El bar estaba prácticamente vacío. De hecho, creo que solamente estábamos nosotros dos y seis o siete personas más.
Nos sentamos en una de las mesas, uno frente al otro. Álvaro ya sabía qué tipo de cerveza iba a elegir, pero yo todavía no. Había cervezas de diferentes sabores y había una que me apetecía muchísimo, pero no sabía si me gustaría esa mezcla de sabores y texturas.
- No te decides, ¿verdad? – dijo Álvaro sonriente.
- Pues la verdad es que no – dije riéndome - ¿Qué me dices de la cerveza de frutos rojos?
- Es dulce y sabe bien, creo que te gustará.
- Decidido entonces – volví a sonreír.
Una atractiva camarera se acercó a nosotros y, coqueta, tomó nota de lo que queríamos tomar, Álvaro pidió una cerveza negra exportada de Alemania y yo la cerveza de frutos rojos. La chica guiñó un ojo a mi acompañante, y se fue cotoneando sensualmente sus caderas. Al ver el espectáculo no pude evitar echarme a reír en mi interior, ¡vaya manera de hacer el ridículo!
Miré a Álvaro, que estaba observando detenidamente el local. Por el amor de Dios, ¿cómo alguien podía ser tan atractivo? En esos instantes me di cuenta de que, cuando conocí a Lucas y antes de empezar a salir con él, no lo miraba de la misma manera. No sabía si porqué Álvaro era totalmente diferente a Lucas en cuanto al carácter y en muchos otros aspectos, o que el chico que tenía en frente era muchísimo más atractivo que mi ex. ¿Qué me estaba ocurriendo?
Durante la hora y media que estuvimos en el bar, hablamos más de nosotros, de nuestras vidas. Me explicó que había tenido tres parejas en toda su vida, a parte de algunos rolletes de un par de semanas. Pero que su última novia fue la que más daño le hizo, no entró en más detalles... Se veía que había sufrido mucho durante aquella temporada.
- Y tú, ¿no has tenido ninguna decepción amorosa? – sonrió tristemente.
Tras su pregunta me quedé de piedra. No sabía si contarle mí historia de desamor con Lucas, así que le expliqué que mi relación no fue del todo bien.
Al terminar de bebernos nuestras consumiciones, salimos del bar y fuimos a buscar el coche. Subimos por la calle de los Olmos y volvimos a pasar por la desierta plaza España de Palma. Estábamos en silencio, curiosamente no teníamos nada de qué hablar. Pero a veces las palabras no son necesarias para estar a gusto con alguien. Y eso era lo que me ocurría con Álvaro: no hacían falta palabras para sentirnos bien el uno con el otro.
No me había dado cuenta y ya habíamos llegado al coche de Álvaro. Pensé que no era correcto que me acompañara a casa, que ya había abusado demasiado de él y de su confianza. Pero cuando le manifesté mis pensamientos dijo que no era molestia y que no fuera tonta, que me podía pasar cualquier cosa a esas horas de la noche. Resoplando, entré en el coche por la puerta del copiloto y me senté en el asiento, a la misma vez que lo hacía mi acompañante.
- ¿Por qué siempre crees que va a molestarme acompañarte o cualquier tontería? – preguntó Álvaro así, sin más.
Callé al oír sus palabras ¿A caso era adivino? O peor, ¿Aitana le había dicho algo de mi relación con Lucas?
- No es eso Álvaro... - dije, sin añadir nada más.
- Es eso, Blanca – replicó -. Desde que llegamos a la isla estás con la tontería de, las dos veces que me he ofrecido a acompañarte, que no quieres que te acompañe a casa porqué serás una molestia. Quiero que te quede bien claro: no molestas, y me gusta estar contigo.
Me sonrojé ante su declaración. Me lo había dicho claramente: le gustaba estar conmigo. Y cuando dijo esas palabras mi corazón empezó a latir con más fuerza. Significaba que no le aburría, que le gustaba hablar conmigo y se sentía a gusto al estar juntos.
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Volveré, te lo prometo #NikéAwards
RomanceSticker de Bronce en el concurso Niké Awards en la Categoría de Romance. Una historia que demuestra que en un solo instante todo puede cambiar. Blanca, una maestra que adora su trabajo, que tiene una familia a la que adora y unas grandes amigas. Pe...