V E I N T I C I N C O

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La respiración de mamá se ralentiza y toma un ritmo lento y pacífico

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La respiración de mamá se ralentiza y toma un ritmo lento y pacífico. Acaricio su cabello corto y dejo un pequeño beso en su frente antes de levantarme de la cama y caminar hacia la puerta de la habitación, le doy una última mirada y salgo al corredor. Voy a la sala, dónde Lina y Logan conversan sentados en el sofá, frente al televisor encendido con el volumen en el mínimo. Lina se percata de mi presencia y me sonríe incómoda, me siento pésimo por venir a invadir su departamento, pero no tenía idea de a dónde ir a estas horas de la madrugada, no quería llevar a mamá en algún hotel, puesto que el dinero que tengo no es suficiente para más de dos noches y no pienso usar un centavo de la fortuna de mi padre.

Logan se ofreció a llevarnos a su casa, pero me negué, no me sentiría cómoda dado los últimos acontecimientos.

—Se ha quedado dormida —anuncio ocupando lugar en un pequeño sillón que ocupa casi toda una esquina de la habitación—. Te agradezco por dejarnos pasar la noche aquí —le digo a Lina, ella asiente encogiéndose de hombros—, no quiero incomodarte, pero de verdad…

—Eres mi amiga, Kiera —me interrumpe—, en mi casa siempre habrá sitio para ti y para tu madre. Además, solo somos mi hermanita y yo, nos vendrá bien un poco de compañía.

Asiento suspirando. La mirada dura que Logan me dedica me hace saber que está en contra de esto.

Cancerbero suspira en medio del sueño. Mañana tengo que buscar una guardería para él, aquí casi no hay espacio y se va a sentir abrumado.

—Lina —dice—, no quiero ser un desubicado, pero ¿podrías darnos un momento a solas?

—Claro —responde ella poniéndose de pie—, ya es hora de ir a la cama, Christina despertará en cualquier momento y podría asustarse si no me encuentra a su lado. Buenas noches.

Abandona la sala y nos deja solos. Miro la pantalla del televisor queriendo evitar lo que se avecina, las luces que emite el episodio de una antigua serie iluminan todos los rincones llenando la falta de colores de la casa.

—¿En serio me vas a hacer repetir lo mismo? —se queja.

Suelto un suspiro cansino y me paso la mano por el pelo.

—Ya te lo dije, agradezco la oferta, pero estaremos mejor aquí.

Enarca una ceja mirándome con reproche.

—¿Aquí? ¿En un departamento de cincuenta metros cuadrados?

—¡Tsh! —chisto la lengua—. Se ve pequeño, pero es acogedor, y te recuerdo que yo decido lo que hago. Eso incluye el quedarme en la casa de mi amiga. Tú mismo dijiste que vives solo porque no te gusta la compañía.

Querido, Sol: SánameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora