Jay
La noche se encontraba despejada, podía observar el cielo con cierta claridad, las estrellas brillaban más que nunca. Lejos, en el horizonte, se hallaba la luna, pero no como siempre. Se podía apreciar perfectamente que estaba casi llena y de pronto apareció ese color tan diferente.
La luna anaranjada iluminaba la noche con un inigualable brillo. Cerré los ojos por unos pequeños instantes, mi vida había sido fría, llena de angustia, dolor...y no había nada que me mantuviese con ganas de seguir vivo. Por unos segundos, desapareció la lamentable historia que solía vivir, lo afligido que me encontraba y la soledad que me acompañaba día tras día.
La melodía que seguía sonando a través de mis cascos tranquilizaba cada parte de mi negativa mente. Aquella canción no era de mis favoritas, ni si quiera el grupo, a pesar de que había sido una de las bandas de rock con más éxito del mundo, pero debía admitir que la letra llegaba al corazón de cualquier persona y había aprendido algo de ella; nunca debía decir adiós.
Volví mis ojos hacia el detallado cielo, parecía una noche que sólo estaba disfrutando yo, puesto que cerca de cincuenta adolescentes creían divertirse en una fiesta, que por desgracia, era en mi casa. Las detestaba, nunca encontré el sentido de esa festividad entre personas que apenas conocías con el fin de...¿Qué fin tenía exactamente? ¿Sociabilizar?, pues menuda estupidez.
Fue tan repentino, que la luna había desaparecido completamente para mí, ya que una estrella fugaz captó completamente mi atención. Jamás vi una, muy extraño para alguien que llevaba estudiándolas desde los diez años, y que cada noche se acostaba en el verde césped para apreciarlas con el mismo asombro que un niño mira a un avión despegando por primera vez. A nivel científico, una estrella fugaz podía tener una apariencia muy diversa y brillar mucho o prácticamente nada. Era interesante el saber que había sido la primera ocasión en ver esa cantidad de meteoros cayendo del cielo, aunque sí que mucho antes pude ver morir a una estrella, de hecho, en varias ocasiones. Pero, ¿Qué era una estrella fugaz realmente?.
Un impulso hizo que me levantase e instintivamente girase mi mirada hacia el interior de la casa, como si mi cuerpo hubiese actuado en respuesta a la pregunta que acababa de hacer para mi más confundida mente. Las personas quedaron borrosas ante mis ojos que sólo podían divisar cómo alguien subía por las escaleras principales, y fue el mismo color anaranjado en su pelo, como el que vi minutos antes en la luna, lo que hizo que me levantase para seguirla.
Costaba entrar en mi propia casa, principalmente porque no me gustaba estar allí dentro, pero la gente tampoco ayudaba mucho para abrirme el paso.
—Jay, ¿Qué haces aquí?—preguntó Matteo.
—También es mi casa, ¿Recuerdas?.
—Ya, obvio, me refería a qué haces en la fiesta...no sueles asistir nunca.—dijo apartando la mirada como si estuviese buscando a alguien.
—Me voy.—aparté mi vista de aquella espantosa gente y subí las escaleras rápidamente.
¿Dónde estaría?
Comencé a abrir las diferentes puertas de la primera planta, dónde se encontraban los dormitorios principales, aunque si lo llegaba a saber, desearía no haber abierto ciertas habitaciones, me hubiese ahorrado bastantes imágenes turbias que por desgracia recordaría. Y entonces, cuando me rendí por no encontrar a la chica, observé con furia cómo la puerta de mi habitación se encontraba ligeramente abierta.
En un primer momento, olvidé el motivo por el cual había entrado en la casa, todo mi interés se fue absolutamente a la puerta. La persona que estuviese allí dentro se había buscado un buen problema, porque, según mis reglas, dejaba bastante claro en la puerta que no se podía entrar. Me dirigí hasta allí con rapidez, tratando de mantener la calma, quizás la gente me viese como un exagerado, pensarían que era simplemente una habitación normal y corriente, pero para mí, era mi santuario.
Entré silenciosamente, la luz estaba apagada, y la poca claridad que podía dejar que notase la presencia de una chica en la habitación, se debía al intenso brillo que daba la luna. Me acerqué de la manera más sutil que pude hasta ella, pero me vi incapaz de decir nada, o eso creí, puesto que sostenía entre sus manos una de las obras que más me había costado realizar. "Maldita niña maleducada", pensé. Primero entró en mi santuario sin permiso y luego hurgó por donde le pareció.
—¿Te gusta meterte en las cosas de los demás?—su cuerpo dio un pequeño salto por el susto, pero no duró más de tres segundos en girarse. Entonces, me percaté bien, era ella. Su cara destacaba más aún que el color anaranjado de su pelo, ya que toda mi atención fue directamente hacia sus ojos, y no podía apartar mis ojos de ella, porque era enigmático mirarla. Cambié el gesto de mi cara, esperando a que ella se diese cuenta y me respondiera cuanto antes, cosa que tuvo bastante resultado.
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Holi tortuguitas <3
Espero que les esté gustando la historia.
El motivo por el cual hice este capítulo es porque quería mostrar lo que estaba haciendo Jay justo antes de conocer a Dánae, y además, la perspectiva de él cuando la conoce.
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Heaven
RomanceEntre libros y música, Dánae llega a Italia, pero no de la manera que más le hubiese gustado. Tras cuatro años viajando por el trabajo de su padre, por fin consigue estar en un lugar dónde se siente cómoda. Aunque la ciudad de Roma será testigo de u...