Capítulo 1.- Trampa

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Un juego debería ser divertido ¿O no?

Corina no tenía muchas expectativas respecto a esa partida, supuso que sería incómodo y que podía esperar algo de drama, pero jamás imaginó la magnitud del desastre al que estaba a punto de ser arrastrada por una simple frase.

Había aceptado jugar, a pesar de que eso implicaría tener que interactuar con Lía, porque Dana había insistido mucho y negarse hubiera sido confirmar que había estado evitándolas desde que inició el nuevo semestre. Bueno, probablemente lo mucho que las extrañaba hubiera tenido algo que ver.

Haber tenido que renunciar a sus amigas había sido una de las consecuencias más dolorosas del "incidente", y además terriblemente injusto ¿Por qué había tenido que huir cuando había sido la víctima? Pero esperar que alguien que no conocía la vergüenza se retirara con un poco de gracia en lugar de obligarla a ella hacerlo hubiera sido muy ingenuo de su parte.

Se recostó en su cama, con los audífonos puestos y su celular en una mano a esperar a que el juego empezara.

— ¿Ya están todas?

Escuchó la voz de Dana a través de los audífonos.

— Lía rechazó la llamada.

Respondió Claudia.

— ¿Si va a poder jugar? ¿Ya tiene celular? Creo que lo había perdido.

Hubo silencio por varios segundos, en vista de que ninguna conocía la respuesta a la pregunta de Irina.

— Aparece conectada en el juego.

Aclaró Claudia.

— Entonces ya está, tal vez rechazó la llamada porque no puede hablar por teléfono, pero si está conectada vamos a empezar la partida de una vez.

Sugirió Corina, tratando de que no se notara en su tono lo feliz que estaba de no tener que escuchar a Lía.

Las demás estuvieron de acuerdo y empezaron.

Este agradable imprevisto hizo que su disposición mejorara de manera automática, tal vez terminara pasándola bien, después de todo el juego era divertido a pesar de que el planteamiento era muy sencillo: en su turno cada jugador escribía cuatro frases, de las cuales tres debían ser mentiras y los dos contrincantes que hicieran clic más rápido tenían una oportunidad cada uno para intentar adivinar cuál era la verdad.

Definitivamente no se comparaba con una partida de ajedrez, pero había descubierto que para ganar necesitabas ser hábil como estratega y sobre todo, ser un buen mentiroso.

Nunca había quedado por debajo del segundo lugar en una partida de "Tres mentiras", había desarrollado una estrategia que la hacía ganar casi siempre.

La parte más difícil era elegir la verdad, tenía que ser algo que resultara difícil de creer, pero no lo suficientemente escandaloso como para llamar la atención, con sus tres mentiras podía divertirse y ser creativa, ahí el secreto era el mismo que usaba para sonar creíble cuando necesitaba decir una mentira en la vida real: apegarse lo más posible a lo que había pasado, cambiando sólo lo justo y necesario para hacerlo concordar con sus propósitos y de preferencia asegurarse de que ese ochenta por ciento de verdad en su versión fuera algo que los demás pudieran comprobar fácilmente, porque la gente tenía tendencia a creer que si una parte era cierta, todo lo demás lo era también.

Para detectar la verdad entre los cuatro enunciados de los otros jugadores no podía dar una técnica tan exacta, dependía en gran medida de la información que tuvieras respecto a ellos, pero al tratarse de amigas a las que conocía bien casi siempre podía recordar algún suceso que fuera incongruente con las mentiras, incluso llegaba a suceder que le habían revelado la verdad tiempo atrás y no lo recordaban, o en el peor de los casos después de haber jugado con alguien algunas veces era posible descubrir su patrón para mentir.

La tercer mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora