O N C E

641 81 48
                                    

Maratón 2/2

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Maratón 2/2

—Nada —digo con rapidez.

Giro sobre mi eje, lo encuentro mirándome con los brazos cruzados sobre el pecho, sus bíceps se marcan de bajo de la bata elevando el aire intimidatorio.

—¿Entonces? —enarca una ceja.

—Solo entre a revisar que todo esté en orden. La puerta estaba abierta.

Arruga el entrecejo.

«Que no me haya pillado de fisgona, por favor»

—Pero todo está en su lugar —agrego con la voz nerviosa. ¿Qué mierda tiene este hombre que saca una versión tan idiota de mí? —. Así que regresaré a mi puesto, ya hay muchos pacientes esperando.

—Bien.

Paso por su lado para salir, no hace ni el amago de salirse del camino, por lo que rozo su brazo con mis senos por unos milisegundos.

Dos horas después me llega un mensaje de parte del doctorcito diciéndome que tengo la tarde libre y que no podrá llevarme a casa. Eso me hace preguntarme si asistirá a la dichosa fiesta de máscaras.

«Basta, Kiera —me reprendo—, no tiene por qué importante lo que hace, solo es tu jefe, para el colmo es el hijo de Cruella»

Respondo con un simple okey y me largo.

En casa reina el silencio, mamá se fue de visita a la casa de una de sus hermanas y papá está en la constructora.

Aprovecho eso y pongo música que me levante el ánimo, en eso se basa mi tarde, escuchar música y comer. Sasha no me responde los mensajes y aparte de ella no tengo con quien hablar, dado que mi círculo social se reduce a ella y su hermano, y pues no quiero hablar con Daniel de aquí al año verde.

Cancerbero es mi único compañero hasta que se cansa de bailar y sale corriendo hacia el patio trasero. Busco algo que ver en Netflix y nada me llama la atención.

Sin nada más que hacer, entro a mi armario y organizo mi ropa por color.

—No vuelvas a vestirte distinto solo para a buscar la aprobación de nadie.

Una sonrisa se me forma al recordar aquello.

Al final de mi cómoda superior hallo un pequeño cofre de madera, lo tomo con melancolía y voy al puf cerca del espejo, me siento en posición india y lo abro con la pequeña llave que colgaba entre mis collares.

Querido, Sol: SánameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora