Cap. 9: El pintor de los Wright

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El arte, la mayor expresión cultural que tiene la humanidad. Desde el inicio de su existencia, las artes humanas en general, como la música, la arquitectura, la danza, la literatura y la pintura han sido objeto de gran admiración por los hombres y mujeres del mundo, quienes han adoptado estas como parte de sus "culturas" dándole distinción a nuestras sociedades basándose en las diferencias de nuestro legado artístico.

La música es la habilidad de producir sonidos por medio de objetos, o de la propia voz, Estos deben respetar los principios de la armonía, al igual que todas las artes

La arquitectura consiste en la capacidad de imaginar, diseñar y planificar estructuras en las cuales, el humano pueda vivir. Esta debe seguir lineamientos más estrictos, pues una mala construcción puede cobrar vidas.

La danza se basa en el movimiento del cuerpo, quizás la que más esfuerzo físico supone. Es un arte que va de la mano con la música, al tratar de realizar movimientos con ligereza y destreza al ritmo de un compás musical.

El dibujo, mi segunda arte favorita, y a la cual se relaciona con esta historia. Es la Capacidad de representar en algún medio, sea un lienzo, mural, madera o cualquier material; un plano real o imaginario.

Esta última está fuertemente ligada a nuestra familia, pues, a lo largo de nuestra historia, varios Wright han pagado grandes sumas de dinero por retratos de una calidad incomparable.

Esto se muestra de una mejor manera cuando hablo de la historia de mi bisabuelo, Ernest Wright. Durante su juventud, él mandó a realizar una pintura de sí mismo, con una altura ciento noventa centímetros, siendo un aproximado. El cuadro se muestra en la entrada de la casa, siendo el más grande de todos los lienzos de nuestra familia.

Bien, ¿Qué tiene que ver esto con la historia? Todo. Este relato se desarrolló en el pueblo de Altécar, un poblado conocido por sus calles y plazas techadas. El tejado se apoyaba sobre pilares florales. Rosas, jazmines, pasionarias y más flores trepadoras cubrían a la plaza central y las afueras de esta.

Ese día, como en la historia anterior, llovió, cosa que realmente detesto, pero ese día lo veía como algo completamente normal, hasta lo disfrutaba

Decidí entonces sentarme en una banca cercana a mi posada y escribir un pequeño poema que había empezado camino a ese lugar.

Todo estaba de maravilla, un ambiente calmado y tranquilo. Solo hasta el momento en que empecé a sentir una incomodidad, me sentía vigilada por algo, o mejor dicho, por alguien.

En mi preocupación y ansiedad por saber quien me observaba, dirigí mi mirada a varias zonas, "solo mi imaginación dando vueltas" pensaba, pero, tras varias observaciones, logre divisar a unos siete metros de donde me encontraba, a un chico que dirigía repetidas veces su mirada hacia mí y luego se escondía detrás de lo que parecía un periódico.

Luego de prestarle atención a tal comportamiento durante un rato más, y tomé la arriesgada decisión de preguntarle qué ocurría.

-Disculpa que interrumpa, pero, ¿Qué tengo que haga que me veas repetidamente? -Le exclamé al chico quien no me respondió, parecía concentrado en lo que hacía.

-¿Podrías responderme?

-¿Uh? Disculpa, ¿eras la chica que estaba sentada cerca a las rosas? Perdón si te incomodé, solamente estaba dibujando lo que estaba detrás de ti

Miré al lugar donde me encontraba originalmente, y en efecto, había un pilar con rosas. El sentimiento de vergüenza recorrió mi cuerpo, y aunque suene a mentira barata, al chico se le veía la honestidad en el rostro.

-Ah, era eso. Perdóname por pensar mal de ti-Le dije al chico de una manera calmada, mientras que por dentro me retorcía por el penoso momento.

-Tranquila, todos pueden confundir una situación como esta, pero, ya que estás con la idea de que te estaba espiando, ¿Por qué no te dibujo? -Agregó -Te lo puedes quedar si te gusta.

Diario de una viajeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora