23. El jardín de los naranjos

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Dánae

—¿Pero a dónde vas a ir así?, ¿Y con quién?

—Eres muy pesado Angus, yo no me meto en tu vida, por una vez déjame en paz.

Odiaba que fuera tan protector, entendía que se preocupase, nunca salía a ningún lado y ahora de repente iba a salir por mi cuenta, era extraño, sí, pero debería acostumbrarse. Olvidé por completo repasarme la pintura de uñas, no utilizaba otro color que no fuese negro, pero ya no me daba tiempo. Como no sabía a dónde iríamos, me puse una falda corta de cuadros y un top negro de tirantes, con una chaqueta de cuero por si hacía frío.

No hizo falta arreglarme mucho el pelo, aunque a diferencia de la fiesta en casa de Matteo, me había maquillado un poco más, el ojo de gato para intentar destacar mis ojos, rímel y pintalabios color rojo. Cuando abrí la puerta vi cómo estaba apoyado sobre su moto y no se había percatado de mi presencia todavía. Me acerqué hasta él para hacerme notar, al llegar miró mi cuerpo entero de arriba abajo sin ningún descaro, me hacía sentir tan diferente ante sus ojos, me gustaba la manera en la que se mordía el labio sin dejar de mirarme.

—¿No me vas a decir nada, Jay?

—Eres... una enterada.—sonreí al escucharlo decir aquello, me había terminado gustando. Era algo nuestro.

Subí a la moto, sabía cual era la condición de estar con él, no preguntar absolutamente nada, por ende rodee su cintura con mis manos y me apoyé en su espalda.

—No te duermas, será un camino bastante corto.—Y así fue, en menos de cinco minutos Jay había aparcado su moto. Entramos en lo que parecía un parque, aunque no podía apreciarse bien puesto que estaba anocheciendo.

—¿Vamos a ver las estrellas?—pregunté.

—Sígueme.—Jay subió unos pequeños escalones, dio un par de pasos y se paró, no podía creerlo.

—Este es... el ventanal del dibujo que cogí en tu cuarto.—sabía que tenía algún significado.— ¿Dónde estamos exactamente?

—En el jardín de los naranjos, es uno de los lugares más bellos de Roma. Dicen que aquí es muy fácil enamorarse.—sus mejillas se sonrojaron.

—¿Y esa cúpula?

—Es la cúpula de la Basílica de San Pedro, las vistas desde aquí son únicas, no vas a encontrar mejor sitio en Roma.—estaba a gusto disfrutando de la escena, por lo que no quise comentar nada, sin embargo, Jay decidió romper ese silencio.

—Eres preciosa.

—¡Pero qué dices!—Me sentí avergonzada por su halago.

—Y más me quedo loco cuando sonríes, me encanta, te juro que me enamora tu sonrisa.

—¡Para!, soy horrible.

—Cállate. En vez de decir eso, usa tu boca para besarme.—mi corazón se paró un momento, no sabía si había escuchado bien, pero sí que tenía ganas de besarlo, aunque la timidez podía conmigo, él sabía que estaba nerviosa por lo que se fue acercando lentamente hasta mí. Llevó su mano hasta mi mejilla, luego recorrió todo mi brazo hasta terminar en mi cintura, mi respiración era entrecortada. Lo miré fijamente a sus achinados ojos y él hizo lo mismo, relamí mis labios esperando el momento.

Ya no había vuelta atrás, nuestros labios comenzaron a rozarse y fue él quien rompió la tensión que había hecho presión sobre los míos. Tenía un pequeño corte en los labios y temía que pudiese molestarle, pero él siguió. Fue un beso intenso, ambos teníamos ganas desde hacía tiempo. Separé mis labios de los suyos y pude ver cómo se le escapó una sonrisa, no quisimos alejarnos, dejamos nuestros rostros pegados, mirando nuestros labios, que tardaron muy poco en volver a juntarse.

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