Maratón 1/2
Por fin es viernes.
Nunca una semana fue tan larga. Desde el martes no he vuelto a saber nada de Daniel, lo que es un alivio, su hermana por su lado se ha mantenido distante, ya no quiere tocar el tema de su suggar, y si quiero indagar me cambia de tema al instante. No he insistido más, ya cuando ella lo crea necesario se acercará y veré qué hago para ayudarla, por ahora solo toca ser paciente y apoyarla en sus decisiones.
El que también se ha mantenido al margen es el doctorcito. No hizo memoria sobre la desastrosa cena ni me ha preguntado nada, es más, me habla única y exclusivamente cuando se trata de trabajo, siempre me lleva a la casa, pero todo el trayecto es puro silencio incómodo. La verdad es que no entiendo a ese hombre, un día dizque que nos tuteemos y al otro ni me da la hora.
Luego dicen que son a las mujeres a las que no se les entiende nada, nosotras por lo menos tenemos la excusa de la regla, ellos ni eso y siguen de insoportables, bipolares e irritantes.
—¿Cuándo me vas a decir que te pasó en la pantorrilla?
Levanto la mirada de mi libreta sorprendida por la pregunta. Me mira expectante por la respuesta, balbuceo como una boba, cuando me llamó para que le diera un recuento de sus horarios de la próxima semana no creí que me preguntaría por mi herida.
Bajo la vista a la venda que rodea mi pierna media, el corte que me hizo el cristal no fue profundo y papá aseguró que no quedaría marca, pero aun así necesité vendajes. Por suerte, mi mamá se creyó el cuento de que me tropecé buscando algo con la luz apagada.
—No me preguntaste —respondo momentos después.
—Te lo pregunto ahora.
—Fue un pequeño tropezón —me encojo de hombros—, me caí sobre una mesa de cristal y se quebró.
Se levanta de la silla con el ceño fruncido.
—Déjame revisar.
Me apunta la camilla que está pegada a la pared.
—No hace falta, solo fue un rasguño.
—Siéntate en la camilla —ordena haciendo caso omiso a mis palabras. Niego con la cabeza, me mira con esos ojos tan intensos que me hacen temblar las rodillas—. No tengo todo el día, Kiera. Siéntate.
Algo en su voz obliga a mis pies a caminar. Me dirijo a la camilla dejando salir un bufido, dejo mi blog de notas en un costado y hago el intento de subirme a la camilla.
ESTÁS LEYENDO
Querido, Sol: Sáname
RomanceHay amores que duran poco, pero que impactan con la fuerza de la explosión de una supernova. En los libros son comunes, en la vida real son escasos. Bruce fue mi supernova. Llegó y arrasó con todo lo que me hacía ser quién era, me pintó el universo...