Capítulo 19

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Me estaba mordiendo las uñas de manera desesperada. El aeropuerto estaba muy concurrido, y era normal. Las familias aprovechaban las Navidades para reunirse, aunque vivieran a miles de kilómetros. Y eso era lo que ocurría con Álvaro, pero él volvía para siempre.

Entonces vi que el vuelo procedente de Madrid ya estaba en tierra. Sonreí y fui corriendo rápidamente hasta la puerta por dónde saldrían los viajeros. Y en quince minutos lo vi salir por la puerta. Estaba más delgado que cuando lo vi la última vez a principios de noviembre, y su pelo azabache estaba algo más largo,… pero seguía teniendo esa mirada y esa sonrisa que me conquistaron.

No me lo pensé dos veces: salté la valla de seguridad y me abalancé a Álvaro, que al verme corriendo dejó de lado la maleta para sujetarme. Me había cogido en brazos y mis piernas rodeaban sus estrechas caderas; mientras que nuestros labios se unían una y otra vez ¡cuánto había echado de menos esos besos! Al fin lo tenía para mí, y esta vez no se iría de mi lado.

- Vaya recibimiento – dijo, sonriendo de socarronamente.

- Te he echado mucho de menos – dije, besándole de nuevo.

Después de pararnos a un supermercado, nos dirigimos directamente hasta su apartamento. Allí Álvaro deshizo la maleta y preparó la lavadora para limpiar toda la ropa sucia que llevaba en la maleta. Después hicimos la comida juntos: sopa de verduras y unos filetes de salmón con patatas al horno.

Cuando terminamos de comer, nos estiramos al sofá para descansar y ponernos al día. Me explicó que habían avanzado bastante con el estudio sobre infibulación, y que las tribus iban autoconvenciéndose de que aquello no era lo más correcto para evitar violaciones.

Nos encontrábamos en la cama, desnudos y sonrientes. El brazo de Álvaro rodeaba con delicadeza mi cintura, y estábamos hablando de los planes de esa noche. Habíamos quedado en ir a cenar a casa de mi hermana, y ya eran las seis y media de la tarde y todavía seguíamos metidos en la cama.

- Antes de ir hasta Esporles tendríamos que pasar por mi casa, debo ducharme y cambiarme de ropa – dije, mientras jugaba con su pelo.

- Creo que podríamos cancelar la cena y quedarnos aquí encerrados durante días – dijo, para después besarme el cuello cálidamente.

- ¡De eso nada! – sonreí – Marco debe echarte de menos.

Álvaro se incorporó y asintió. Después de darme un beso, cogió unos vaqueros, una camiseta de manga larga gris y un cárdigan negro del armario; y se metió en el baño para ducharse.

Sonreí para mí. Al fin estaba conmigo.

Pasamos por mi casa para ducharme y cambiarme, pero también para coger algunas mudas de ropa, de ropa interior y dos pijamas. Pasaríamos algunos días en casa de Álvaro, y había pensado en invitarlo a comer con mi familia el día de Navidad.

Después, ambos nos fuimos con nuestros respectivos coches hasta la casa de mi hermana y de mi cuñado.

Aparcamos y al bajarnos del coche nos miramos detenidamente: había llegado el momento de la verdad, confirmarles a Aitana y a Marco que estábamos saliendo juntos, que aquello nuestro al fin iba en serio.

Álvaro tocó el timbre y seguidamente agarró mi mano, intentando transmitirme esa seguridad que no sentía en aquellos momentos. Tengo que decirlo: soy una cagada. Confiaba en Álvaro y en aquella relación. Pero no confiaba en mí. Creía que cuando Álvaro me conociera realmente, no querría seguir saliendo conmigo. Por qué en esos momentos salían a relucir todas las mierdas que había vivido durante mi antigua relación. Pero mis paranoias quedaron de lado cuando Aitana abrió y nos vio agarrados de la mano.

Volveré, te lo prometo #NikéAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora