V E I N T I C U A T R O

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El aire empieza a faltarme, aparto los labios cortando el beso y apoyo la cabeza en medio de su pecho, mi oreja queda justo encima de su corazón y tengo el privilegio de oírlo latir tan fuerte como el mío

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El aire empieza a faltarme, aparto los labios cortando el beso y apoyo la cabeza en medio de su pecho, mi oreja queda justo encima de su corazón y tengo el privilegio de oírlo latir tan fuerte como el mío. Me rodea con los brazos y nos quedamos en silencio, incapaces de pronunciar palabra. Cierro los ojos inhalando el olor de su cuerpo entrelazado con el aire puro que se respira en la montaña.

—Kiera…

—Shh… —lo interrumpo, levanto el rostro y descanso la barbilla justo donde está su corazón, sus ojos tienen un brillo tan especial cuando baja sus barreras y derrite su frialdad—, no digas nada —pido. No quiero salir de este surrealismo.

Siento que ahora estamos dentro de una burbuja que me protege de todo lo malo que me lastima, y si estalla, todo me golpeará con tanta violencia que no sé si pueda afrontarlo.

Doy una larga respiración tranquilizando el temblor de mis manos y las náuseas repentinas que me embargan.

De repente, la vista se me nubla y se empieza a tornar negra, me aferro a sus brazos al sentir que mis piernas no pueden sostenerme.

—¿Qué ocurre? —me sujeta— ¿Te sientes mal?

Niego como puedo, pero un dolor intenso se instala en el centro de mi cráneo y me impide pensar con claridad.

¿Justo ahora?

Mis oídos empiezan a pitar y el suelo es inestable de bajo de mis pies. Puedo oír ciertas palabras que salen de su boca, pero mi cerebro no las reconoce. Me llevo las manos a la cabeza en un inútil intento de parar el dolor, un grito resuena dentro de mi mente como si lo soltará yo, pero no es así. Es un grito de rabia, de enojo puro.

—¡Para! —suplico. Esto es demasiado fuerte, me va a matar.

El grito continúa, es horrible, tiene demasiada ira.

Necesito que pare.

Duele mucho.

Todos mis sentidos se agudizan y luego se apagan dejándome en la oscuridad. Algo frío me acaricia la mejilla, es húmedo y suave, tal vez una tela.

—Nena.

Alguien habla a lo lejos. El dolor ha disminuido y pareciera que un auto pasó sobre mi cráneo y estuvo a punto de aplastarlo.

—Kiera —repite. Abro los ojos y hay dos lunas sobre mí, comienzan a acercarse y se funden en una sola. El rostro de Logan se interpone en mi vista y sus ojos grises son los que tengo arriba mío mirándome con preocupación— ¿Te sientes mejor? —consulta, me aparta el pelo de la cara y vuelve a pasar por mi piel el paño húmedo.

Asiento sin entender lo que ocurrió.

—¿Cada cuanto tienes este tipo de episodios?

Mi instinto me insta a mentir, no es necesario que responda eso. ¿Verdad? Logan es un aparecido que no tiene derecho de saber de mi vida ni de mis problemas, sin embargo, lo que aconteció minutos antes me hace dudar durante un momento.

Querido, Sol: SánameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora