V E I N T E

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Pov: Logan

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Pov: Logan.

       
Sus labios se niegan a abandonar los míos chupándolos con frenesí, enrosca sus esbeltos brazos alrededor de mis hombros, tomando apoyo mientras salta sobre mi polla, con sus paredes estrechándose cada vez más cerca de su liberación.

Una película de sudor se dibuja en mi espalda, mi mano derecha la toma de la coleta llevándole la cabeza hacia atrás exponiendo su cuello, marco mis dientes en él y dejo una marca roja en su tierna piel.

Jadea en mi oído murmurando palabras inteligibles y me monta con más fuerza, la tomo del cuello alejándola cuando tiene intenciones de dejarme una marca similar a la suya, sus tetas falsas se mantienen firmes aun cuando aumenta la velocidad de sus movimientos. Cierro los ojos concentrándome en mi placer, necesito correrme, no lo he hecho desde que esa bruja me abandonó en la habitación de esa discoteca.

Bajo los labios a sus pezones morenos y los muerdo para terminar chupando esos montes duros.

—Se siente tan bien —jadea—, Logan…

Levanto su cuerpo sujetando sus muslos y tomo yo el control de la situación, marco la velocidad de mis embestidas con mi glande tocando lo más hondo de su vagina, el sonido de chapoteo indica que le gusta mi rudeza. Y como no saberlo, toda aquella mujer que pasa por mis sábanas sabe que conmigo no conseguirá nada tierno y delicado, me gusta lo duro, salvaje y soez. El BDSM ha sido una buena salida para conseguir eso, pero no todas están de acuerdo, en especial esta, así que toca adaptarse.

Mis pelotas chocan con su periné, siento mi esperma acumularse preparado para salir disparado, me concentro en ello, su respiración es cada vez más irregular y un segundo más tarde se corre en mis brazos dejándose caer sobre mi pecho, sigo con mis embates, pero al sentir su respiración en mi cuello me detengo y la aparto. Esto no funciona.

La hago a un lado en la cama y me levanto. Tomo mi bóxer de la pila de ropa esparcida por el piso de su alcoba.

—No te corriste —forma un puchero al verme sacarme el condón vacío. Lo arrojo a la papelera, frustrado suelto un suspiro, ella se hace camino entre las sábanas y se pone de rodillas frente a mí, toma mi pene, ahora semierecto, en sus dedos y los mueve buscando alguna reacción en mí—, déjame ayudarte.

Me alejo cuando intenta meterlo a su boca, me coloco el bóxer ignorando su protesta infantil.

—No me digas que ya te vas —se queja cruzándose de brazos.

Introduzco mis piernas en mis pantalones rodando los ojos.

—Tienes ojos, no es necesario que te diga nada —espeto.

Querido, Sol: SánameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora