Capítulo 7

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-¿Al zoológico? ¿Es en serio, Justin?.- se quejó olvidando por completo cualquier rastro de animosidad que había sentido antes con el chico. Recordó lo fastidioso que era y lo mucho que quería deshacerse de él.

-Vamos, no me dejaste tener un perrito, no me dejas acariciar a los animales de la calle, lo menos que puedes hacer es llevarme al zoológico.

Ella lo fulminó con la mirada mientras terminaba de ponerse su segundo zapato, odiaba hacer lo que alguien más le pedía pero no le quedaba de otra si esperaba deshacerse de él pronto.
Condujo hasta el zoológico de Central Park, el poco tráfico y las canciones en la radio ayudaron a que Hailey recuperara su buen humor, además de que la resaca ya se le había pasado.

Llegaron alrededor de media hora después a su destino, Justin bajo del auto como niño emocionado y corrió hacia la entrada, se sintió estúpida cuando se atrapó a sí misma sonriendo al verlo, y ansiando poder correr atrás de él para entrar juntos. Pero aquí nadie la conocía, así que al demonio, corrió también hasta la entrada, suerte que había calzado zapatos deportivos.

El ángel solicitó visitar primero a los elefantes y jirafas, ella estuvo de acuerdo siempre y cuando pudieran pasar primero por un café frío. Sabía que Justin no comía por hambre, sino por gusto, así que para él solo compró algodón de azúcar, al parecer lo mantenía callado consumiendo alimentos en exceso de calorías.

Habían pasado un largo día alrededor del zoo, mirando animales, tomando fotos, comiendo porquerías deliciosas y riendo demasiado, estaban a punto de visitar la última zona del lugar, la de las aves acuáticas favoritas de todos: los pingüinos.
Ella estaba admirando al gran estanque de focas en medio del parque cuando se dio cuenta que Justin miraba hacia un punto fijo, otra vez actuando menos humano.

-¿Sucede algo?- le preguntó, ofreciéndole un trozo de su chocolate, que él aceptó poniendo poca atención.

-Es Bill White, Hails. Allá.- señaló a un hombre, parte del personal del zoológico.

Ella recordaba muy bien a Bill White, ella y él competían por una beca en el NYU mucho tiempo atrás. Hailey no podía permitirse perder esa beca porque era la última oportunidad de estudiar que le quedaba. Así que investigó a su competencia, supo que tenía más probabilidades de quedarse con la beca que ella, porque a él le ofrecían una beca deportiva. En una visita al campus, Hailey lo acechó, buscó el momento perfecto para hacer rodar una cubeta de las de la limpieza en medio de un juego de basket haciendo que Bill cayera mal del salto que había dado y dislocándole el hombro. Nunca más pudo volver a jugar.

-Él nunca supo que fuiste tú ¿cierto?- le preguntó Justin, haciéndola salir de su burbuja.

-¿Por eso me trajiste aquí? ¿Tú lo sabías?- preguntó sabiendo la obvia respuesta, decepcionada, ella en verdad creyó que estaban pasando un buen rato, pero solo era parte del trabajo que lo habían mandado a hacer.

-Bill nunca pudo acabar la universidad, odia su trabajo aquí pero es lo que le paga las cuentas, además que es fanático de los animales.

-¿Y qué esperas que yo haga con esa información, tonto? No hay nada que pueda hacer para solucionarlo. Sé que lo que hice fue horrible, pero esa podría ser yo, y yo no nací para desperdiciar mi talento criando focas apestosas.- le retó molesta.

-Puedes sacar un reportaje sobre su trabajo en tu revista, darle un nombre importante para que pueda hacer lo que le apasiona en el lugar correcto. El resto lo hará él.

Discutieron un buen rato, ella estaba segura que darle más de una página de su revista a ese perdedor le haría perder muchas ventas. Pero al final no le quedó de otra. Le llamó a Ly para pedirle amablemente (porque Justin la espiaba) que agendara una cita con Bill White y así poder hacer esa mentada Columna sobre su aburrido trabajo. Bien, al menos era una persona menos para deshacerse del fastidioso dolor de trasero que buscaba recuperar sus alas.

Volvieron al departamento algo entrada la noche, porque habían pasado de camino de regreso a comer/cenar. Él no había querido consumir nada, parecía muy atento a descifrar todos los gestos y movimientos de Hailey, quería aprender de ella para mejorar la convivencia, le había gustado en demasía el beso que habían compartido, quería volver a hacerlo, sólo que no sabía cómo se pedían ese tipo de cosas, habían pasado tan buen rato en el zoo, y ahora ella se veía tan molesta y cansada.

Hailey camino directo hacia su balcón, soltándose el cabello del amarre en que lo había envuelto. Justin no era experto en el tema, pero le pareció correcto acercarse donde ella, y preguntarle qué estaba pasando. Ella volvió a dirigirle otra de esas miradas de furia, que se sienten como una puñalada de sólo estar presente, estaba a punto de pedir perdón y desaparecer, cuando la rubia le sostuvo su mano para atraer su mirada.

-Si, Justin, si estoy molesta.- confesó en medio de un suspiro derrotado, ella no sabía qué tipo de estúpida magia psíquica usaran los ángeles, pero sospechaba que él podía incluso leerle la mente, así que al diablo, iba a ser honesta por una vez en su vida e iba a exteriorizar sus sentimientos, después de todo, qué mas daba lo que él pensara sobre ella, cuando se deshiciera de su presencia no lo volvería a ver jamás.- Yo...- tartamudeó,- pensé que nos llevábamos bien, que tú... en fin, olvidé por un momento que lo único que haces conmigo es parte de tu trabajo divino.

Él se dio cuenta lo complicado que habían sido esas palabras para ella, la atrajo hacia sí, dejando pocos centímetros de distancia entre sus rostros.

-Que haga mi trabajo no quiere decir que no disfrute tu compañía, de hecho, en más de un milenio que tengo de existencia, nunca me había divertido tanto.

Parecía que ese asunto de los besos era cien por ciento cuestión de chicas, eran ellas quiénes lo robaban, los hombres no podían pedirlos o robarlos, eso intuyó cuando de nueva cuenta, Hailey cortó la poca distancia que quedaba entre ellos y volvió a tomar posesión de sus labios.

Sobria era todavía mucho mejor esta cuestión de besar a un ángel, él sabía tan bien, y sus labios se movían al mismo ritmo, al principio pacíficamente, y poco a poco aumentando el ritmo; sintió las enormes manos de Justin paseando por su espalda, apretándola contra él, oh pero qué celestial eran sus besos, sus roces, cada toque entre ellos.

Perdió la noción del tiempo que duró esa cercanía, hasta que, de repente, él se alejó de golpe, Hailey abrió los ojos confundida, y notó como el rostro angelical de Justin se retorcía en sorpresa.

-¿Oíste eso?- preguntó Justin más alto de lo normal, un poco paranoico para ser honestos, ella negó con la cabeza- ¡Ahí está! Ese sonido de nuevo, creo que viene de... mi.

Hailey agudizó el oído para escuchar de qué rayos estaba hablando y qué era tan importante para ponerle fin a tan maravilloso beso.

-¿Hablas del rugido de tu estómago? Es normal, Justin, significa que tienes hambre.- explicó conteniendo una risa.

-¡No, no, no! ¡Eso no es normal! No para los ángeles, yo no debería tener hambre, debe ser otra cosa.

-¿Por qué es tan malo? Sólo es hambre.

-Es una sensación humana, yo no soy un estúpido humano como ustedes, yo soy un ángel, ¡los ángeles no sentimos hambre! Ayer tuve sueño, hoy tengo hambre, todo es culpa de ti y tus estúpidos besos.

Se arrepintió de lo que dijo casi de inmediato, no era muy bueno leyendo expresiones faciales pero pudo percibir que a Hailey le había lastimado lo que él dijo, no era realmente su intención, él sólo estaba muy confundido por las sensaciones. Trató de explicárselo mientras la perseguía por todo el departamento pidiéndole perdón, pero era tarde, Hailey había decidido no volver a expresar sus sentimientos ni con él, ni con nadie, nunca.

-Por favor, escúchame, en verdad no era mi intención que sonara así, no quería decir eso.-suplicó apareciendo dentro de la habitación de la chica, porque ella lo había dejado afuera y cerrado con llave.- Oh, vamos ¿por qué actúas así? Yo sólo...

-¡Porque soy una estúpida humana que no sabe guardarse sus estúpidos besos para alguien que si los merezca! Vete ya.- le gritó.

Y entonces, Justin supo que era el momento de volver a desaparecer.

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