Capítulo 6

12.1K 693 17
                                    

Me quedé de piedra al ver que Álvaro estaba allí, en el mismo restaurante en el que cenaría con mis amigas. No pensaba verlo tan pronto, y eso hizo que me pusiera muy nerviosa.

Y al ver que se levantaba para venir a saludarme, hizo que mi corazón latiera estrepitosamente y que las piernas empezaran a temblar levemente. Mis amigas, al darse cuenta, me miraron con cara rara.

- ¡Hola Blanca! – exclamó él, después de darme dos besos – No esperaba verte tan pronto.

- La verdad es que yo tampoco – logré decir, después de no saber cómo reaccionar -. Hemos venido a comer algo, ellas son mis amigas Carol y Mireia.

Las chicas sonrieron de manera exagerada diciendo al unísono "¡Encantadas!".

Álvaro sonrió, haciendo que mis amigas cayeran rendidas a sus pies. Él y sus efectos encantadores hacia las mujeres. Nos explicó que había quedado con unos compañeros suyos para concretar los últimos puntos de su proyecto de investigación. Y al decir eso, Carol y Mireia suspiraron sonoramente.

Se disculpó por dejarnos, ya que su cena estaba en la mesa y nos quedamos las tres paradas, viendo como Álvaro se dirigía junto a sus amigos.

- Blanca, tienes que explicarnos muchas cosas – añadió Mireia.

Ya nos habíamos comido nuestras respectivas pizzas, y el ansiado postre ya estaba en la mesa. Resumí muy brevemente de qué conocía a Álvaro y que les expliqué que éramos buenos amigos, y mis amigas no podían evitar decirme que era guapísimo y que suerte tenía por haber coincidido con él.

- Yo creo que deberías ligártelo – concluyó Carol, mirando con ansia sus dos bolas de helado.

 -Un chico como él no se va a fijar nunca en una chica como yo – dije, mirando disimuladamente a Álvaro.

- ¿Cuándo aprenderás a valorarte? – murmuró Mireia – Eres guapa e inteligente, te mereces alguien mucho mejor que el imbécil de Lucas.

Me quedé en silencio comiendo mi tarta de queso. En esos momentos mi vida estaba tranquila y serena, no había ningún hombre en ella. Era feliz con mi familia y mis amistades. Pero no podía evitar pensar en cómo sería mi vida con un chico, que diera un poco más de chispa a mi vida y a mi vida sexual. Y que mi querida amiga hubiera nombrado a Lucas no me hizo mucha gracia, había hecho que las humillaciones de mi ex abordaran de nuevo mi cabeza.

- Lucas te hizo demasiado daño, Blanca – añadió Carol, sacándome de mis pensamientos -. Por eso no se merece ni una lágrima más de ninguna de las mujeres con las que ha tenido algo en su vida.

Asentí ante la declaración de mi amiga. La verdad es que Lucas, desde siempre, había sido un cerdo machista e infiel. Cuando nos conocimos sí que pensé que era algo chulo, pero pensaba que solamente era fachada, ya que durante nuestras primeras citas había sido muy romántico y agradable. Pero una vez la relación se consolidó, vi que no era como aparentaba ser. Pero lo que no podía negar era que nuestras relaciones sexuales siempre habían sido excelentes.

A eso de las doce de la noche ya había llegado a casa.

Fui al baño para quitarme el maquillaje y las lentillas, y recogerme el pelo en un moño para no pasar calor esa noche.

Después de ponerme el pijama, me metí en la cama e intenté leer un rato antes de dormirme. Pero mi mente no lograba concentrarse en la lectura: la imagen de Álvaro no paraba de aparecer por mi mente. Su sonrisa, sus ojos, su cuerpo escultural,... ¡uf, qué calor!

Puse el punto en el libro y lo dejé encima de la mesita de noche con fuerza. No podía ser... La aparición del chico había dado la vuelta a mi vida, y eso que no había pasado nada entre nosotros. No quise pensar como estaría si la noche de la boda hubiera aceptado la invitación de dormir con él. Solo de pensarlo me entraba más calor en el cuerpo. ¡Basta! me dije a mí misma.

Me levanté de la cama y fui a la cocina para beber un vaso de leche fría. Entonces comprendí que esa noche apenas podría dormir y que ese chico sería el protagonista de mis sueños.

A la mañana siguiente estaba de muy mal humor. Apenas había dormido porqué mi cabeza había decidido acordarse de Álvaro y de todo lo que pasamos juntos en Italia, y si lograba dormirme, soñaba qué hacíamos el amor constantemente. Quizás fue eso que me puso de mala leche: haber soñado que nos acostábamos, cuando en realidad aquello no había ocurrido.

Como era pronto, decidí ponerme la ropa y las zapatillas de deporte e ir al gimnasio a la primera clase de Spinning. Necesitaba eliminar la energía negativa que corría por mi cuerpo.

Esa mañana desprendía energía por todos los poros de mi piel. Y a pesar de haber dormido poco y mal, lo estaba dando todo en la clase. Mis piernas remaban con fuerza los pedales de la bicicleta, y las gotas de sudor humedecían mi rostro y el discreto escote. Cuando acabó la clase, el profesor no pudo evitar preguntarme que me ocurría, ya que no destacaba por ser una de las mejores alumnas. Simplemente le dije que necesitaba hacer deporte después de mi semana de vacaciones.

Una vez duchada, volví a casa. Con la clase en el gimnasio y una ducha rápida se me habían hecho las doce del mediodía y todavía no tenía nada que comer. Así que dejé la bolsa y me dirigí al súper-mercado al que iba desde que me mudé a la zona.

Ese día no sabía que quería comer. En Italia había comido muy bien y me daban la comida encima de la mesa. Pero ya estaba en casa, y tenía que espabilarme y elegir algo que comer ese mediodía. Así que me decanté por algo fácil: pechugas de pollo acompañadas de verduras salteadas.

Después de comer sola y estar hablando con mis amigas durante toda la tarde mediante el WhatsApp, decidimos que vendrían esa noche a casa para mirar alguna película y cenar de ensalada de pasta, ya que era mi especialidad.

Arreglé mi pequeño salón, y entonces llamaron al timbre. Miré el reloj y vi que era demasiado pronto para que Miriam y Carol ya estuvieran en casa, pero pensé que quizás habían preferido venir antes para ayudarme.

Cuando abrí me encontré con mis dos amigas con dos enormes bolsas en las que había chucherías y palomitas de microondas.

-¡Ya estamos aquí! – exclamó Carol, con una sonrisa dibujada en su rostro – Venimos cargadísimas de esas chuches que tanto te gustan, ¡los ladrillos con pica-pica!

Sonreí ante ellas y me alegré de que por unas horas mi cabeza no se acordara de Álvaro ni de Italia.

Mientras las chicas estaban colocando el sofá de manera estratégica para que las tres nos pudiéramos sentar anchamente, me metí en la cocina y puse a hervir las espirales de color y dos huevos.

Mientras la pasta hervía, saqué de la despensa una lata de atún y del congelador unos surimis de cangrejo. Una vez todo hervido y frío, corté el cangrejo y los huevos en trocitos bien pequeños y luego lo mezclé todo con la pasta, ¡la cena estaba lista!

Para cenar puse el equipo de música, y la primera canción que sonó fue Barco de papel de Miss Caffeina, una de nuestras canciones preferidas cuando éramos unas adolescentes. Carol y yo rompimos a reír, mientras que Mireia se sonrojaba.

-Eso ha sido muy cruel, Blanca – dijo la aludida -. No he pasado tanta vergüenza en mi vida, en serio.

Recordaríamos ese concierto toda nuestra vida. Eran los inicios del grupo, y como fans que éramos fuimos. Esa noche Mireia acababa de tener una decepción amorosa y le dio por beber más de la cuenta.

Una vez en el concierto y después de darlo todo en las canciones más marchosas, llegó el turno de Barco de papel. Todavía no sé si fue por el alcohol mezclado con la adrenalina o los saltos, pero Mireia no pudo más, y soltó la pota justo en frente del cantante. El pobre se quedó con cara de asco y de preocupación, y nuestra amiga roja como un tomate.

- No me dirás que no te encantó que el cantante viniera a preguntarte a ver si estabas bien al terminar el concierto – añadió Carol sonriente.

- Fue muy amable por su parte – dijo Mireia, mientras se sonrojaba -. Pero debemos recordar que eso ocurrió cuando teníamos diecisiete años.

Carol y yo nos miramos, y con una sonrisa dimos el tema por zanjado.

Volveré, te lo prometo #NikéAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora