Fueron dos semanas llenas de estrés y nervios, y encima le teníamos que sumar la huelga indefinida de docentes convocada por el STEI en la que la educación de las Islas Baleares estaban sumidas. La aplicación del TIL fue la gota que colmó el vaso: recortes, el aumento de ratio en las aulas,… era un cúmulo de cosas que algún día tenía que reventar.
Aquel curso sería diferente en todos los sentidos. Aquel primer día de clase me había tocado formar parte de los servicios mínimos, y tenía una clase de 30 niños. Al ser más pequeños, se les veía en la cara la ilusión que les hacía volver al colegio, estrenar su nuevo material escolar y aprender un montón de cosas nuevas. Cómo nos encontrábamos en el primer día de clase, y tampoco quería que los niños fueran partícipes de la huelga, hice una presentación de lo que haríamos durante ese curso y de los alumnos, ya que había algunos niños nuevos. Se sentaron por orden alfabético y expliqué las normas que se tenían que cumplir, di a conocer los rincones que habría en el aula e hicimos una lista del material que necesitarían. También repartí circulares para que los padres también formaran parte de la huelga y así poder contar con su apoyo.
Y así pasamos la mañana: presentación con mi clase, y, posteriormente, paseo por las otras aulas de cursos superiores dónde daría otras asignaturas.
Al terminar las clases y después de que todos los niños de mi clase fueran recogidos por sus padres, me dirigí con cara de cansancio hasta la sala de profesores. Allí estaban los compañeros que cumplían con los servicios mínimos, también estaba Pablo. Después de una breve reunión en la que se aclararon algunos puntos respecto a la huelga de docentes y de los servicios mínimos, recogí mis cosas y volví a casa después de un agotador día de trabajo.
Cuando llegué a casa ya eran casi las tres de la tarde.
Resoplé al entrar en casa y me dirigí a mi pequeño estudio, en el que dejé las cosas del colegio; después fui a la cocina dónde me preparé la comida: ensalada de garbanzos con acelgas y tomate.
Después me cambié de ropa y me senté en el sofá. De repente tenía unas inmensas ganas de llorar. Me sentía sola, y ya no sabía qué hacer. Echaba mucho de menos a Álvaro, a cualquier cosa que estuviera relacionada con él: su colonia, sus mirada llena de ternura… ¿por qué siempre tenían que ocurrirme estas cosas a mí? No había sido mala persona, nunca me porté mal con alguien… quizás era verdad que nos reencarnábamos y que mi antiguo yo fue una verdadera hija de perra. Y encima no sabía qué relación teníamos, no sabía que éramos exactamente ¿novios? ¿amigos? ¿amigos con derecho a roce? No nos habíamos dicho en ningún momento “te quiero”, solamente nos habíamos dedicado a estar juntos y aprovechar el tiempo antes de que se marchara a Nigeria.
Uf, ¡qué lío!
La primera semana de clase había pasado con rapidez, y dentro de lo que cabía con normalidad, empezando el temario y observando a esos alumnos que, hasta el momento, habían ido un poco más atrasados que el resto.
La última clase que tenía mi curso los viernes era educación física. Yo no era su profesora en esa asignatura, y pese haber terminado ya mi horario, estaba en el colegio hasta terminar el horario lectivo para preparar las clases de la siguiente semana o para corregir fichas.
Estaba en la sala de profesores terminando de preparar las clases cuando Ángel, el profesor de Educación Física entró asustado y con una de mis alumnas, Laura, de su mano.
- Blanca, ha pasado algo horrible – musitó mi compañero con cara de dolor.
Me fijé en la pequeña. Una expresión de terror y de desconcierto cubría su carita de niña, entonces intuí lo peor.
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Volveré, te lo prometo #NikéAwards
عاطفيةSticker de Bronce en el concurso Niké Awards en la Categoría de Romance. Una historia que demuestra que en un solo instante todo puede cambiar. Blanca, una maestra que adora su trabajo, que tiene una familia a la que adora y unas grandes amigas. Pe...