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Suicida

"Las emociones no expresadas nunca mueren.
Son enterradas vivas y, más tarde, salen a la luz de formas peores."
(Sigmund Freud)

¿Cuántas veces nos hemos quedado callados ante situaciones que nos lastiman? ¿Cuántas veces hemos ocultado nuestros sentimientos? ¿Cuántas veces ese nudo en la garganta se ha convertido en un llanto mudo? ¿Cuánto dolor hemos llegado a sentir que nos asfixia y estruja el alma? ¿Cuántas noches hemos llorado hasta quedarnos dormidos? Hay días en los que nos sentimos solos y vacíos; días en los que nos encontramos en medio de una fuerte tormenta; días fríos que parecen nunca acabar. Se siente como si uno perdiera la felicidad de la vida, como si se perdiera uno mismo en medio del vacío eterno, y entonces, nos da por llorar o, simplemente sólo nos quedamos ahí, callados, secos de todo lo que nos rodea. Nos lastimamos con palabras y, a veces, con actos. Sentimos que nos ahogamos y no hay nadie que nos salve. Sentimos que nos perdemos en ese silencio que nos grita y no se calla.

Todos hemos tratado de ocultar nuestros demonios a lo largo del día; aquellos que se fortalecen en la oscuridad de la noche a la que tanto le tememos. Y creemos que nos acostumbraremos a ello. Creemos que un día dejará de ser asfixiante el hecho de respirar. Creemos que un día las pesadillas dejaran de aparecer y nuestros miedos se desvanecerán, pero no es así. Mientras más lo ocultamos, más venenoso se vuelve para nosotros. Y ya tarde es que nos damos cuenta que no basta con sonreír ni basta con saber que nos necesitan. Nos deja sin esperanzas. Nos esconde la voz en medio de un recuerdo o de una añoranza que se cruza por nuestra mente a las tres de la mañana o a las cinco de la tarde. Entonces, sentimos que no hay más por hacer. Las palabras de consuelo que nos brindan para calmar el alma ya no surten efecto, ya no sirven de nada porque se vuelven una mentira. Se acaba la motivación a seguir. Aquellas palabras que se agradecen dejan de se útiles cuando uno ya se encuentra con el alma rota, cuando mira hacia los brazos y éstos lloran de dolor, al igual que el corazón.

[09 de marzo 2020]
Min YoonGi, 25 años.
Jung Hoseok, 24 años.
Park Jimin, 22 años.
Jeon JungKook, 21 años

La semana había pasado y todos en casa estaban preguntándose si sería bueno festejar a YoonGi en grande o sólo con un abrazo como siempre lo hacían. Hoseok y los hermanos sabían que el pelinegro odiaba su cumpleaños y prefería que no se hiciera nada, que fuera tomado como un día normal, sin embargo, aceptaba los abrazos que sus amigos le regalaban por la mañana. Quizá aún no era momento de festejar a YoonGi con pastel y globos, no ahora que se encontraba en un lucha con su tristeza.

— ¿Hoy no saldrán? — preguntó YoonGi a los hermanos, quienes estaban sentados en el sofá viendo una película.

— No — contestó JungKook con la mirada fija en la televisión —. Ya no tenemos que ir a la universidad.

— ¿Ya no tienes problemas con tus papeles? — tomó asiento al lado del menor y miró hacia enfrente.

— No. Ya está todo arreglado — JungKook volteó a verlo y sonrió —. Fue tedioso, pero mi título saldrá con Park de apellido. En definitiva, sin SeulBi no hubiera podido hacerlo así de rápido. Ella tiene muchos contactos en todas partes.

— Eso es por su esposo — dijo Jimin, volteando a ver a su hermano y a su amigo —. Ha de ser mafioso porque no encuentro otra razón para tener tantos contactos.

— Trabaja en el gobierno, es obvio que tenga todos esos contactos. En algún punto los debe de utilizar, así que lamento decirte que no, no es mafioso su esposo — fue Hoseok quien contestó, mientras salía de la cocina.

Serial Killers | COMPLETA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora