25. Intensidad

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Dánae

No podía sacar de mi mente aquella mirada, ni aquel beso, y por supuesto, tampoco aquella noche. Solté una risa tonta ante el espejo, esa noche volvería a verlo. Habíamos quedado para ir al parque de atracciones, por supuesto él me invitaba, no me dejaba pagar en ningún momento, y a veces, me incomodaba. Elegí unos vaqueros apretados, una camisa oversize de los Rolling Stones y unas converse altas de color negro, iba sencilla para pasar un rato agradable mientras no pararía de gritar en cada atracción.

Me asomé por la ventana, pero no vi a nadie, era extraño puesto que Jay nunca llegaba tarde, de hecho, era demasiado puntual. Esperé unos minutos más, quizás estaría ocupado, o había pillado un atasco para llegar hasta aquí, pero siendo sincera, en aquella zona no circulaban muchos coches. Miré el reloj, quince minutos tarde. Cogí el móvil para leer algún capítulo suelto que habían actualizado en Wattpad. Volví mi mirada hacia el reloj de la cocina, treinta minutos tarde. Empezaba a preocuparme ¿Y si le había pasado algo? Seguí leyendo, hasta que por fin, tras cuarenta minutos esperando, escuché una moto. No sabía con certeza si era él, así que fui rápidamente hasta la ventana para poder confirmarlo, allí estaba, como no, vestido de negro. Salí de casa lo antes posible para que me diese una explicación.

—¿Estás bien? Estaba preocupada, nunca llegas tarde.

—Perdona, debí avisarte, me quedé dormido.—mentía, notaba en sus ojos dolor, pero no quise preguntar, sabía cómo se comportaría y necesitaba pasar un buen rato con él, por lo que me subí a su moto sin preguntar nada más durante todo el camino.

Al llegar al parque, me comentó que nunca le gustaron las atracciones, pero que le parecía un buen lugar para tener una segunda cita, aún así lo convencí para que se montase conmigo en ciertas atracciones de poco riesgo. Luego, nos acostamos sobre el césped a mirar las estrellas mientras nos comíamos un creppe de chocolate, él nunca lo supo, pero ese pequeño momento valía más que nada para mí en el mundo.

—No hay nada como un abrazo por la espalda.—soltó repentinamente.

—No estoy de acuerdo, prefiero un beso en la frente.—dije mirándolo mientras le sonreía. Él dejó sus ojos clavados en mí, pero al contrario que yo, no sonrió.

—Tengo miedo de no estar contigo.

—Eso no va a pasar.—intenté tranquilizarle, sentía que necesitaba cariño. Me acerqué hasta él, y nuestras miradas se fijaron durante unos segundos, cerré los ojos para que mis labios chocasen con los suyos, pero Jay no dejó que pasara.

—No quiero que te acostumbres a esto.—pasó su dedo índice sobre la punta de mi nariz.

—¿A qué?, ¿A tus besos?, ¿O a ti?

—A los dos.

—Eso es complicado.

—¿Por qué?

—Jay no puedo elegir, no puedo cambiar lo que siento.—se quedó callado unos segundos, mirando a la luna, mientras que yo no podía dejar de mirarlo a él, porque sí, era pronto para sentir tantas cosas por alguien que apenas conocía, pero así lo sentí en ese momento, y no podía rechazar lo que el corazón me pedía a gritos que soltase.

Me gustaba, estaba dispuesta a conocerle durante todo el tiempo que fuera, no me importaba esperar porque realmente me interesaba cada parte de él. Estaba segura de que nadie podría resistirse ante la curiosidad de conocer más sobre Jay, era totalmente diferente a cualquier persona que hubiese conocido antes, y no sólo físicamente, sino sus aptitudes y cabía destacar su manera de actuar sobre mí. Tenía la capacidad de manejarme a su antojo, y eso en el fondo, me encantaba.

—Déjame ser el único.

—¿En qué?—pregunté dubitativa.

—En todo.—se colocó sobre mí dejando sus labios a dos centímetros de los míos, no aguantaba la tentación de besarlos, cuanto más lo miraba más irresistible se volvía. Él no tardó en hacer lo que llevaba rato deseando, se relamió los labios y juntó estos con los míos. Otra vez ese tacto, esa calidez, esa manera de hacer que perdiese la cabeza por él.

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