Capítulo 20

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Durante las últimas semanas, lo único que la ayudaba a continuar con su repulsiva vida era el alcohol. Se levantaba entre vómito y saliva todas las mañanas debido a sus excesos con la bebida que ya no podía disimular inclusive en el trabajo.
Seguía siendo excelente, claro, no iba a dejar de lado su carrera por ese vicio, pero también se le notaba ojerosa, mucho más delgada, y sin aquel brillo en su piel que la caracterizaba.

No podían culparle, la inhibición que la bebida le traía era la única forma de dejar de sentir ese vacío en su existencia. Además, las únicas personas que se habían percatado de su situación eran Kendall y Justine, y poca atención les prestaba a sus consejos y advertencias sobre intentar superar ese breakdown con algún otro pasatiempo.

Sus amigas no sabían de lo ocurrido con Justin, pero intuían que algo había pasado con él ya que no se encontraba más a lado de Hailey y también intuían que esa era la causa del estado emocional de la rubia. Además su cambio de puesto en el trabajo no había ayudado a mejorar la situación, desde que Ly despegó de la mejor manera posible, ella casi no tenía trabajo por hacer para ocupar su tiempo y pensamiento.

Le gustaba la sensación de estar ebria porque podía recordar situaciones a lado del Ángel sin que le doliera tanto. Cuando le besó por vez primera, al dormir juntos la forma en que la abrazaba, su sonrisa, sus ojos, su cabello.

Estaba abriendo la puerta de su departamento mientras terminaba de beber lo último de vodka de su licorera, al entrar, se dispuso a servirse vino para poder ir a dormir sin contratiempo cuando su teléfono sonó. La pantalla mostraba la imagen de su hermana, Alaia.

-¿Hailey? Pensé que no contestarías, ¿cómo estás?

-Bien, Alaia, gracias. Dime en qué te puedo ayudar.- respondió poniendo su teléfono en altavoz.

-El viernes es el primer cumpleaños de Iris, y la verdad es que me gustaría que pudiera pasarlo a lado de su tía, así que quería pedirte si podíamos realizar su fiesta en tu apartamento, obvio sería muy pequeño, solo papá y mamá.

-No creo que sea la mejor idea, tengo todo hecho un desastre, ¿por qué no mejor voy a Los Ángeles?- sugirió tratando de sonar amable.

-Yo arreglaré todo no te preocupes, es que papá tiene unos pendientes en Nueva York que tiene que resolver este fin de semana. Por favor, prometo que no volveré a ser una molestia.- por el tono de insistencia que alcanzaba a percibir, sabía que Alaia no desistiría tan fácilmente y no se sentía en condiciones de ponerse a discutir.

-De acuerdo, pero tú y Andrew tienen que encargarse de todo, yo trabajaré hasta tarde.

La intención de Alaia no era festejar la fiesta de su hija en casa de su hermana. Kendall la había contactado para avisarle del estado de salud de Hailey y por teléfono se oía bastante grave la situación, el pretexto de la fiesta fue la mejor forma que se le ocurrió para poder hacer una intervención con toda la familia.

La llegada de su familia puso muy nerviosa a la rubia, sólo la habían visitado a lo mucho un par de veces en todo el tiempo que llevaba viviendo en Nueva York y era de entrada por salida, no para quedarse un fin de semana completo.
La noticia de que se festejaría el cumpleaños de su sobrina en su apartamento más que alejarla de la bebida la volvió todavía más dependiente. No podía dejar de temblar si no estaba tomando de manera frecuente de la bonita licorera que consiguió por eBay.
Sabía que debía dejar de lado su vicio porque no daría buena impresión a sus padres y lo que menos quería era que alguien se entrometiera en su vida. No podía darse el lujo de volver a encariñarse con alguien que al final del día volvería a abandonarla sin darle explicación.

Su hermana llegó el viernes por la mañana, Hailey sólo tuvo tiempo de abrirle la puerta y dejarle sus llaves antes de tener que salir corriendo hacia su oficina. El resto del día no pudo concentrarse demasiado en sus actividades y debido a ello salió del trabajo más tarde de lo común.

Seguramente sus padres ya debían estar esperándola en casa y la fiesta de Iris debía estar comenzando. El pensar en ello la puso tan nerviosa que sin darse cuenta comenzó a encajarse las uñas en los brazos hasta el punto de lastimarse. Una de las ventajas que tenía su nuevo puesto de director, era que podía guardar botellas de alcohol en su oficina sin que nadie dijera nada, daban un buen aspecto. Así que por tercera vez en el día, lleno de whisky su licorera y siguió bebiendo con discreción mientras bajaba por el elevador hacia su auto.
No acostumbraba a manejar estando tan ebria como se sentía ahora, pero no se detuvo a meditar si era correcto o no. Otra de las divinidades del whisky era que te ayudaba a tomarle menos importancia a cosas banales como si conducir ebria era una buena idea o no.
Subió a su Volvo y comenzó su camino a casa, debido a un semáforo en rojo, se detuvo frente  al restaurante preferido de Justin, él siempre aduló la pasta que le servían en ese lugar. El recuerdo tan vívido del ángel, la ayudó a visualizarlo como si estuviera sentado ahí, esperándola.
Sacudió su cabeza sintiéndose ofuscada, no se detuvo a contemplar si el semáforo había cambiado de color para permitirle el paso. Piso de fondo el acelerador para poder huir de su recuerdo.

Quizá si hubiera tomado un poco menos, hubiera podido distinguir el enorme camión que cruzaba perpendicularmente sobre la avenida.

A lo lejos, no tardaron en escucharse los sonidos de sirenas tanto de policía como de ambulancia. La gente comenzó a aglomerarse en aquella esquina de Park Eve y la Calle 61 Este, se alcanzaba a distinguir un Volvo color negro totalmente deshecho, y a poca distancia, el enorme camión que lo había embestido contra la calle.

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