Pese a que la noche anterior no había ido más allá de una sesión de besos desesperados y caricias tiernas, Hailey se había levantado demasiado satisfecha. La cercanía con Justin siempre le hacía bien, se sentía liviana, ligera.
Esta semana de vacaciones había sido el mejor tiempo que había pasado en toda su vida, Justin siempre hallaba el modo de hacerla reír, y le gustaba poder pasear por París con él de la mano, visitando restaurantes famosos, la torre Eiffel, museos, los jardines de Luxemburgo y cada noche poder dormir juntos, en un magnífico enredo de extremidades. Además estaba aprendiendo a imitar el francés del ángel y ya sabía pronunciar algunas de las frases más comunes en ese idioma.
El tema sobre lo que había sucedido aquel día donde casi tenían intimidad no se había vuelto a tocar. Sin decir una palabra Justin dejo en claro que no estaba dispuesto a llegar a esos límites con ella y Hailey lo entendió muy bien, suponía que como la mayoría de cosas raras que él hacía, debía ser una de esas tonterías de ángeles, y no se aferró a presionarlo para ello.
La parte mala de este maravilloso viaje es que Hailey no podía disimular más sus sentimientos. Aunque trataba de pasar por alto el cosquilleo en su vientre cuando estaba con él no podía hacerlo, le lastimaba el ego no poder hacer esas boberías de pareja con Justin porque sabía que no era su pareja, aunque actuaran como tal, y sabía que nunca llegaría a serlo. Trataba de no pensar pero no podía evitar que las ideas de lo que sería su vida cuando él tuviera que irse, su patética vida ya era insuficiente si no lo tenía a él.
¿Cómo fue que llegó a quererlo? Era tan fastidioso e insufrible. Esos comportamientos y costumbres extrañas que tenía dejaron de resultarle abominables y ahora los veía tiernos, veía tanta inocencia en él, lo encontraba en muchas maneras como el hombre perfecto. Le recordaba con continuidad lo hermosa que era, a pesar de no estar familiarizado con los comportamientos de un "caballero" trataba de imitar a los hombres de su alrededor y las atenciones que tenían con sus parejas, por lo que empezó a cortar flores para dárselas, mover la silla para permitirle sentarse, tomar su mano y darle besos en el dorso. Además, en todo el tiempo que llevaban juntos, jamás lo atrapó mirando a otras chicas, y nunca tuvo alguna actitud que la hiciera sentir insegura. Claro que debía ser un ángel, ningún humano nunca la haría sentir de ese modo. Como si fuera única.
No pudo evitar enamorarse, aunque de modo consciente no lo admitiera, en su inconsciente sabía que lo que sentía por él iba mucho más allá de la amistad o de un cariño común, además que sus amigas le echaban en cara sus sentimientos cada que hablaba con ellas. Y por mucho que lo negaba, todos a diez kilómetros a la redonda podían notar el cambio del brillo de su mirada cuando él se cruzaba en su camino.
Acababan de volver de su visita guiada al museo Louvre, a Justin parecía interesarle bastante todo lo relacionado a las artes y cultura, Hailey lo disfrutaba pero no le apasionaba tanto como a él, que se quedaba ensimismado viendo las pinturas u oyendo música.
Debido a que cada vez se acostumbraba más a su forma humana, Justin había aprendido a mediar su hambre comiendo un mínimo de tres veces al día, por lo que acordó junto con Hailey que debían pasar a cenar antes de volver a su habitación.-Tenemos dos días más aquí. ¿Qué quieres hacer mañana?- le preguntó Hailey antes de meter su tenedor a la boca.
-Me preguntas como si yo supiese que más se puede hacer aquí.- respondió en tono de burla bebiendo de su copa.
Ella lo había convencido de probar el vino bajo la premisa de que, siendo un ángel, seguramente no tendría ningún efecto en él, y además, Justin había disfrutado más de lo imaginado el sabor del vino blanco.
Resulta que la premisa había sido errónea, después de algunas copas, el ángel se encontraba con los primeros síntomas de la ebriedad. Hailey tuvo que hacerse cargo de él en el camino hasta el hotel porque no paraba de parlotear y reír sin motivo alguno.
Abrió la puerta de la habitación con dificultad por estar sosteniendo el gran peso de Justin con un brazo, caminó casi arrastrándolo hasta el borde de la cama. Tenía intenciones de arrojarlo y deshacerse de él en este punto, pero tropezó con una zapatilla que había dejado tirada y terminó cayendo encima de él en el amplio colchón.
Quiso levantarse con rapidez pero él no se lo permitió, enredo sus musculosos brazos alrededor de la diminuta cintura de Hailey impidiéndole cualquier movimiento.-Eres muy bella.- le susurró con la vista perdida en los ojos de la chica.
Quito uno de sus brazos de la cintura de la rubia y enredó esa misma mano en el cabello de Hailey para atraerla a sí mismo.
Después de un largo beso, Justin cambio con lentitud de posición, colocándose sobre ella.-Si hago esto, es posible que sea desterrado del Paraíso para siempre.- le explicó el ángel con seriedad.- Sólo necesito saber, si estás dispuesta a quedarte conmigo en el plano terrenal.
-Oh, tonto. No puedo imaginar una vida donde no estés tú.- le contestó atrayéndolo de vuelta para continuar ese dulce baile entre sus bocas.
Le tembló un poco la mano cuando la deslizó hacia el borde de la playera que él traía puesta, se sentía aún insegura, no por hacerlo, sino por miedo a que él la volviese a detener. Sabía que era la primera vez que el ángel hacía esto, y le daba una extraña sensación el saber que estaría quitándole la castidad a un ángel.
Pero Justin no se opuso, le permitió quitarle la playera que traía puesta, y también le permitió desabrocharle el cinturón y quitarle el pantalón.
Entre besos, Hailey quiso comenzar a desvestirse ella misma, pero Justin no se lo permitió, le besó el cuello con lentitud al tiempo que desabrochaba poco a poco su blusa. Una ves que la dejo con el dorso desnudo, continuo su camino de besos desde el cuello pasando por su pecho, sus costillas, su ombligo, hasta llegar a su cintura. Sintió como la respiración de la chica se agitaba y también la sintió tensarse cuando le desabrochó el pantaloncillo que traía puesto.
Justin terminó de desvestirse a sí mismo quitando su bóxer y también la desvistió a ella retirando con precaución las bonitas bragas de encaje que traía puestas. Volvió a colocarse encima de ella, sintiendo su calor como si fuera el propio, ella le enredó la cadera con sus piernas, casi exigiéndole por consumar.Y él la complació, fue un delirio fantástico escucharla gemir en su oído al ritmo en que su cadera se movía.
Jamás, en todos sus siglos de existencia, el ángel había sentido tal placer, era afrodisíaco, desesperante, fascinante.
-
Hailey amaneció encandilada por el sol, sólo cubierta por la blanca sábana alrededor de su cuerpo desnudo. Antes de abrir los ojos, se dibujo una enorme sonrisa en su rostro al recordar la noche anterior con Justin.
Aunque tan rápido como vino, la sonrisa se fue al tentar la cama y no sentirlo a lado de ella, abrió los ojos y se encontró sola en la habitación. Debido a esto tuvo que agudizar sus sentidos para poder identificar donde estaba su ángel.
Escuchó a lo lejos un par de voces, una de ellas era de Justin y no lograba reconocer la segunda voz.Se envolvió en la sábana y se acercó a la puerta que daba hacía la pequeña sala que había en la habitación del hotel. Alcanzó a distinguir a Justin, junto a su hermano, Cassiel. Lo supo porque el segundo seguía desfilando con sus enormes alas de ángel como si eso fuera normal.
-Ya te he dicho que vine a entregarte tus alas.- exclamó Cassiel.- Has cumplido con tu misión en la Tierra. Aunque debes agradecerme, te dije que enamorándola sería más sencillo que ella hiciera lo que le pidieras. Los humanos son tan estúpidos cuando se dejan llevar por sus sentimientos.
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Beauté
FanfictionÉl no podía volver al cielo sin su ayuda. Y ella jamás entraría al cielo si él no la ayudaba. Pero ¿funcionaría?