40. La noche estrellada

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Jay

La noche estrellada, sin duda, era mi cuadro favorito. Me encantaba la manera en la que Vincent Van Gogh, (El que todo mundo conocía por cortarse la oreja con una navaja y dársela a una mujer), distribuía los diferentes tonos de color sobre el cielo de la obra. El blanco y el amarillo ganaban mucha intensidad en el cuadro, llevándose prácticamente toda la atención. Para mí, él fue el mejor artista del postimpresionismo, aunque Cézanne y Toulouse no se quedaban atrás, desde que era pequeño había sido el movimiento artístico que más me gustaba.

La técnica que utilizó Van Gogh era simplemente maravillosa, el óleo sobre el lienzo, en el que ajustaba totalmente sus características más personales. La pincelada no era para nada fina como solía utilizarse de costumbre, Vincent se metía demasiado en la obra, dejando de lado los principios de profundidad. La energía que transmitía la obra y las líneas dinámicas que creaba en el cuadro hacían que la obra pareciera tener una sensación de movimiento. Y allí me encontraba yo, recreando su técnica, su inigualable obra.

Quería dejar mi mente completamente en la lámina, pero una voz femenina interrumpió mi sosiego. Era la fantástica Hana Lee, y a su lado, como siempre, el gran empresario Carlo Moretti, ambos, mis desgraciados y asquerosos padres, que con suerte, los veía dos veces al mes. Matteo no tardó en asomarse para saludar de manera exagerada, puro peloteo, sólo le interesaba el dinero.

Mi madre se acercó con una gran sonrisa hasta donde me encontraba sentado, no me gustaba, en mi habitación sólo entraba la gente que yo quería. Ni si quiera le miré a los ojos, parecía mentira que esa mujer tuviese cuarenta y siete años, no tenía ni una sola operación, aunque la genética coreana le acompañaba bastante. Ella intentó abrazarme, pero mi resoplo fue lo suficientemente alto para que se diese cuenta de que no quería nada de ella en ese momento.

—Veo que sigues dibujando.—dijo mirando las láminas y cuadros que se esparcían por el escritorio. No dije nada, simplemente asentí con la cabeza.—Le falta sombreado en esta zona Jay, y más blanco, bueno, espera, ¿Esto lo has hecho a mano alzada?.

—¿Ahora me vas a dar clases de arte?

—Cariño, lo digo por tu bien, si sigues así no llegarás a ningún lado, ¿Los profesores están de acuerdo con estas..."obras"?—una vez más, doña perfecta criticando, eso era lo único que hacía bien.

Podía preguntar sobre cómo estaba, qué tal el curso, si había conocido a alguien, pero no, ella sólo sabía criticar todo lo que hacía yo. Mi paciencia se acababa muy rápidamente con cada palabra que soltaba por su venenosa boca de serpiente, la arpía insatisfecha le decía Federico y razón no le faltaba.

—¿Algo más?—dije en un tono serio.

—Jay, no te lo tomes todo a mal, la técnica es mala y puedes corregirla.—hizo una pausa.—No te jodas la vida por no saber asumir las cosas.—Y como si nada me soltaba esas barbaridades, siempre lo mismo.

—La vida me la habéis jodido ustedes.—mi madre comenzó a llorar (La dramática de escorpio en estado puro), cosa que hizo que mi padre dejase de lado la conversación que mantenía con mi hermano para dirigirse hasta nosotros. En cuanto la vio de aquella manera sólo se le ocurrió darme una bofetada y abrazar a mi madre.

Sin preguntar, sin saber qué había pasado para que ella estuviese llorando, y daba igual el motivo, yo siempre tendría la culpa de todo. Ambos salieron de la habitación sin decir nada más, aunque Matteo seguía allí, expectante por lo ocurrido. Caminé lentamente hasta la puerta de mi habitación y la cerré con un fuerte golpe, dejando a mi hermano tras de ella. Fue mi padre el que volvió a abrirla.

—Hijo, ¿Por qué lo haces todo tan difícil?

—¿Perdona?—no iba a permitir quedarme con el cargo de conciencia otra vez por algo que no estaba haciendo.

—Jay, te lo hemos dado todo, sólo queremos saber por qué eres así con nosotros.—dijo mientras se acercaba a mí, como si tuviese algún derecho de hacer eso.

—¡¿CUÁNDO FUE LA ÚLTIMA VEZ QUE VIMOS UNA PELÍCULA JUNTOS?!, ¿LA ÚLTIMA VEZ QUE FUIMOS DE VIAJE EN FAMILIA?, ¿LA ÚLTIMA QUE CENAMOS EN FAMILIA?, ¡JODER NO SOMOS UNA FAMILIA!—estaba demasiado alterado, pero me había desahogado sólo un 10%.—Sólo somos la familia Moretti, dueños de una empresa multimillonaria.

Mi padre se sentó ante aquellas palabras, y su respiración parecía alterada, pero no me importaba, estaba diciendo la verdad y a veces escuchar la realidad duele demasiado. Seguí con mi lámina, como si no me intimidase la presencia de él en mi habitación.

—Nos encantaría...estar más con los dos Jay, tú lo sab...

—¡NO JODER, NO LO SÉ!

—¡JAY NO PODEMOS DEJAR EL TRABAJO, ES IMPORTANTE!

—La empresa es tuya, ¿Cómo no vas a tener tiempo para tus hijos?, ni si quiera nos mandas un mensaje para saber cómo estamos.

—Hay muchas gestiones que llevar, de verdad, no sabes lo que supone llevar una empres...

—¡Lárgate!

—Escúchame un moment...

—¡QUE TE LARGES YA!

Esta vez, dejé la puerta cerrada con llave para que nadie pudiese molestar. La impotencia invadió no sólo mis ojos sino que también mi cuerpo entero, sabía lo que podía hacer si perdía el control sobre mí mismo. Pensé en llamar a Dánae para calmarme, pero ella no tenía ni idea de la situación con mis padres y no quería darle una mala impresión. Cogí rápidamente el móvil, ahí estaba. Al tercer pitido, contestó. Esa llamada cambiaría mi vida para siempre.

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