Capítulo 26

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Ya habían pasado tres semanas desde el accidente de Álvaro, y no había habido ninguna mejoría, pero tampoco ningún empeoramiento. Habíamos hecho turnos de visita la familia de Álvaro, Marco y mi hermana y yo. Por las mañanas iba a trabajar y al terminar las clases me dirigía corriendo al hospital, donde comía y pasaba la tarde hasta las seis que era cuando volvía a casa, preparaba las clases para el día siguiente, cenaba y me iba a dormir. Y así durante tres interminables semanas. Estaba agotada física y anímicamente, no tenía nada que ver con la Blanca de siempre, la que sonreía y disfrutaba trabajando con niños. Pero en aquellos momentos ni mis alumnos conseguían sacarme una sonrisa sincera. Mis amigas intentaban animarme, incluso Pablo, después de todo lo ocurrido entre nosotros, intentaba que mi ánimo mejorase.

Era un viernes de principios de febrero, ya eran las cinco de la tarde y estaba sentada en la butaca de acompañante que había en la habitación. Estaba corrigiendo unos ejercicios que habían hecho mis alumnos en clase de matemáticas, algo muy sencillo y fácil de corregir. Entonces oí un ruido proveniente de la cama, como un murmullo o un quejido. Fijé mi mirada a la cama y vi como los ojos de Álvaro intentaban abrirse, y después de unos segundos luchando, consiguieron abrirse. Él me miró, sus ojos mostraban cansancio y debilidad, pero había un halo de esperanza en ellos. Sonreí mientras lloraba de felicidad y salí al pasillo corriendo, en busca del doctor Puig.

- ¡Doctor, doctor! Se ha despertado, ¡Álvaro ha despertado!

El médico estaba alucinando, pero se dirigió corriendo a la habitación y vimos que Álvaro sí que se había despertado. Al verme entrar con el doctor sonrió, se alegraba de que yo estuviera allí.

- Tendrías que salir, tengo que hacerle unas pruebas de reconocimiento, algo rutinario – dijo el doctor.

Asentí sonriendo, y en un susurro le dije a Álvaro lo mucho que lo quería.

Una vez fuera llamé a todo el mundo dándole la buena nueva, ¡Álvaro se había despertado y no iba a morirse! Pero al ver salir al doctor Puig de la habitación con cara de derrota supe que la tortura no había terminado.

- ¿Qué... qué ocurre?

- No responde a los estímulos de las piernas – soltó de sopetón, sin preparación -. No quiere decir que sea para siempre, quizás es algo temporal... pero por ahora no podemos decir nada más. Ahora lo que necesita es estar contigo y que le cuentes lo que ha ocurrido durante estas tres semanas. Haré todo lo posible para que Álvaro pueda volver a andar.

Dos lágrimas volvieron a recorrer mis mejillas, las alegrías siempre vienen acompañadas de tristeza, y yo no sabía que había hecho para merecerme aquello.

Me recompuse como pude y volví a entrar en la habitación. Y allí estaba él, mirando a través de la ventana y recostado en la cama. Durante aquellas interminables semanas llegué a pensar que nunca más volvería a verlo despierto, ni poder volverlo a abrazar o besar. Pero, me dije a mí misma, que aunque tuviera que cuidarlo toda mi vida y acompañarlo a todos sitios con la silla de ruedas, yo, estaría a su lado para siempre.

- Siéntate a mi lado, amor – dijo con la voz pastosa.

Me senté en la cama y lo abracé como pude, sintiendo de nuevo su calor.

- Pensé que nunca volvería a oír tu voz – dije, llorando como una tonta -. Y has vuelto, como me lo prometiste.

- Nunca te dejaré sola, aunque me tenga que quedar postrado en una silla de ruedas – me acariciaba el pelo y me hizo separarme de él -. Estás preciosa Blanca.

- No digas tonterías – sorbí por la nariz mientras me reía -. Tengo unas ojeras que ni un muerto y estoy más blanca que la leche.

- Lo dicho: estás preciosa.

Durante el resto de la tarde estuvimos juntos, también vinieron mi hermana y Marco y los padres de Álvaro. Él les dio la noticia de la insensibilización de las piernas, pero sacó hierro al asunto diciendo que muy probablemente sería algo temporal, pero yo sabía que él pensaba que nunca podría volver a andar.

¿Y si no volvía a andar nunca más? Yo tenía claro que me mantendría a su lado para lo bueno y para lo malo, ¿pero él? ¿Qué estaría pensando?

Después de la pequeña celebración y de que los demás se retirasen para descansar, yo me quedé un rato más con Álvaro. Teníamos que hablar de muchas cosas y yo quería dejarle claro que yo estaba allí, a su lado.

- ¿Crees que podrás volver a andar? – le cogí de la mano, para transmitirle fuerza y seguridad.

- No lo sé, Blanca... - suspiró – Mañana, Francesc va a venir con un grupo de neurólogos que vienen directamente de Son Espases y ellos me van a decir el que. Yo voy a intentar ser positivo, y sé que si se puede curar, va a ser un proceso de rehabilitación muy largo y en algún momento, quizás, tire la toalla.

- Si es verdad que se puede curar, tú conseguirás recuperarte... y yo voy a estar a tu lado para que lo consigas.

Se incorporó, quedándose sentado en la cama de aquel hospital, cogió mi rostro y me beso con ganas y necesidad. Luego posó su frente sobre la mía.

- Eso sería maravilloso.

Por Álvaro:

Pasé casi un mes más ingresado en el hospital. Los neurólogos me hicieron las pruebas y salieron los resultados: dependía totalmente de mí que volviera a andar o no.

Durante aquel período de tiempo empecé con la rehabilitación, pero era muy muy duro. Pero tuve la suerte de que Blanca estuvo conmigo durante aquellas duras sesiones.

Al darme de alta, Blanca me dijo que se trasladaría a mi casa, para ayudarme en todo momento. Aquello me alegró profundamente, aunque hubiera preferido que nuestra convivencia se iniciara en un mejor momento para ambos.

Siempre recordaré el día que me dieron el alta y lo que sentí al llegar a casa. Allí estaban todos: mis padres, mi abuela y mi hermana con su familia. También estaban todos mis amigos y la familia de Blanca para darme la bienvenida. Y por supuesto, ella estuvo a mi lado. Hicimos una pequeña fiesta en honor a mi salida del hospital, había mucha comida preparada por nuestras madres: pizzas, empanadas y sándwiches por doquier. En aquel momento me di cuenta de que no estaba solo, que estaba rodeado de gente que me quería y que tenía que recuperarme no por mí, sino por ellos.

Aquella fue nuestra primera noche en casa. Blanca me dijo que ya se había organizado: por las mañanas vendría mi madre a cuidarme, ya que ella había dejado la cafetería en sus manos; y Blanca, al terminar de trabajar, vendría para estar conmigo hasta la mañana siguiente. También organizó las sesiones de rehabilitación: durante una hora y media, los lunes, miércoles y jueves vendría un fisioterapeuta a casa para ayudarme.

- Como en Frágiles, aquella serie de Santi Millán – dijo sonriéndome.

- ¿Quieres que me enamore de mi fisioterapeuta? – bromeé.

- Tranquilo, que es un hombre y yo sé bien que a ti te gustan las mujeres – y rompió a reír.

Yo la miré, embelesado. No sabía que había hecho por tener a una mujer como Blanca a mi lado, supongo que en otra vida había sido muy buena persona, porque no me lo explicaba. Era buena y agradable, que te reñía cuando te tenía que reñir. Blanca era maravillosa en nuestra relación, pero también lo era en su trabajo; todos sus alumnos la adoraban.

Pero en aquel momento no sabía las consecuencias que tendría mi accidente de coche en mi relación con la chica de mis sueños.

Volveré, te lo prometo #NikéAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora