Cap. 31: Entre el cielo y la tierra

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 Hace muchos años, durante una cálida y ventosa tarde de otoño, donde el descanso que encontrabas era el estar entre la hojarasca carmesí que adornaba el suelo, una joven niña de no menos de ocho años se encontraba recostada entre las hojas observando el cielo con una ligera saudade, no sabía por qué, pero aquella etapa siempre le generaba aquel sentir. La chica jugaba con las hojas de los árboles mientras observaba las nubes del cielo, y su actuar revelaba la espera de alguien, una persona muy querida y anhelada de la cual se había separado, al parecer su padre, quien había estado ausente meses de ella, debido a una invitación a una feria universal, y era ello lo que a primera vista entristecía a la niña, sin embargo, en cuanto una carreta se asomaba desde lo lejos, ella salió corriendo detrás de ella, pero no porque allí estuviese su padre, sino que en el mismo lugar, estaba una de las empleadas de aquella casa, quien la jovencita tomaba casi que al mismo nivel que una madre.

Esta historia me tenía como protagonista, al igual que a Antouane, mi padre; y a Emilie, quienes por un tiempo, junto a otro equipo de personas dentro de la casa, fueron a una feria universal ubicada en una ciudad costera del oeste de Alrentia. Mi padre decidió que iba a ser la joven Çerguet quien estuviera a cargo de la administración de la casa en la que él se hospedaría por algo de cinco a seis meses, y así, fui separada de ella por ese tiempo, algo que ciertamente me dejó en una casa casi solitaria donde las personas que estaban eran los empleados y el errante pasar de mi madre con hoja y tinta en todos lados. Para mí, aquella tarde del retorno de Emilie fue sin duda un momento que perdura al día de hoy, sin embargo, algo más ocurrió que trascendió inclusive más allá de todo, y fue aquello que conlleva al relato de aquella historia, el relato del como es el mar, pues Emilie, como yo, había crecido en una ciudad alejada del mar, y conocerlo fue durante muchas conversaciones, un tema de sueños y ambiciones para ambas, por lo que el momento en el que supe que ella conoció el mismo, esa misma noche antes de dormir hice lo que mejor sabía hacer en aquel entonces, llenarla de preguntas.

—Tenga feliz noche, señorita Wright. —Dijo dulcemente mientras me cubría con una manta.

—Emilie, quiero que me cuentes algo. —Exclamé entusiasta mientras miraba hacia varios lados.

—Lo que pueda contarle, lo haré, señorita, usted lo sabe bien, mientras me prometa que se va a dormir luego de eso.

—¡Quiero que me digas como es el mar! —Dije en voz alta sacando los brazos de la manta en la que estaba.

—Cálmese señorita, se lo contaré. Es algo inmenso que no tiene fin y es azul. —Respondió de forma burlona volviéndome a abrigar para dormir. —Ahora descanse, que mañana es un gran día.

—Pero no me contaste como es el mar, solo me dijiste que es. Yo quiero saber como es.

—¡Ay! Usted me complica este trabajo. —Susurraba, mientras se detenía a pensar que era lo que me iba a decir. —Siéntese y escúcheme. Para empezar la arena quemaba mucho, y el agua era bastante fría al comienzo, pero al pasar el tiempo se hacía más cálida, por otro lado, el sonido de las olas cuando chocan la playa es mágico y la brisa que se siente en el lugar es preciosa. Pero hay algo que amé sobre todo lo demás. —Tras decir esas palabras se detuvo un momento.

—¿Qué era Emilie? Dime por favor. —Exclamaba desesperándome por oírle. —¿Qué fue lo que más le gustó de todo?

—No se exaspere señorita, yo le contaré. Lo más bonito es observar el mar, ver que no tiene fin parece algo de otro mundo, es ver un horizonte infinito de solo agua donde quizás al otro lado hay algo o no, pero créame cuando le digo que al estar frente al mar lo hace sentir a uno totalmente diminuto. Y algo último le quiero decir señorita Wright, cuando conozca el mar, vuélvalo una experiencia inolvidable, algo que perdure toda su vida para que lo recuerde siempre

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⏰ Última actualización: Aug 05, 2023 ⏰

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