Cap. 12: La casa de Orinto

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Seres sobrenaturales, comúnmente denominados fantasmas, espantos, espíritus e incluso, seres del más allá. Son la manera por la cual una determinada cultura explica determinados sucesos que por la misma es considerado "Raro", "Extraño" o, valga la redundancia "Sobrenatural". Estos no dejan de ser en su mayoría meras supersticiones que con un poco de sentido común pueden ser desmanteladas casi por completo.

Ahora, el que sea escéptica no me quita lo curiosa, previamente he demostrado que me dejo llevar por historias "Fantásticas". Cuentos de magia o fantasmas son cosas que rápidamente me pueden atraer fácilmente, demostrando lo contradictoria que puedo llegar a ser en algunas ocasiones.

Es esta curiosidad que cultivé desde niña, la que me arrastró a vivir historias que me hicieron desafiar mi concepción de este mundo y decir: "Quizás si exista una ligera pizca de ficción en este mundo". Ya he relatado algunas de esas aventuras, y aquí viene otra...

Luego de unos días de debate mental sobre si debí o no rechazar a John y las implicaciones que estas alternativas me hubieran traído. Resumiendo, luego de perder valioso tiempo, había vuelto a la "normalidad" y completamente lista para seguir viajando.

Llegue a la ciudad Ogedia de Niceinza, esta es conocida por sus plazas, edificios con un aspecto atrapado en el tiempo. Esta ciudad posee un prestigio por ser la antigua capital de una poderosa república, pero Emma Wright no estaba ahí por su valor histórico, en parte sí, pero el mayor atractivo para que yo visitase ese lugar era la casa de Orinto.

"¿Qué se supone es eso?" te preguntarás. Lo explicaré rápidamente: La casa de Orinto es una posada algo vieja, que es mencionada por Jay Ford, una antepasada mía, en uno de sus diarios.

Ella le llamó "Un acogedor y hospitalario hogar", Puesto que en aquel entonces funcionaba como una casa donde alquilabas un cuarto y convivías con los dueños del mismo.

Bien, eso no era lo único que me atraía a esa posada. Los constantes cuentos que escuche mientras más me acercaba al mencionado lugar, más escuchaba historias sobre una "maldición" que regia al mismo. No pude oír por qué o en que consiste esta, lo que despertó aún más mi lado curioso.

Luego de estar un tiempo divagando por la ciudad, finalmente llegue a la casa de Orinto, y antes de entrar a esta, una persona se me acercó y dijo:

—Joven viajera, este lugar no es seguro para usted.

—¡Tonterías! —Escuché a una mujer gritar desde dentro de la posada. No molestes a los turistas con inventos de algún loco. —Exclamó ordenando al chico que se retirase. —Discúlpame, soy Charlotte Corday, un placer.

—Emma Wright. —Respondí. —El placer es mío.

—Puedes pasar. —Dijo la mujer abriendo la puerta del hostal. —¿Puedo atenderte en algo? ¿Quieres un café?

—No, gracias, me hace mal. Quisiera hospedarme aquí.

—¡Claro! No hay problema, aunque, solo tenemos una habitación disponible, y es compartida.

—¿Tanta gente llega al lugar? —Pregunté impresionada.

—No, la mala fama de la posada ha hecho que tengamos que comenzar a alquilar buena parte de las habitaciones, de manera que ahora solo nos queda una libre.

—Es lamentable, pero es lo mejor, supongo.

—Tienes razón, ¿Quieres que le lleve a su cuarto?

—Por favor.

La mujer me guio por el pasillo de no más de seis habitaciones, de las cuales me hospedaría en la del fondo. Una vez en la entrada de esta, Corday entró al dormitorio y conversó con la otra inquilina, para posteriormente dejarme entrar.

Diario de una viajeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora