29. El mundo es feo

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Dánae

24 de Diciembre, Navidad. Esa época donde parece que los problemas en la familia desaparecen, que ya no importa que tan mal te caigan los vecinos o si tus amigos te han dejado de lado. Donde reina el frío, la nieve y la lluvia, donde las personas son un poco más felices y deseas con toda tu alma abrir el día 25 lo que le habías pedido a papá Noel. Cuando era pequeña solía esperar en la ventana para ver a los renos, también me gustaba despertarme antes que papá y Angus para despertarlos con mis gritos.

Al ser pequeños no nos dábamos cuenta, pero éramos felices con poco, me encantaba la navidad pero lo principal no eran los regalos, era ir a jugar a la nieve, era ver la sonrisa de felicidad en los demás, era poder decir te quiero sin timidez, cuando creces todo eso cambia. Tu inocencia se va, cada año vas perdiendo más aún la ilusión y sólo te queda fingir estar bien, aunque eches de menos a mamá, a los abuelos y a tu mejor amiga, debía aceptar que no volvería a pasar más navidades con ellos. Anhelaba tantas cosas de la infancia, como ver mis dibujos favoritos, jugar con Angus y mis primos, añoraba Londres.

Recordé la primera vez que se me cayó un diente, lloré muchísimo porque pensaba que no volvería a crecer y me quedaría con un hueco feo al sonreír, pero mi padre me contó que si le regalaba mi diente al ratoncito Pérez él me daría otro regalo a cambio, y así lo hice, esa noche dejé mi pequeño diente debajo de la almohada y al despertar tenía varias monedas a cambio, rápidamente dejé de sentir miedo porque no me volviesen a crecer los dientes si iba a recibir una recompensa. A pesar de todo eso, la navidad estaba siendo diferente gracias a la llegada de Alessandra, había que destacar que estaba preciosa.

Hacía años que nadie cenaba con nosotros, aunque sí estaba un poco incómoda porque sabía que mi padre había estado quedando con alguien y no tenía la confianza suficiente en nosotros para contárnoslo, pero no podía estropear la noche, que por el momento estaba siendo muy agradable. Terminamos de cenar y comenzamos a recoger todo el comedor. Luego, ya eran cerca de las dos de la madrugada pero decidimos aprovechar la noche con diferentes juegos de mesa y películas navideñas puesto que no teníamos sueño. De repente alguien tocó la puerta a lo que todos nos miramos extrañados y fue mi padre quien decidió abrir la puerta.

—Buenas señor Paige, ¿Está Dánae?

—Eh, sí, espera un momento.—dijo mi padre extrañado y acto seguido me llamó para que fuese hasta allí mientras él volvía hacia la sala.

Al salir mis ojos se entreabrieron, no esperaba que Jay fuese a verme y mucho menos después de lo que había pasado la última vez, que aunque lo hablamos varias veces por FaceTime no nos habíamos vuelto a ver.

—Feliz navidad.—dije sonriente.

—Igualmente, estás muy guapa, siempre lo estás.

—Muchas gracias.—volví a sonreír, me gustó el gesto que tuvo de venir hasta mi casa.

Nos quedamos varios minutos mirándonos, él siempre sería el chico de la mirada eterna.

—Parece que papá Noel te ha dejado algo en mi casa, toma.—¡No lo podía creer!, yo no le había comprado nada a él, ¡Qué estúpida!.

—No tenías por qué hacer esto Jay.—recibí sus regalos agradeciéndoselo mil veces.

—El mundo es feo, pero tú eres hermosa para mí.—dijo mientras abría el primer regalo que era un disco de una banda que desconocía totalmente.- My Chemical Romance, ya es hora de que empieces a escuchar otro tipo de música, además es mi banda favorita, espero que la disfrutes, estoy seguro de que lo harás.

—De verdad me siento fatal por esto.—abrí el segundo regalo y era lo mejor que podría haber recibido por navidad. Se trataba de un lienzo hecho por él, era el mismo dibujo que cogí en su cuarto el día que nos conocimos, y reconocí el paisaje desde el momento en que lo vi: El jardín de los naranjos. Era precioso, empecé a llorar pero de felicidad, nadie nunca había tenido un detalle así conmigo.

Hacía frío, pero me daba igual, salí de mi casa y me quedé frente a él, muy pegada para seguidamente abrazarle y él mismo se encargó de besarme, ya no había vuelta atrás, mis sentimiento por él cada vez iban aumentando más y de la peor manera, lentamente. Separó sus labios de los míos y sonrió.

—Me encanta, muchas gracias Jay.—seguí abrazándolo.—Te invitaría a pasar, pero mi padre está despierto, si te parece podemos quedar mañana.

—Está bien, podríamos hablar por teléfono ahora.

—Sí, claro, ya casi que me iré a dormir pero puedo aguantar un rato despierta por ti.—él comenzó a reírse y luego me dio un beso para despedirse.

Entré en casa pero para mi sorpresa ya no había nadie en la sala, mi padre se había ido a dormir y Angus estaba con Alessandra en su cuarto, así que subí a mi habitación para cambiarme y le envié un mensaje a Jay de que podíamos hablar todo el tiempo que quisiera, o hasta que mi cuerpo aguantase. No tardé mucho en recibir su llamada.

—Me ha encantado, no me esperaba nada de esto enserio.

—Dánae.

—¿Qué pasa?

—Contigo soy feliz otra vez.

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