- ¡¿Estás de coña?!
Se me oyó en toda la sala de profesores y todos mis compañeros me miraron sorprendidos. Pablo seguía mirando sus papeles, sin percatarse de mi enfado que iba en aumento.
- Solamente serán cuatro días, y puedes dejar todo preparado para tu grupo.
Me negaba en rotundo a irme de viaje de estudios con los de sexto de primaria. No es que no tuviera ganas de irme de viaje, pero con aquellos niños no tenía la confianza suficiente y se me hacía un poco cuesta arriba saber que iba a ir Barcelona y saber que no podría ver a Álvaro.
Pero para Pablo no había queja: tenía que irme yo también de viaje.
Llegué a casa bastante cabreada. Nos iríamos en dos semanas, el tutor de sexto A había tenido un accidente de tráfico y estaba de baja, por eso no podía ir. Pues me cago en la puta pensé, mientras arreglaba mi pequeño despacho que parecía una leonera. Después de recoger toda la casa a causa de mi cabreo monumental, me senté en el sofá con el ordenador portátil. Tenía que dejar todo listo para mis alumnos durante mi ausencia. Dedicaríamos dos días a la visita de la ciudad y los otros dos nos desplazaríamos hasta Tarragona, para disfrutar de dos días en el parque de atracciones Port Aventura. También estudié as rutas que haríamos una vez en la ciudad Condal y no pude evitar recordar el fin de año anterior que pasé allí, con Álvaro y su familia.
Le echaba de menos. Muchísimo, además. Mi amor hacia él no había hecho más que incrementar, y yo me moría de la pena. Si no hubiera sido por el accidente, en aquel momento podríamos estar juntos y hacer esas cosas que hacen las parejas enamoradas. Pero no. Había habido un accidente y Álvaro había tenido que irse de mi lado para poder mejorarse y después volver a mí. ¿Qué he hecho para merecerme esto? pensé para mí, mientras me hacía la comida.
***
Eran las cinco y media de la madrugada de un 10 de junio, el inicio del viaje de estudios. Los cuarenta niños que nos llevábamos estaban nerviosos y contentos, ya que la mayoría de los chavales era la primera vez que viajaban solos, con sus amigos.
Era mi primer viaje de estudios, y el de Mireia también. Nos íbamos las dos con Pablo y el otro tutor de uno de los cursos de sexto, Andrés.
A eso de las ocho y media habíamos llegado ya a la Ciudad Condal. Un autocar nos vino a buscar para llevarnos al hotel y dejar las maletas, después empezaríamos con la diversión. Los alumnos estaban bastante cansados pero ilusionados, y lo dejaron patente en el transporte: cantaron canciones y se hicieron fotos, mientras nosotros reíamos con ellos.
Dejamos las maletas en nuestras habitaciones (yo la compartía con Mireia) y empezamos a visitar la ciudad. Durante la mañana nos dedicamos a pasear por el casco antiguo de Barcelona, pasamos por una gran cantidad de plazas con mucho encanto y visitamos la Catedral, donde habíamos contratado a un guía que hizo que la visita fuera más entretenida para los niños.
Después fuimos a comer todos juntos a un restaurante de comida rápida. Me di cuenta de que no era tan malo como pensaba. Creía que lo pasaría peor con aquellos niños que no conocía, pero me lo estaba pasando bien y había cogido confianza con esos personajillos que estaban a punto de pasar al instituto.
Dedicamos la tarde a terminar la visita por el casco antiguo. También fuimos a la iglesia de Santa María del Mar, y a las ocho de la tarde llegábamos al hotel para cenar allí. Después de cenar y dar una vuelta por la zona, volvimos al hotel para descansar.
Al entrar en la habitación aproveché para llamar a Aitana. Eran las once de la noche, pero sabía que todavía no se había acostado. Me contó que todo se mantenía igual en la isla, que no me preocupara. Me extrañó que no me dijera nada de Álvaro, pero supuse que no quería amargar mi viaje, aunque estuviera trabajando realmente.
El segundo día también hicimos turismo por Barcelona, pero esta vez nos centramos en visitar algún que otro museo y fuimos al Zoo del parc de la Ciutadella. Tanto los niños como los profesores nos lo pasamos pipa allí. Pero nuestra estancia en Barcelona estaba a punto de terminar y debíamos volver al hotel para hacer nuestras maletas e irnos hasta Port Aventura e instalarnos allí, y también cenar algo en el hotel. Salimos de la Ciudad Condal a las siete de la tarde en autobús y llegamos al hotel Gold River de Port Aventura a las ocho y media de la tarde. Dejamos las maletas en las habitaciones y bajamos al restaurante a cenar. Los niños estaban ilusionadísimos: estaban disfrutando de la cena y al día siguiente estaríamos disfrutando de las atracciones. Los maestros decidimos que se dividirían en los grupos que quisieran y que, cada dos horas, nos encontraríamos en un punto del parque para hacer recuento. Con aquello hacíamos que los chicos tuvieran un poco más de independencia y disfrutaran más.
Esa noche a las diez y media ya estaba metida en la cama, revisando mi móvil y todos los mensajes de WhatsApp. Ni uno de Álvaro. Suspiré e intenté dormirme.
Tenía un hambre voraz aquella mañana. Me vestí con unos Levi's 501 antiguos y recortados, una camiseta a rayas negras y blancas, y mis New Balance azul marino. Tenía que ir cómoda para pasar todo el día andando y pasándomelo bien.
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Volveré, te lo prometo #NikéAwards
RomanceSticker de Bronce en el concurso Niké Awards en la Categoría de Romance. Una historia que demuestra que en un solo instante todo puede cambiar. Blanca, una maestra que adora su trabajo, que tiene una familia a la que adora y unas grandes amigas. Pe...