15. Florencia

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Dánae

—¡Esto no tiene ningún sentido profesora!—se quejaba Alessandra.

Extrañamente, teníamos un viaje a Florencia para visitar principalmente el museo Uffizi. Lo que no entendía nuestra clase era por qué deberíamos ir si éramos de ciencias, pero la profesora sólo nos comentó que era una orden desde arriba y debían ir todas las clases del segundo año. Por ende, significaba que Angus también iría y Alessandra me dejaría sola por las noches para irse a dormir con él. La veía tan ilusionada, que me daba miedo de que Angus no le contase que a final de curso nos volveríamos a ir a otro país y tendrían que finalizar la "bonita" historia de amor que se estaban montando.

Entre tantas cosas, no me di cuenta de que había sonado la alarma que daba a entender que ya se había terminado el instituto por hoy. Recogí mis cosas y salí hasta la puerta principal dónde se encontraba Angus esperando, pero no a mí precisamente.

—¿Te has enterado de lo del viaje?—preguntó Alessandra en un tono enfadado.

—¡SÍ! ¡Qué pasada!, tengo muchas ganas de ir, aunque no entiendo bien para qué tienen que ir nuestras clases si ambos somos de ciencias.

—Yo no quiero ir, se lo comenté a mi tutora, no tiene ningún sentido.

Angus le dio un delicado beso y un abrazo para despedirse de ella, luego caminó hasta mí para regresar a casa juntos. Durante el trayecto hasta casa conversamos acerca de lo divertido qué sería el viaje y sobre cómo iba el curso.

No me gustaba preguntarle nada que tuviese relación con su vida amorosa, pero por mucho que intentase buscar alguna respuesta no entendía cómo había olvidado tan rápido a Erika, ¿Eso era estar enamorado? ¿Dejar una persona y luego sustituir ese vacío por otra?, no tenía mucho amor propio si necesitaba llenar ese vacío con otra persona, pero yo no era la persona más indicada para hablar sobre estos temas. Inexperta en  besos, inexperta en relaciones sexuales e inexperta en el amor, fracaso total. Aún me quedaba un año para mis dieciocho, no debía correr, tenía suficiente tiempo, no era algo que debía avergonzarme.

—¿Papá te ha hablado Angus?

—No, ¿Por qué?—preguntó mientras fruncía el ceño. Le enseñé el mensaje intentando que él tuviese una respuesta sobre lo que estaba pasando.—Bueno, no pasa nada, ya sabemos que tiene un trabajo muy atareado.—dijo sin darle importancia.

Para mí si era importante, ya era la segunda vez en apenas un mes que llevábamos en Italia, se estaba viendo con alguien y no quería contarlo, pero ¿Por qué?. Seguí caminando sin sacar ningún tipo de conversación con mi hermano.

Al llegar a casa no quise almorzar, no tenía mucho apetito, subí directamente a mi cuarto para descansar y seguidamente realizar las tareas marcadas que no eran pocas. Quedaban menos de dos semanas para el viaje a Florencia, sólo eran tres días para conocer la bella ciudad, pero era algo más que suficiente para conocer un poco más acerca de los pequeños rincones que nos ofrecía el país.

Una vez me preguntaron en clase de literatura cómo le explicaría a una persona ciega de nacimiento cómo era el color rojo. Nunca respondí esa pregunta y quizás ahora tampoco era el mejor momento, sólo me imaginaba explicar el color mediante lo que yo sentía con él, como por ejemplo que con él solía mostrar el sentimiento de enfado o cuando tenía mucho calor, dándole a entender que era un color que transmitía bastante intensidad, pero también podía ser cálido y llamativo, que ese color recorría cada parte de nuestro cuerpo, dándole vida.

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