02 | Feliz cumpleaños

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02 | FELIZ CUMPLEAÑOS

Cuando nuestro castigo fue levantado, ya habían empezado las vacaciones

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Cuando nuestro castigo fue levantado, ya habían empezado las vacaciones.

Me relajaba un poco el ya no tener que ir a la escuela por todas esas niñas que se empeñaban en hacerme la vida imposible y sacaban mi lado más violento, pero eso no significaba que estaba mejor en casa. Tía Petunia me tenía de Cenicienta todo el día, y solo escapaba cuando se ensañaba con Harry o cuando se ponía a mimar a Dudley.

Nos iban a inscribir en la secundaria de Stonewall, una pública con algo de mala reputación, y Dudley iría, por supuesto, a la privada de Smelting. No me molestaba en lo más mínimo: mientras más lejos estuviera de nosotros, mejor. El problema era mi uniforme, el cual consistía en un montón de harapos que tía Petunia pintó de gris. Parecía ropa de prisión. No sabía si era peor mi falda de inmensas dimensiones o los pantalones de Harry, donde cabía él mismo tres veces.

Julio llegó a nosotros con su calor habitual y la sensación de estar próximos a cumplir años. Me encontraba lavando el piso oyendo a Dudley desfilar por la sala con su nuevo uniforme. Harry estaba sentado mirando de mala manera a nuestro primo, y de paso a nuestros tíos. Quiso ayudarme a tallar las baldosas, pero tía Petunia se lo prohibió ya que me estaba castigando por malagradecida. Ella juraba que le había hecho caras de desagrado al ver mi uniforme.

La verdad era que sí las hice, así que acepté mi castigo de buena forma. Metí el cepillo a la cubeta de agua y jabón, cansada. Harry me pasó un vaso de agua que bebí de un trago, y luego me dio un trapo para secarme el sudor.

—Gracias —murmuré con un bufido. De repente la cocina me pareció inmensa. Ni siquiera estaba sucia, no había pasado mucho desde la última vez que me obligó a lavar el piso.

De pronto oímos el ruido que sonaba cuando el cartero depositaba las cartas en el buzón, cayendo al felpudo. Tío Vernon, leyendo su periódico de siempre, torció su bigote que a veces se veía como una cucaracha enorme dormida.

—Trae la correspondencia, Dudley.

—Que lo haga Harry.

—Danielle, ve tú —ordenó tía Petunia, pero Harry se puso de pie de inmediato.

—Ya voy yo.

Le agradecí interiormente. Me dolían los brazos, las rodillas y había ampollas brotando de las palmas de mis manos, porque no había encontrado los guantes de hule. Continué cepillando el suelo con fuerza hasta que quedó bien pulido. Podría estar obligada a limpiar, pero al menos lo hacía muy bien. Cuando terminé, Harry estaba entrando de nuevo, cargando cuatro cartas. Dos de ellas se las dio a tío Vernon, pero la otra mitad se las trajo consigo.

Mi hermano levantó la cabeza para mirarme, y con solo eso entendí que las cartas eran para nosotros. Me incorporé rápidamente, secando mis manos en el delantal. Harry me dio una de las cartas, era de sobre grueso y pesado, hecho de pergamino amarillento, sin sello. La dirección estaba escrita en tinta verde.

Mellizos Potter y la Piedra Filosofal | HP [01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora