Capítulo 4

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-¿Tienes hambre?- le preguntó Hailey al hombre estático en la esquina de su oficina.

Justin pestañeó varias veces como despertando de algún sueño aunque sus ojos estaban bien abiertos.

-No, yo no sé lo que es el hambre. Es decir, sé el concepto, pero nunca lo he sentido.

-Bueno pues pasan de las tres y media de la tarde y solo he consumido un café así que yo si tengo hambre, ve con Ly a decirle que pida mi almuerzo.

-¿Y por qué no vamos nosotros? Para que te despejes un poco de tanto papel.- propuso revolviendo en el escritorio de la rubia los papeles sin entender nada de lo que leía.

-No, yo pago para que traigan lo que pido, no para tener que ir por ello.- respondió inmersa en sus papeles, sin voltear a verlo.

Un par de minutos más tarde estaban saliendo juntos del edificio. Ella estaba bastante molesta por tener que interrumpir su trabajo para ir al restaurante italiano por su propia comida, pero el ángel no paro de revolotear sus documentos hasta que accedió a salir. Iban caminando en silencio, Hailey veía impresionada las expresiones de Justin con cada cosa que veía, olía las plantas, acariciaba los árboles y se sentaba en cada barda. ¿Qué nadie le enseñó lo que es la higiene?
Antes de cruzar la calle, Justin se detuvo de improviso, mirando fijamente al otro lado de la calle.

-¿Qué?- le preguntó Hailey regresando su camino, con un tono de hartazgo.

-Mira.- le ordenó dirigiendo su mirada hacia una banca en la otra calle, había un hombre de traje, pero tenía la mirada perdida, se veía desesperado.

-¿Qué?- repitió Hailey aún más harta.

-Es el hombre que despediste ayer, Hails.-le explicó.

-Oh bueno, siendo así... ¿QUÉ?

-Iré a hablar con él.- indicó el rubio cruzando la calle de lado contrario hacia donde estaba el restaurante italiano.

"Oh, púdrete." Pensó la chica siguiendo su camino al restaurante, porque en verdad moría de hambre. A media avenida se quedó detenida, pasmada, y no pudo contener un grito que le emergió naturalmente de su garganta.
Escuchó la conversación de Justin con el hombre desconocido como si estuvieran a lado de ella, ¿cómo puede pasar esto? Volteó asustada hacia donde estaban ellos, era demasiado lejos para que ella alcanzara a escuchar. Despertó de su impacto por el sonido de los claxon que tocaban insistentemente para que se quitara de en medio. Cuando reaccionó corrió hacia su destino, no iba a detenerse por la historia de ese ex empleado. Ni aunque él tuviera a su esposa desempleada, y una hija con leucemia cuyo tratamiento era demasiado costoso.
¡Oh vamos! ¿En serio debía escuchar todo eso? Bufó molesta y se golpeó varias veces el oído, pero no podía parar de escuchar la maldita conversación. Llegó al restaurante que estaba a media calle y ordenó su pasta favorita, pidiendo que se la llevaran a su oficina y aviso por texto a Ly para que recibiera el pedido.
Regresó su camino hacia donde Justin se había desviado, llegó cruzándose de brazos frente al perdedor que tenía en frente.

-¡Vamos ya cállate! Te daré nuevamente el empleo, pero en otro piso porque no quiero volverte a ver. Ve mañana a RH para tu contratación.

-Y además, Hailey pagará por el tratamiento de tu hija, ¿cierto Hails?- añadió el estúpido ángel. Ella lo fulminó con la mirada.

-Te daré un aumento del 10% de tu sueldo anterior y eso es todo, ahora, muévete Justin. Muero de hambre.

Volvió a su camino de vuelta a la oficina. Sintió como el rubio la alcanzaba con tranquilidad, y siguió caminando con ella hasta llegar al edificio de BEAUTÉ.
Subió de nuevo por el elevador y al salir, Ly la estaba esperando.

-Llamó el señor Gray, la quiere en la sala de juntas para la reunión con los inversionistas.- le informó asustada.

-¿A qué hora es la reunión?

-Empezó hace media hora.- respondió Ly sintiendo que se desmayaba cuando Hailey se quitó sus gafas para mirarla molesta.

-Hazte cargo de Justin, que no se te pierda de vista y no se te ocurra dejarlo entrar a la sala de juntas.- le ordenó a su asistente caminando con una velocidad impetuosa de regreso al elevador, bajo dos pisos y entró recuperando su postura autoritaria a la sala.

Conan Rives estaba haciendo una presentación proyectada, ese maldito bastardo quería robarse su puesto, y ahora estaba en ventaja. Él estaba dando propuestas para renovar la revista y atraer más ventas. Estaba haciendo un trabajo que le pertenecía por completo a Hailey.

-Me parece un trabajo excelente, señor Rives, muchas gracias.- interrumpió la rubia, apoderándose del control.- Pero seamos sinceros, la gente no está interesada en los planes del futuro, la generación de cristal está tomando fuerza y su interés es más en lo vintage, ser liberal, no conservador. Propongo hacer un estudio de mercado para determinar qué punto de vista atrae a más lectores.

Tuvo que estar bastante tiempo más entre todas esas personas con traje, varias veces debió disimular los rugidos de su estómago para que no sonarán mal. Moría de hambre.

Al terminar, su jefe le pidió quedarse más tiempo, ella lo maldijo internamente mil veces, cuando se quedaron solos, el señor Gray cerró la puerta, dio media vuelta y se cerró el botón de su saco.

-Me han dicho que llegaste tarde hoy.

-Tuve un problema.- respondió a secas.

-¿Hay algo que pueda hacer por ti?- mientras ejercía la pregunta caminaba hacia ella, cuando llegó a donde estaba, acarició su cabello, y pasó su mano por la mejilla de Hailey.

La rubia se levantó de inmediato para estar al mismo nivel.

-Michael basta, tú sabes que nunca en mis años de carrera he llegado tarde. Además ya te dije que entre nosotros no puede haber nada. Lo que menos quiero es que la gente piense que llegue hasta donde estoy por acostarme contigo.

-Y en todo tu tiempo de carrera jamás has tomado vacaciones, ¿por qué no te das unos días? Te ves en verdad agobiada.

Contrario a lo que se pensaría, el señor Michael Gray no era feo, ni viejo. Todo lo contrario, llevaba algún tiempo tratando de conquistar a su editor en jefe pero ella era muy terca, y decidida, lo que más lo volvía loco. A pesar de sus varios rechazos, había llegado a tomarle aprecio, por su dedicación, y por su necedad.
Se sorprendió bastante cuando ella accedió a tomar sus vacaciones después de meditarlo unos segundos, salió de ese cubículo que la estaba asfixiando, no sin antes indicar que seguiría pendiente de cualquier asunto aún en vacaciones, y volvió a su piso para por fin, poder almorzar. A las seis y media de la tarde.

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