2. Sobrevivir

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Roma, 11pm.

Cuando tu vida se resume en escuchar una banda de rock alternativo que está muerta, a leer poesía y quedar únicamente con tu mejor amigo...te das cuenta de que no estás vivo, estás sobreviviendo. Pero a veces, no es suficiente aferrarte a algo, así que esa noche, otra vez, lo intenté.

Caminaba muy lento mientras iba admirando el paisaje de la ciudad, aquella maldita ciudad nunca descansaba, siempre encontrabas a alguien haciendo fotos, al tipo que te vendía una pulsera sin tu quererla, gente besándose y enamorándose continuamente.

Me paré en seco cuando llegué, por suerte no había mucha gente en aquel lugar. Contemplé las vistas una y otra vez, durante toda la noche, ni siquiera me di cuenta de que era de madrugada cuando miré a mi alrededor y no quedaba nadie. Supe entonces que el momento había llegado. No estaba nervioso, no tenía nada que perder, no tenía miedo.

Saqué la navaja, la misma que utilicé la primera vez que me corté cuando tenía catorce años, sólo que ahora habían pasado casi cinco años y me sentía peor que entonces.

La gente no podía juzgarme por ello, intenté buscar algo que me ayudara a seguir viviendo, me obligué a mí mismo a conocer gente, me interesé por el arte y la música, pero aún así, vivir no era sinónimo de felicidad para mí. 

Miré la luna por última vez y suspiré, supe que estaba listo, agarré el arma con fuerza y tracé un corte profundo en mi antebrazo izquierdo, juro que me sentí aliviado después años siendo infeliz. Lloré, no por el dolor, tampoco porque iba a morir, lloré de felicidad al saber que por fin iba a descansar de mi tormento. Entonces cerré los ojos, y me dormí profundamente.

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