limpiar toda la ropa sucia que llevaba en la maleta. Después hicimos la comida juntos: sopa de verduras y unos filetes de salmón con patatas al horno.
Cuando terminamos de comer, nos estiramos al sofá para descansar y ponernos al día. Me explicó que habían avanzado bastante con el estudio sobre infibulación, y que las tribus iban autoconvenciéndose de que aquello no era lo más correcto para evitar violaciones.
Nos encontrábamos en la cama, desnudos y sonrientes. El brazo de Álvaro rodeaba con delicadeza mi cintura, y estábamos hablando de los planes de esa noche. Habíamos quedado en ir a cenar a casa de mi hermana, y ya eran las seis y media de la tarde y todavía seguíamos metidos en la cama.
- Antes de ir hasta Esporles tendríamos que pasar por mi casa, debo ducharme y cambiarme de ropa – dije, mientras jugaba con su pelo.
- Creo que podríamos cancelar la cena y quedarnos aquí encerrados durante días – dijo, para después besarme el cuello cálidamente.
- ¡De eso nada! – sonreí – Marco debe echarte de menos.
Álvaro se incorporó y asintió. Después de darme un beso, cogió unos vaqueros, una camiseta de manga larga gris y un cárdigan negro del armario; y se metió en el baño para ducharse.
Sonreí para mí. Al fin estaba conmigo.
Pasamos por mi casa para ducharme y cambiarme, pero también para coger algunas mudas de ropa, de ropa interior y dos pijamas. Pasaríamos algunos días en casa de Álvaro, y había pensado en invitarlo a comer con mi familia el día de Navidad.
Después, ambos nos fuimos con nuestros respectivos coches hasta la casa de mi hermana y de mi cuñado.
Aparcamos y al bajarnos del coche nos miramos detenidamente: había llegado el momento de la verdad, confirmarles a Aitana y a Marco que estábamos saliendo juntos, que aquello nuestro al fin iba en serio.
Álvaro tocó el timbre y seguidamente agarró mi mano, intentando transmitirme esa seguridad que no sentía en aquellos momentos. Tengo que decirlo: soy una cagada. Confiaba en Álvaro y en aquella relación. Pero no confiaba en mí. Creía que cuando Álvaro me conociera realmente, no querría seguir saliendo conmigo. Por qué en esos momentos salían a relucir todas las mierdas que había vivido durante mi antigua relación. Pero mis paranoias quedaron de lado cuando Aitana abrió y nos vio agarrados de la mano.
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Volveré, te lo prometo #NikéAwards
RomanceSticker de Bronce en el concurso Niké Awards en la Categoría de Romance. Una historia que demuestra que en un solo instante todo puede cambiar. Blanca, una maestra que adora su trabajo, que tiene una familia a la que adora y unas grandes amigas. Pe...